El año pasado, los alemanes ya se dejaron caer por aquí junto a Blues Pills, pero Kadavar es una de esas bandas que mola ver cuantas más veces, mejor. Después de que anunciaran la gira de este año que les está llevando a recorrer Europa junto a los holandeses Death Alley y los también alemanes Mantar, después del happy dance y de esperar pacientemente, el día del espectáculo finalmente llegó.
Uno podía sentirlo en el aire, más o menos fresco, de Barcelona que esa noche iba a ser jodidamente mágica. Las bandas se reunían en la Sala Bikini, que es la mejor sala de conciertos de toda la ciudad, por lo que la alegría era aún más grande. El escenario para una velada rock, psicodelia, suciedad y sudor no podría ser más adecuado. La calidez de la sala, tras ese interminable pasadizo metálico que te lleva hasta ella, está acostumbrada a escuchar prácticamente de todo. Añadid a todo esto el olor a cerveza mala, las melenas y las barbas de los asistentes y sonidos sobre las tablas del metal más clásico, y uno podía asimilar, perfectamente, que había ido a ver a Black Sabbath o algo así.
Death Alley
Los primeros teloneros abrieron la noche ante, aproximadamente, unas 200 personas. La banda comenzó a tocar ese híbrido musical protopunk con toques psicodélicos, un rock ‘n’ roll interpretado con la «delicadeza» del metal, que suena genial y que, hoy en día, tiene tan buena aceptación entre la parroquia más “clásica”. Los tipos se lo curraron bastante. Demostraron descaro por doquier y, aunque no les tenía muy por la mano, el carisma que demostraron, sobre todo su vocalista Douwe Truijens, muy en la onda de un Robert Plant en estado de gracia, me encantó. Abrieron la velada con «Black Magick Boggieland», tema que da título al que, hasta el momento, es su único larga duración en el mercado. ¿Su estilo? Bueno, ya es por todos sabido que a este tipo de bandas que, en pleno s. XXI beben a y abusan de los sonidos más crudos y directos de los 70, se las suele comparar siempre con Black Sabbath, obvio, Motörhead y algo, algo también tienen de Hawkwind, para qué negarlo.
A lo largo de la media hora que estuvieron allí subidos, solo les dio tiempo de deleitarnos con cinco temas y, la verdad, es que nos quedamos con ganas de más, pues estos muchachos tienen y demuestran tal descaro… Acto seguido, nos regalaron “Headlights In The Dark” y “Shake The Coil”, entre los contoneos de Truijens, ataviado con una vestimenta muy acorde con lo que el sonido de la banda evoca. A continuación, sonó la “666666” (también conocida como “7777777”).
El final de su actuación llegó con «Supernatural Predator», y con ella los decibelios y las ganas de (más) fiesta, ya con una sala totalmente entregada al desenfreno. Muy buen sabor de boca, la verdad. Eso es lo bueno de los conciertos con más de un telonero, pues los primeros siempre suelen llegar con nada de perder, y se van con todo, absolutamente todo ganado.
Setlist Death Alley:
Black Magick Boogieland
Headlights In The Dark
Shake The Coil
7777777
Supernatural Predator
Mantar
Los segundos en dejarse ver fueron el dúo formado por Hanno Klänhardt y Erinç Sakarya, un proyecto peculiar que junta sobre el escenario guitarra y batería, que dista un poco de las propuestas de las otras dos bandas, pues los germanos practican un doom metal-punk que no es sludge, pero que se le parece.
Como si de un combate de boxeo se tratase, y colocados cada uno a un extremo del escenario, empezaron a escupir rabia y mala leche en forma de compases rudos y pesados. Era cerrar los ojos e imaginar que sobre las tablas había algo totalmente diferente a un dúo, por esa forma de rellenar todo y cada uno de los rincones de la sala. Propuesta, cuanto menos, arriesgada teniendo en cuenta que eran la nota discordante de la velada.
No faltaron temas como “Cult Witness”, caballo salvaje que trota en medio de la más cruenta de las batallas, “Spit”, “Cross The Cross” o la tremenda y absolutamente obscena “Era Borealis”. Y todo con unas luces rojas de fondo que dejaban entrever que aquello no era normal. ¡Qué manera de trasnmitir! ¡Qué poca vergüenza! ¡Qué contoneos! ¡Qué alaridos, joder! Un gran descubrimiento. Id corriendo a escuchar Death By Burning y dejaos llevar… el infierno sobre la tierra, cuanto menos.
La nota «disonante» de la velada resultó ser todo un acierto; un aperitivo perfecto.
