Si hace unos días comentaba que el concierto de Satyricon me había pillado en un momento de auténtica comunión con la música de los noruegos, este de Anathema me coge prácticamente al revés. Y ojo, que no es que, como muchos trves, piense que los ingleses ya no son nadie desde que dejaron atrás el doom hace casi veinte años, al contrario. Lo que hacen ahora me gusta tanto o más que lo que hacían a mediados de los noventa, pero hace unos meses que, por ningun motivo en especial, la música de Anathema no está en mi rotación habitual. Esto no fué en absoluto un impedimento para asistir convencido a este concierto, ya que no solo siempre he sido fan, sino que sé que la banda de los hermanos Cavanagh (un apellido mucho más apropiado para el doom que para el pop, por cierto, dónde vas a parar) es normalmente infalible en directo y siempre son capaces de transmitir cosas que bien pocos pueden transmitir.
El escenario escogido en esta ocasión fué, al igual que en su última visita tres años atrás, la Sala Apolo, un lugar que parece ideal para que los británicos desplieguen toda la riqueza de su sonido y la fuerza de sus luces. La sala presentó un aspecto excelente (no me atrevería a decir lleno), y el público se mostró devoto y mayormente atento a la evolución de ambas bandas participantes. Así como en 2014 Anathema vinieron acompañados de una banda bastante desconocida como fueron los alemanes Mother’s Cake, esta vez los teloneros son un grupazo con entidad suficiente para haber venido por ellos mismos y haber llenado alguna sala de tamaño medio, constituyendo una cita ineludible que se saldó con un bolazo incontestable de Alcest y un buen bolo con algunos peros que ya iremos desgranando de los cabezas de cartel.
Alcest
Para muchos, los franceses Alcest se acabaron erigiendo como los grandes triunfadores de la noche, y la verdad es que razones no les faltan. Así como en la única vez que les había visto antes (en el Be Prog de 2014) no me transmitieron demasiado y me sonaron algo apáticos y desangelados, hoy Neige y los suyos dieron una onírica lección de intensidad y emotividad ante una sala ya prácticamente llena (aunque algunos se pasaron su concierto, herejes ellos, mirando despreocupádamente el móvil sentados en los sofás) y gracias a una puesta en escena minimalista y sencilla (logo proyectado al fondo, una pequeña estructura metálica dando soporte a unas luces muy bajas y efectistas y una batería muy simple con un bombo particularmente grande). Si no fuera por las generosas pedaleras a los piés de ambos guitarristas, Alcest serían un ejemplo perfecto de «menos es más». Y en su caso, más fué mucho, ya que tanto en los momentos más atmosféricos y sensibles (en los que la etérea voz en francés de Neige vá como anillo al dedo) como en los pasajes en los que tocaba meterle caña, blast beats y guturales sonaron sólidos y totalmente convincentes.
Aunque me dá la sensación que Kodama, su último trabajo, ha pasado algo más desapercibido entre el púbico en general que su anterior y celebrado Shelter, lo cierto es que sus temas suenan como un cañón, y la vuelta de los Alcest más oscuros y opresivos es un motivo de alegría después del halo de luz y espacio que supuso su (buen) anterior disco. El concierto empezó con el tema homónimo que abre este último trabajo, un monumento al post rock y al shoegaze más etéreo, y también hubo lugar para dos cortes más de Kodama: la rítmica y por momentos muy blackmetalera «Oiseaux de Proie» y la más tranquila y melódica «Eclosion». Pero cuando la gente disfrutó de verdad es durante la interpretación de los cortes imprescindibles de su discografía más primeriza: «Là où naissent les couleurs nouvelles», «Autre temps» y «Percées de lumière» son ya pequeños clásicos de la música oscura y melancólica contemporánea, y especialmente «Autre Temps», con su delicado crescendo, me parece un temazo apoteósico como pocos. En los sesenta minutos de concierto exactos de los que dispusieron (muy buen minutaje siendo teloneros), solo pudieron encajonar siete temas, y el elegido para cerrar su actuación no podía ser otro que «Délivrance», que también es el que cierra Shelter y que acabó, después de sus infinitos y sensibles loops, con un tímido y delicado Neige arrodillado en un escenario ya desierto. Bolazo el de Alcest, que le puso el listón muy alto, altísimo, casi insuperable, a la banda de los hermanos Cavanagh.
