Pongamos que hablo de Helloween

Hablar de Helloween es hacerlo de una banda totalmente decisiva en la historia del heavy metal europeo y mundial. Absolutos pioneros de lo que a día de hoy llamamos power metal, su influencia en tantas y tanas bandas es incuestionable, así como su reinado durante la segunda mitad de los ochenta y su renacer ya en la década de los 90. No por nada una de sus canciones más felicianas se llama Rise and Fall.

Supongo que un buena fan de las calabazas de Hamburgo dividiría su historia en 3 etapas, las que corresponde a cada uno de sus cantantes, pero yo creo que es más acertado hacerlo en 5. O 6. Vamos a por ello.

Kai Hansen – Walls Of Jericho (1985)

Obviaremos un poco la formación del grupo con Piet Sielk (Iron Savior) y sus primeros «ires y venires» para centrarnos en su primer LP, Walls of Jericho. Con una de las personas más carismáticas de la escena metalera (Kai Hansen) a la voz y guitarras, y formando un mítico dueto con Michael Weikath, este disco supuso un golpe de aire fresco en la escena alemana. Caracterizado por la crudeza de su sonido (crudeza teniendo en cuenta que hablamos de Helloween, por supuesto) y un atisbo de la melodía que vendría, canciones como «Starlight», «Judas», «Ride The Sky» o la mítica «How Many Tears» sentaron la base de lo que sería el grupo en un futuro no muy lejano.

La característica voz de Hansen, que pronto dejaría hasta bien entrado Gamma Ray, le daba un cierto aire salvaje que hace de esta etapa la más diferente del grupo. Quizá la producción y mezcla potenciasen esta percepción, o quizá estaban buscando su lugar en el heavy metal. En este disco y en los conciertos que le siguieron quedó patente que Hansen no era el cantante adecuado para un grupo que apuntaba semejantes maneras, pero la verdad es que escuchando canciones de esta época cantadas por otros cantantes más melódicos (del propio grupo o en versiones), a mí me queda claro que la voz de Hansen era la ideal para ese estilo más crudo.

Michael Kiske – Keeper Of The Seven Keys: Pt. I & II (1986 – 1990)

Viendo que la labor de Hansen sería mucho más productiva enfocándose en las guitarras y composiciones, Helloween recluta a un chico de unos 18 años para que se ponga al frente, y resulta que reclutaron a Dios. Si es innegable la influencia de Helloween, no lo es menos la que ha ejercido Michael Kiske en una enorme hornada de cantantes. Con una técnica inmensa y una capacidad para llegar a lo más alto fuera de lo común, el joven cantante fue lo que necesitaba el grupo para dar un vuelco a su música, parir los dos mejores discos que ha dado el heavy metal (aquí permito que se me pegue por discrepancias) y hacer de la felicidad y el buen rollo santo y seña de un estilo que, en base a prejuicios, se caracteriza por la mala leche y el ruido.

Hablar de las dos partes del Keeper of the seven keys es hacerlo de dos discos totalmente fundamentales del heavy metal.  El estilo rápido, melódico y cachondo te gustará más o menos, pero al igual que con el British Steel (Judas Priest) o el The number of the beast (Iron Maiden), el heavy metal no sería lo mismo sin estos discos. Canciones como «Eagle Fly Free», «Future World» o la sempiterna «I Want Out» son historia viva del power, pero canciones que por alguna razón que no logro comprender no han tenido tanto recorrido, como «Rise And Fall», «March Of Time» o, principalmente, «I’m Alive», muestran el estado de gracia de unos chicos que lo bordaron en la segunda mitad de los 80.

Pero no es oro todo lo que reluce, y quizá la letra de I want out daba alguna pista de que algo no iba bien y que había discrepancias internas. Sea como fuere, el santo y seña de la banda, Kai Hansen, decidió abandonar Helloween y montar Gamma Ray. Si hubo arrepentimiento en un futuro, no lo sabremos, pero lo cierto es que 2017 ha traído una gira de reunión.

Michael Kiske – Pink Bubbles Go Ape & Chamaleon (1991-1993)

Con Hansen fuera (sustituido por Roland Grapow), Kiske y Weikath toman el mando del grupo, y bien por gustos personales, bien por presiones discográficas o por alguna razón que nunca conoceremos, la música de Helloween vuelve a dar un giro inesperado, esta vez a peor (aunque para gustos los colores).

Su música se vuelve mucho más melódica, casi rallando el pop (más en Chamaleon que en PBGA), pierden la frescura que habían logrado y las críticas casi los matan. El que había sido un grupo tan decisivo en el heavy metal cae en desgracia tras solamente tres discos, y seguramente cae por decisiones internas y no entender bien lo que podían lograr. Aún así, hay ciertas canciones que se salvan de la quema, como «The Chance» o «When The Sinner», que pueden ser interesantes.

Quizá, bajo otro nombre, hablaríamos de buenos discos, pero llevar Helloween en su portada hizo mucho daño, tanto a los discos como  a la marca del grupo. El resultado fue claro y triste: pelea interna, salida (de malas maneras) de Kiske y del batería Ingo Schwitchtenberg, que unos años más tarde se suicidaría. Desde aquí, aunque no sea nada, rindo un pequeño homenaje al mítico batería del grupo alemán.