Setlist Mantar:
Cult Witness
Spit
Cross The Cross
Era Borealis
Pest Crusade
Kadavar
Si bien los teloneros pusieron el listón alto, Kadavar llegaron a esa barra y nos deleitaron con un concierto vibrante y tremendo dentro de un ambiente cósmico. Algunas bandas son buenas en directo. Otras son grandes en directo, pero solo algunas bandas parecen exceder cualquier tipo de descripción y adjetivación de lo buenas que son. Incluso cuando trato de contar el espectáculo de esta entrevista aquí, debo decir que, para ser sinceros, es completamente abrumador lo genial que es Kadavar en vivo. El trío subió al escenario con una multitud muy agradecida y amable, y abrió con «Rough Times», tema que da nombre a su más reciente trabajo discográfico, el cual ya reseñamos. Tuve momentos en los que me resultó difícil mantener la boca cerrada porque reconozco que estaba completamente asombrado de lo bien que suena esta banda. «Doomsday Machine» se convirtió en una patada; fue como entrar en la máquina del tiempo (en un Delorean, pues «the way I see it, if you’re gonna build a time machine into a car, why not do it with some style?») y retroceder hasta un tiempo en el que la música no conocía fronteras, ni definiciones de géneros, ni Auto-Tune. No había ni un alma inmóvil en la sala mientras los germanos lo daban todo sobre el escenario, ya que estaban completamente hipnotizados y físicamente absortos por el ritmo sónico de Kadavar. «Skeleton Blues» y su wah-wah infeccioso y «Doomsday Machine» llenaron hasta el último rincón de la sala a base de actitud y descaro setentero, muy en la onda de sus tan amados Black Sabbath. A continuación, los berlineses atacaron con «Pale Blue Eyes», incluido en su álbum de 2015 Berlin. «Black Sun» es tan y tan infecciosa y hasta «desagradable» que, por un momento, parecía que el lugar se había convertido un strip club. Recuerdo que un tipo allí presente le comentó a su acompañante: «Esto es lo que yo llamo metal sexy«. Metal sexy… ¡mola!
Todo el público que asistió parecía estar completamente cautivado por su actuación, y su asombrosa pericia musical solo podía ser igualada por su electrizante presencia en escena, con ese Christoph «Tiger» Bartelt en primera línea que parecía que te iba hacer saltar un ojo en cualquier momento, entre muecas y gruñidos; él se llevó el premio a showman de la velada, sin lugar a dudas. El cantante y guitarrista principal, Christoph «Lupus» Lindemann, mezcla casi perfecta entre Jared Leto y Zakk Wylde, de vez en cuando nos daba las gracias a todos por haber asistido, pero en lugar de hablar y hablar durante todo el show, optó por dar todo lo que tenía en la actuación y la música que estaba interpretando. Lindemann sentía totalmente el ambiente que emanaba desde la audiencia y nos correspondía dándonos el doble. Sacudía la melena, le sacó hasta el último de sus riffs a la guitarra y elevó sus altísimas voces a alturas que superan a las que nos muestran sus álbumes. Ver a Bartelt era como ver a Animal de los Puppets mandar a la mierda sus tambores. Su pasión y energía casi lo convirtieron en el líder, mientras que el bajista Simon «Dragon» Bouteloup estaba agazapado entre las sombras jugando con el ritmo.
El setlist fue una gran mezcla de canciones de todos sus álbumes publicados hasta la fecha, incluyendo su soberbio último trabajo Rough Times (2017). Que son una banda de directo, de eso no hay la menor duda. Que, en vivo, dan más rienda suelta a sus más bajos instintos, tampoco es una novedad. «Into The Wormhole» sonó dura y contundente, mucho más que en el álbum, al igual que “Living In Your Head”, tema que cierra su homónimo debut de 2012. Con «The Old Man» dieron muy buena cuenta, una vez más, de su buen hacer sobre las tablas; uno de los momento más álgidos de la noche, junto con la festiva y preciosamente adictiva «Die Baby Die». Era un no parar de éxtasis colectivo, base de rock ‘n’ roll y de trallazos como la coreadísima «Tribulation Nation» y «Purple Sage».
Pero para el que les escribe, lo más destacado de la noche fue cuando interpretaron «All Our Thoughts». Uno podría ver a a Lindemann desgarrando solos de izquierda a derecha como si estuviera celebrando de fiesta con los Dioses de la Guitarra. Llegados a ese punto, que marcó un poco el inicio del final de su actuación, ya sabía que estaba viendo una actuación verdaderamente épica y mágica, y que fácilmente podría ser de las mejores que he visto en Bikini.
Tras una breve ausencia, llegó el momento de los encores: una brutalmente metálica versión del clásico de The Damned «New Rose», la mejor que haya escuchado jamás, y la espectacular pieza que abre su álbum de 2013 Abra Kadavar, «Come Back Life».
Un espectáculo de Kadavar es algo que tendrías que vivir, al menos, una vez en la vida. Es increíble, alucinante, divertido, mental y físicamente agotador; cuando digo agotador me refiero a la acepción guay de la palabra, ya que es una banda que realmente conecta con la audiencia pudiendo uno sentir la energía que transmiten. De hecho, a veces incluso me sentí como si fuera el único presente mientras la banda tocaba y me arrastraba a su mundo, creando una conexión sónica entre el que os escribe y sus canciones. Esto es algo que muchas bandas se esfuerzan por hacer, pero que rara vez logran; sin embargo, Kadavar parece no intentar nada y lograrlo con suma e insultante facilidad. Se trata de una experiencia que debes ver por ti mismo. Es mística, es mágica y es, sobre todo, poderosa… muy poderosa.
Setlist Kadavar:
Rough Times
Skeleton Blues
Doomsday Machine
Pale Blue Eyes
Black Sun
Into The Wormhole
Living In Your Head
The Old Man
Die Baby Die
Forgotten Past
All Our Thoughts
Tribulation Nation
Purple Sage
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New Rose (versión de The Damned)
Come Back Life
Noche de excesos, obscenidad sonora y de contrastes. Larga vida al rock’n’roll, tenga el sello que tenga…
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.