Setlist Alcest:
Kodama
Là où naissent les couleurs nouvelles
Oiseaux de proie
Eclosion
Autre temps
Percées de lumière
Délivrance
Anathema
Guste más o menos su último disco entre las huestes del metal (y en general, parece que gusta menos), el directo de Anathema siempre ha sido impecable, así que la pista de la sala Apolo se llenó de fans de la banda de todas las épocas, desde metaleros greñudos con camisetas de Amorphis y Behemoth a dulces modernos que les ven como una especie de alternativa a Coldplay. Es evidente y normal que muchos de aquellos que los conocieron y amaron en los noventa les hayan dado la espalda y se sientan despechados ante el viaje tan y tan lejano que han llegado a dar. Por otro lado, a mi incluso me extraña que la encarnación actual de la banda no tenga más éxito e impacto en un cierto «mainstream alternativo», teniendo en cuenta que lo que hacen ahora va sobradísimo de calidad y, a la vez, es perfectamente accesible para cualquier oreja acostumbrada al pop / rock «de autor». En todo caso, la magia de Anathema radica en que más allá de la oscuridad de sus inicios o de la luminosidad de su estado actual, la esencia y la emotividad que se desprende de su música se ha mantenido siempre intacta, con el añadido que tanto Vincent como Daniel se han convertido en dos tíos encantadores, desenfadados y siempre bromistas sobre el escenario, lo que es algo que siempre se agradece (a no ser, claro, que hayas venido con ganas de doom y de depresión fúnebre).
Empecemos por decir que Anathema no es una banda nada rara de ver por estos lares. En los últimos años los hemos tenido en dos ocasiones en el Be Prog! (2014 y 2017) y en dos ocasiones más en la Sala Apolo (2014, durante el tour de presentación de Distant Satellites, y hoy). Además, su vocalista y frontman Vincent Cavanagh también ha tenido a bien ofrecernos un par de conciertos acústicos en solitario durante este tiempo: uno, como parche de última hora del Be Prog! de 2015, sustituyendo la espantá de IQ (concierto famoso por su versión de Manu Chao, que escandalizó a más de uno), y dos, en la fiesta de presentación de este mismo festival hace unos meses en la galería que Error! Design tiene en el barrio de Gràcia de Barcelona, famoso esta vez por el début de su hit potencial «Mi español es mierda» (que parece que, extrañamente, no ha tenido recorrido). Así que los que gustamos de escuchar las canciones de Anathema en directo hemos tenido un montón de oportunidades para hacerlo. Pero así es esta banda: engancha de tal manera que dá igual que pienses que su último disco es tirando a plano o que les hayas visto decenas de veces, siempre acabas por volver aunque sepas perfectamente que no hay ninguna opción que caiga casi nada del siglo pasado a excepción de la inevitable «Fragile Dreams» para cerrar. Pero como les queremos, pues se lo perdonamos.
Anathema funciona como una empresa doblemente familiar: por un lado tenemos los tres hermanos Cavanagh (Vincent a la voz y a la guitarra rítmica, Daniel a la guitarra solista y a los teclados, y Jamie al bajo y siempre en segundo plano), y por otro a los dos hermanos Douglas (Lee a la voz y John, hoy ausente por algun motivo que desconozco, a la batería). El único que no tiene lazos de sangre con los demás es el percusionista / teclista portugués Daniel Cardoso, que a falta de John tomó asiento detrás de los parches y cumplió sobradamente (de hecho, algunos pensamos que es mejor batería que el titular, pero tampoco se lo digáis a nadie). Ya hace tiempo que la banda se muestra muy sobrada de confianza con este line up, y sobre el escenario son máquinas bien engrasadas: casi siempre suenan fantásticos, y las voces de Vincent y Lee (menudo vozarrón tiene Lee) se compenetran de forma perfecta para hundirnos en la más absoluta de las melosidades.