Andi Deris – Master Of The Rings & The Dark Ride (1994 – 2000)

¿Puede un cantante de un grupo de hard rock defender bien los temas más powermetaleros? Puede. ¿Puede un batería (que venía de pelearse con un ex miembro del grupo por líos de faldas, según cuentan) sustituir a un miembro mítico de la banda y, aún más, hacerse importantísimo? Puede. ¿Puede una banda a la que la mayoría daba por muerta resurgir de sus cenizas? Obviamente, puede. Y quizá Helloween sea el ejemplo más claro de esto último.

La cosa pintaba muy mal tras Chamaleon. Sin LA voz, con dos discos tildados de mediocres y con infinitas dudas acerca de lo que podrían hacer, Helloween vivían entre permanentes signos de interrogación. El reclutamiento de Andi Deris, cantante de Pink Cream 69 y amigo de Michael Weikath, tampoco ofrecía demasiadas esperanzas, pero Master of the rings tapó muchas bocas e hizo que la legión de fans del antiguo grupo creciera. Quizá el disco no tenía tanta frescura como las dos joyas de la corona, pero ganaba en contundencia sin perder un ápice de melodía ni solos dobles de guitarra tan característicos. Master of the rings supuso no solo el re descubrimiento de un estilo que parecía dormido, sino un puñetazo en la mesa del grupo de power más importante.  Canciones como «Sole Survivor» o «Where The Rain Grows» son ejemplos perfectos de esta descripción (menos frescura, más potencia e igual melodía), mientras que otras como «Perfect Gentleman» nos recuerdas que el cachondeo y el sentido del humor seguían latentes en el seno de Helloween.

Los discos posteriores no hicieron más que confirmar y potenciar estas apreciaciones. Time of the oath y Better than raw son, también, ejemplos clarísimos de este resurgir (mejores o peores discos… eso lo dejo al gusto de cada uno) y un desencaje de mandíbula para los que, una vez, renegaron de las calabazas. «Power», «I Can» o «Falling Higher», entre otras muchas, ya son clásicos del heavy metal.

Además la formación fue consolidándose disco a disco. Deris, Weikath, Grapow, Gosskpof y Kusch parecían inseparables. Hasta The dark ride. Con un sonido mucho más oscuro que sus antecesores (pero sin perder la melodía e, incluso, cierto toque divertido en temas como «Mr. Torture»), para muchos este disco supuso un claro paso atrás. Para otros, entre los que me encuentro, supuso el mejor disco de la era Deris. Canciones como «Immortal», «The Departure» o la propia «The Dark Ride» mostraban una nueva dimensión de Helloween que pocos podían esperar. Y como todo cambio, tuvo sus consecuencias. Grapow y Kusch, los incitadores de este giro musical, salieron del grupo.

Andi Deris – Rabbit Don’t Come Easy & My God-Given Right (2003-2015)

Y entramos en una nueva fase. Con Sacha Grestner acompañando a Weikath a las guitarras y con más de un cambio en la batería hasta que Dani Löble se consolidase, para el que suscribe Helloween entraron en su segundo bache, del cual aún no han salido. Si la primera etapa de Deris estuvo plagada de buenos discos, en esta segunda cada álbum me parece peor, sólo salvando alguna canción por disco, hasta llegar a My God-given right, trabajo que no he sido capaz de escuchar completo.

Obviamente en 6 discos hay buenas canciones, algunas muy buenas (muchas de ellas, sorprendentemente, compuestas por Markus, bajista de la banda y que hasta entonces no había destacado por sus composiciones), pero el declive, para mi, es patente. Carentes ya de cualquier tipo de frescura, incluso de aquél aura de la primera etapa de Deris, parece que Helloween se repite una vez y otra, intentando vivir más de su nombre que de sus discos. Como ejemplo, titular a uno de sus discos Keeper of the seven keys – the legacy (conocido popularmente como el Keeper 3) intentando reconquistar el mercado con un nombre mágico.

Como con la segunda etapa de Kiske, quizá el nombre pesa demasiado, ya que buenos temas hay en todos los discos. «The King For A Thousand Years», «Straight Out Of Hell», «Hell Was Made In Heaven» o «Are You Metal?» son buenos temas de heavy metal, eso es innegable, pero… exacto. Hay algún pero que lo empaña todo.

2017 – ¿?

Buena muestra de lo descrito en esta última etapa, así como de las dificultades del mercado metalero, es lo que está ocurriendo en este 2017 y que quién sabe cómo acabará. Lo que parecía imposible ha pasado. No hablo de Hansen en el escenario con Helloween (esto ya pasó en giras HelloweenGamma Ray), sino de Kiske con las calabazas tras llegar, casi, a los insultos. Todos tenemos que llenar la nevera a fin de mes, y para mi gloria y disfrute, ellos han decidido hacerlo con la vuelta de sus dos ilustres figuras a la formación actual. Tendremos 3 cantantes y 3 guitarras, y de momento un nuevo tema de adelanto que me parece mejor que (casi) toda la segunda etapa de Deris al frente. Veremos si se queda en una gira o deciden poner sus mentes a parir temas nuevos geniales otra vez. Sin duda el nombre de Helloween lo merece.

Xavi Prat
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Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios. Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo. Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.