El festival de rock instrumental AMFest celebró su sexta edición entre el 26 y el 28 de octubre en La[2] del Apolo, sala que estrenaba una reforma total aunque sin estar totalmente terminada. No era difícil imaginar (e incluso ver) a los profesionales de la construcción echando cemento a ritmo de post, intentando terminar con los «detalles» de un diseño arquitectónico noventero que recuerda a las mejores discos de aquellos maravillosos años.
A parte de disfrutar de grupos de calidad indiscutible, el hecho de poder verlos mientras cenas una comida riquísima es otro de los alicientes de un festival hecho con mucho cariño y al que deseamos lo mejor en el futuro. Esta serie de tres crónicas empieza por el principio: la noche del jueves.
Degraey
A las 19:45, puntualísimos, empezaron Degraey con drone de bajo a modo de intro, hasta que la guitarra entró con un riff que provocó los primeros «uuh!» y «yuhu!» del público, exultante de que por fin empezase el festi. Y estuvimos de enhorabuena, porque los barceloneses sonaron impecables, incluso recordando a Cult of Luna pero más acelerados, y a dos cantantes. El batería era el encargado de los gritos guturales, y el guitarra asumió las melodías.
Sin previo aviso, desde el fondo del escenario se activaron unos láseres que te violaban la retina si te despistabas, probablemente más propios de una fiesta techno que de un concierto post. Quizás por eso intenté fijar la mirada en un punto concreto, advirtiendo unos rizos generosos en los peinados y las barbas de los miembros de la banda. De mientras, mi mente se fijó en cómo Degraey desdibujaron la frontera entre post metal y post rock mientras presentaban Chrysalis, su disco de debut, al que inmediatamente me entraron ganas de darle unas buenas escuchas.
En un ataque de sinceridad, el guitarra/cantante supo contenerse: “Gracias por la puntualidad y al AMFest porque… bueno, no me quiero flipar”. Pero luego, arropados por un público muy agradecido, el batería se emocionó con un discurso aún más sentido. He aquí la gran labor de un festival que es capaz de hacer crecer las bandas en una sola noche. Como cuando un jugador de fútbol debuta en primera división y mete tres goles en su primer partido, pero en este caso, la primera división del post rock. Felicidades chicos!
sleepmakeswaves
Con la sala mucho más llena, los australianos sleepmakeswaves empezaron energéticos, con unos bailes corporales p’arriba y p’abajo muy bien sincronizados y a medio camino entre el clásico salto rockero de Angus Young (AC/DC) y una sardana vanguardista. A nivel musical, cambios de ritmo a tutiplén se tambaleaban entre guitarras cristalinas y potentes distorsiones.
La banda presentaba Made of Breath Only, incorporando toques electrónicos que cuadraron perfectamente con la batería acústica. Me pareció interesante el detalle que todos ellos iban con in-ear, ese auricular que llevan algunos músicos en los directos y que parece tan profesional.
A nivel de dinámica, a veces sonaron demasiado lineales, pero otras veces jugaron muy bien con ellas, como en los temas lentos y “drónicos” o por ejemplo cuando el bataca se marcó un solaco casi tribal. El público lo gozó de lo lindo, en especial cuando se quitaron de la manga una gran versión del hit «Children» de Robert Miles, o con el último tema, que acabó con un ritardando de guitarras impactante.
LITE
Dicen que nuestro cerebro procesa 400.000 bits de información por segundo, pero sólo somos conscientes de 2.000. Pues creo que se requerían algunos más para poder procesar lo que los japoneses LITE hicieron en su concierto.
Tres champiñones y un coletas (hablo por supuesto de sus peinados) empezaron a saco con su math rock demoledor. Quizás sesgado por su procedencia geográfica, los pasajes limpios me recordaron a Toe, pero sólo hasta que aumentaron exponencialmente la complejidad matemática de los compases. A veces unidos en un unísono cortado por silencios preciosos, otras veces proyectando fusas a través de sus auras zen, los de Tokyo tuvieron incluso tiempo para hacer guiños al jazz o, como no, al Mario Bros.
De hecho todo valía ante una banda que facturó virguerías como si no pasara nada, como si estuviesen tocando la zambomba en una sobremesa navideña. Su virtuoso bajista, con el borde de los pedales a 0 cm del público (lo podríamos catalogar como “pedales de proximidad”), tanto noqueaba con líneas armónicamente perfectas, como de repente empezaba a sonar como si de un violín se tratara. Los loops de las guitarras entraban a raudales sin perder ni un milisegundo de precisión y, claro, el público empezó a enloquecer en bailoteos varios.
Incluso el set list fue maravilloso, empezando a piñón y acabando aún más a piñòn con auténticos bombazos para terminar un concierto de esos que no se olvidan.
Y así fue como acabó la noche del jueves. En próximas crónicas relataremos lo que sucedió en los dos días siguientes. Un abrazo, post-camaradas.
Toni es un apasionado de la música. Estudió violín e ingeniería informática. Sus gustos eclécticos, desde el hardcore/punk a la clásica, le permiten usar la música como terapia para no enloquecer (demasiado). Literalmente sin tiempo para pensar, toca la guitarra, el violín y el bajo en 3 bandas, se relaja como DJ y deambula compulsivamente por mogollón de conciertos molones.