El concierto empezó con «San Francisco» y una película proyectada al fondo del escenario. Las primeras notas sonaron en cinta, pero poco a poco se fueron incorporando los músicos para acabar interpretando magníficamente esta canción que, a pesar de encontrarse por enmedio de The Optimist, funciona perfectamente como intro. Uno de los primeros a aparcer sobre el escenario fué Daniel, y tanto los fotógrafos apelotonados en el estrecho foso como los fans que llevaban aguantando barrera desde que abrieran las puertas, sufrimos un pequeño escalofrío al ver su aspecto con un montón de kilos de más. Algunas indagaciones en ese mismo momento me confirmaron que en los últimos meses ha sufrido una depresión de la que parece, que se está recuperando. De hecho, se le vió muy participativo y me atrevería a decir que difrutando durante todo el concierto, cosa que los que le vieron este verano pasado me dijeron que entonces no fué así y se notaba ausente y apático. Confiemos pues en que haya sido una mala época y que ya esté en proceso de volver a ser el tío sanote y simpático (eso aún lo es) que ha sido siempre. En contraste, tanto a Vincent como a Lee (que en cada concierto que les veo está más radiante y toma más y más protagonismo) se les vió mejor que nunca, llenos de mojo y con gran confianza y desparpajo.
Rápidamente llegó uno de los momentos álgidos de la noche, de la mano del que es su gran clásico reciente, el doblete de las dos partes de «Untouchable». Aunque es un tema (bien, dos temas que actúan como uno solo) que adoro sin reservas, en ninguno de los conciertos que les he visto lo han hecho sonar como en el disco. Aún así, se trata de una canción preciosa que contiene algunas de las líneas vocales más memorables de la historia reciente de la banda. Y parece que el público opina igual, ya que si dejamos de lado la final «Fragile Dreams», ésta fué la canción más coreada de la noche. La anécdota vino cuando Vincent le robó la cámara a Elena, una de nuestras compañeras de foso, y se puso a tirar fotos del público desde su posición privilegiada para delirio de todos. Un momento que desde nuestra primera fila vivimos con excitación y que demostró una vez más que Vincent venía con ganas de gresca y buen rollo. A diferencia de otros que sabemos que se lo dicen a todas, cuando comenta repetidamente lo feliz que está de tocar de nuevo en Barcelona, una de sus ciudades favoritas, es imposible dudar de que sea verdad.
A partir de ahí, entramos en una larga travesía a lomos de un setlist que, personalmente, y a pesar de que todo sonó de forma impecable, no me acabó de convencer para nada. Y no es porque los temas de The Optimist que se sucedieron uno tras otro en ese momento («Can’t Let Go», «Endless Ways» y el propio «The Optimist») sean malos, de hecho me gustaron más que en el disco, pero todo transcurre en un tono demasiado similar, dando la sensación que lo que veíamos ya lo habíamos visto antes. Eché en falta algo de épica y de momentos álgidos que animaran a la gente a tener la necesidad y la urgencia de desgañitarse, cosa que tengo la sensación que esta noche pasó menos que en casi todos los conciertos de Anathema que recuerdo. «The Lost Song pt 3» fué uno de los mejores momentos de esta fase con su crescendo hipnótico y repetitivo, demostrando que los temas de Distant Satellites suelen tener bastante chispa en directo, y la siguió un «Lightning Song» en el que Lee demostró de nuevo lo impresionante vocalista que es. Llegados a este punto, Danny comentó con su marcado acento de Liverpool y entre loas a Luis Suárez y a quejas por el calor y por un sonido de su guitarra que no le acabó de convencer, que si tuviera que escoger una sola canción de todas las que ha compuesto en su vida, sería «Dreaming Light», aunque no sabría decir por qué. Es sin duda un tema muy bonito, y como tal sonó, aunque para mí no es ni tan siquiera el mejor tema de ese fantástico We’re Here Because We’re Here (2010) que lo contiene.
La sorpresa de la noche, ya que no la venían tocando durante la mayor parte de la gira (aunque según ví a posteriori sí que la tocaron la noche anterior en Madrid), fué la inclusión de «A Simple Mistake». Estamos hablando de cosas serias, ya que ésta es sin duda una de mis canciones favoritas de Anathema. Y ya es mala leche, pero si otros cortes que me parecen bastante más planos sonaron de puta madre, éste no acabó de estar del todo ahí. Una pena porque me parece un temazo, y su ritmo repetitivo y pesado final me motiva enormemente y me hace levantar de la silla. De hecho, recuerdo que en el Be Prog de 2014 me volví absolutamente loco cuando la tocaron, ya que allí sí que sonó como un auténtico cañón. La nota curiosa es que, al no ser un corte que tuvieran previsto tocar cuando empezó la gira, Lee necesitó de una chuleta con la letra pegada al lado del pié de su micrófono. Aunque si tenía que leerse eso desde las alturas y con la luz del escenario la chica tiene una vista de lince al nivel de su voz. También fué interesante escuchar «Pressure», el único tema de un A Fine Day to Exit que se supone precuela de The Optimist, y que fué el segundo tema más antiguo que sonó hoy (donde a excepción de tres canciones, todo perteneció a sus cuatro últimos discos). Este tema, compuesto por el hoy ausente John Douglas, tiene un rollo a rock alternativo tan manifiesto que suena casi extraño. En mi opinión, podrían haber escogido alguna cosa del brillantísimo y tristemente ignorado Judgement en su lugar, pero bien, ellos sabrán.
Para cerrar un set principal que duró aproximadamente una hora y media, la elegida fué una apropiada «Closer» (la del vocoder). Un tema ya clásico que a mí nunca me ha dicho demasiado, y que en los momentos más animados puso a toda la sala a saltar, produciendo esa sensación de cierto yu-yú que dá el suelo del Apolo cuando se sacude violentamente y de manera aparentemente nada segura. Para dar pié al bis, por los altavoces de un escenario a oscuras sonó Firelight» que ya sabíamos que iba a servir para introducción a «Distant Satellites». Es curioso porque todo el mundo pensó que esta canción y sus generosos componentes electrónicos marcaban un poco la pauta que Anathema se suponia que iba a seguir en su siguente disco, pero a la hora de la verdad no ha sido así. Es curioso porque esta canción, que nunca ha sido de mis favoritas, siempre parece multiplicarse en directo, y todas y cada una de las veces que la he visto ha sido uno de los momentos álgidos de la descarga de los ingleses. En este caso no fué ninguna excepción, batalla de goliats incluida entre Vincent y el señor Cardoso.
Otro de los momentos inevitables en un concierto de Anathema es cuando le piden a la gente que enciendan la linterna del móvil y repliquen la portada de su disco en directo Universal. En este caso la canción escogida como banda sonora de este momento fué «Springfield», una de las mejores de su último disco, que contó con otra exhibición de Lee Douglas y durante la cual apagaron las luces del escenario completamente para dejar que la sala estuviera iluminada únicamente por cientos de móviles a manos de la gente. En ese momento, Danny se animó con un speech existencial y muy cierto sobre lo importante que es ser fiel a la esencia y a los principios de cada uno que sirvió para dar paso a «Back to the Start», el tema que cierra The Optimist, del que destaco su final claramente beatleiano y el inevitable ataque de latinidad de Vincent, cuyo español quizás es mierda, pero que se lanzó con unas líneas del «Olé Olá cada día te quiero más» que causaron sonrisas y algo de estupefacta confusión entre el respetable. Tanto tema emotivo pero lentísimo hacía que el bis transcurriera un poco falto de ritmo, y peor nos lo pusieron aún cuando toda la banda se marchó del escenario y Daniel se puso a interpretar uno de los temas de su reciente disco en solitario a piano y voz (tan reciente como que salía el mismo día del concierto). «The Exorcist» es bonita e intimista, eso seguro, pero tampoco me pareció nada del otro mundo. Por cierto, que aunque la práctica totalidad del público se mantuvo en el más respetuoso de los silencios siempre tiene que haber algun imbécil dando la nota, y en este caso el individuo en cuestión estuvo a pocos metros de mí, soltado tantos rebuznos como creyó graciosos tan pronto se le ocurrían. ¡Bravo, chaval!
Al acabar, Lee Douglas se subió al escenario de nuevo para marcarse una fabulosa versión del «Glory Box» de Portishead junto al piano de Daniel. Como Portishead son una debilidad personal, a mí este tema me sonó a gloria bendita a pesar de ser un paso más en el ritmo bajísimo que caracterizó el bis (y la mayor parte del concierto). Al acabar, la banda apareció al completo otra vez, dos horas y diez minutos después de empezar, para dar el carpetazo final a la velada mediante la esperada y muy previsible «Fragile Dreams», el tema más antiguo que tocan, el más coreado por la gente y el que menos pega con su repertorio actual. De hecho creo que si fuera por ellos ni la tocarían, y la sonorización de los instrumentos y el escenario, preparada para otro tipo de estilo, hace que nunca acabe de sonar del todo bien. Eso sí, parece que eso no le importa a nadie, incluso al clásico inocentón que se pasa el concierto pidiendo que toquen «Sleepless» (poca fé tiene el hombre), ya que todo el mundo se la sabe de arriba a abajo y la corea como si no hubiera mañana. Para acabar, bajo las notas de «A Wonderful World» del señor Louis Armstrong, los miembros de Anathema, majísimos ellos, se despidieron entre sonrisas y se dirigieron al puesto de merchandising para seguir repartiendo simpatía y charlar con todo el mundo que lo quisiera.
Y esto es lo que pasa con Anathema. Estamos ante un concierto que no pasará a la historia y que definitivamente no estará en mi top 5 de los que les he visto, pero aún así no he podido evitar escribir once párrafos de (creo) información relevante. Y es que esta banda exhuda una especie de intensidad que hace que cada momento se te grabe en la retina. Y hubo emoción, sí, pero fué una emoción plana y constante sin demasiados picos de excitación, así que me llamó la atención que la gente no sintiera la urgencia de cantar (probablemente no se sabía las letras) cuando yo he estado en conciertos de esta banda donde no oyes lo que sale del escenario durante toda la descarga. Lo que tengo claro es que Anathema se ganó volver de nuevo a Barcelona en breve, tal y como le gusta a Vincent, ya que la inmensa mayoría del público lo vivió con intensidad y emoción desde el primer al último momento, mientras algunos fans más veteranos no acabamos de verlo del todo claro. Pero bueno, puede no gustarte lo que hacen ahora y puede no haberte convencido demasiado el repertorio escogido (¡presente!), pero lo que nadie puede negar es que estos chicos son capaces de transmitir sobre un escenario como pocos pueden hacerlo.
Setlist Anathema:
San Francisco
Untouchable, Part 1
Untouchable, Part 2
Can’t Let Go
Endless Ways
The Optimist
The Lost Song, Part 3
Lightning Song
Dreaming Light
Pressure
A Simple Mistake
Closer
Firelight
Distant Satellites
Springfield
Back to the Start
The Exorcist
Glory Box
Fragile Dreams
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.