Desde la ciudad francesa de Toulouse llega a mis manos el segundo trabajo de estudio del cuarteto de death metal progresivo Stormhaven. Este es uno de esos discos ante el que uno no puede hacer otra cosa que mirárselo dos o tres veces por delante y por detrás, rascarse la cabeza y preguntarse como es posible que estos tíos tengan poco más de 500 fans en Facebook y 42 oyentes semanales en Spotify. Con un sonido potentísimo, sus capacidades técnicas y la exuberancia que desprenden sus canciones tanto compositivamente como en términos de ejecución es impresionante, así que no puedo evitar pensar que la razón de su anonimato sea probablemente el sufrir de uno de esos males tan habituales en muchas bandas jóvenes y más o menos novatas: no se saben vender. Tienen talento para parar un tren, son músicos excepcionales, se tiran horas y horas en casa, en el local y en el estudio perfeccionando hasta el último detalle y son capaces de componer y editar, en silencio y con cierta timidez, un pedazo de disco como éste, pero a la vez no tienen el ímpetu, la valentía o los medios de plantárselo en la cara a todo el mundo y decir: «¡Hey, vosotros, escuchad este pepinazo que hemos sacado!». No conozco con detalle la escena francesa en general ni mucho menos la de Toulouse, pero lo que sí que conozco son unas cuantas bandas de aquí que sufren precisamente de este problema. Y como sé que es así, asumo que es nuestra responsabilidad como revista y mi responsabilidad como redactor lo suficientemente afortunado para poder escoger qué discos reseñar, el ayudar a darles, a ellos y a muchos otros, algo más de esa visibilidad que creo que se merecen.
Para empezar, Stormhaven no disimulan demasiado que les gustan, y mucho, los Opeth de su época más celebrada, la década que comprende desde Still Life a Watershed. Hay momentos concretos en los que el homenaje a los de Michael Akerfeldt es flagrante, pero tampoco os penséis que se trata de una copia descarada, porque no lo es ni muchísimo menos. De hecho hay muchos temas en que no los recuerdan para nada, y en general estos franceses son bastante más agresivos que los suecos, acercándose en muchos momentos al black metal. Apoyados en la combinación de las voces de Zachary Nadal y Régis Royer, que te cubren tres registros sobradamente, no es una banda que use las incuestionables capacidades técnicas de sus músicos de forma gratuita, sino que actúan al servicio de la construcción de multitud de momentos y pasajes motivantes e infecciosos de los que es imposible sacudirse. Pasajes que aparecen de la nada y que se suceden uno tras otro con éxito continuo, abrasivos y contundentes sin dejar de ser, de alguna forma, melódicos, accesibles y totalmente identificables.
El álbum se construye alrededor de la impresionante suite que abre el disco y que va más allá de los 30 minutos de duración. Lleva por título «Exodus», como el trabajo completo, y está estructurada en tres partes llamadas «The Emerging Ghost», «The Crystal Gate» y «The Celestial Eye» que forman un único contínuo sin pausas y más o menos homogéneo con casi infinitas partes que se entrelazan y se suceden con aparente naturalidad, alcanzando su indudable apogeo en la tercera escena, que para mi gusto empaqueta lo mejor de este terceto y (casi) del disco completo, con múltiples riffacos enérgicos y realmente fabulosos que se enlazan y se entrelazan sin respiro con sutiles y sensibles líneas de piano, lo que le da al conjunto una personalidad muy interesante. Los últimos cinco minutos de este tercer tema, aparentemente opethianos de buenas a primeras pero que no resultan serlo tanto, son absolutamente apoteósicos y constituyen una de esas outros épicas que hacen que todo un disco valga la pena.
Las otras dos canciones que componen este trabajo están lejos de ser meras comparsas de relleno. «Mirror of Revelation» empieza con un riff de sonoridad muy interesante y en conjunto es una muy buena composición, pero si hay un tema que le pueda discutir la corona a «The Celestial Eye» es sin duda la final «Eclipse», un temazo épico y espectacular que se ha acabado erigiéndose en mi favorito (y en la de muchos). Llena de groove y de mojo, empieza con un riff inicial impresionante y super progresivo, quizás el mejor de todo el disco, y contiene una orgía desbocada de partes veloces, solemnes, melancólicas y espaciales a lomos de multitud de riffs motivantes y de continuos momentos épicos. Si tenéis que escuchar solo un tema antes de decidiros a invertir una hora de vuestro tiempo en Stormhaven, escuchaos éste.
Quizás si hay algo de lo que peca este disco, por ponerle una pega, es de la exagerada cantidad de partes distintas que forman cada una de las canciones y el disco en general, de manera que a veces los temas dan la sensación de ser una vil sucesión de pasajes (individualmente excelentes, eso sí), y de carecer de una estructura definida, echando en falta una cierta previsibilidad a la que nos podamos agarrar. Pero incluso eso lo veo más como un problema circunstancial causado por la increíble verborrea compositiva que tiene la banda, que intuyo que si fuera por ellos habrían publicado un disco el doble de largo pero que alguien ha tenido que ir a pararles los pies. De todas maneras, a pesar de que su duración se acerca a la hora y de que, como digo, los pasajes se suceden sin repetirse cíclicamente, Exodus es un disco muy entretenido que no se hace nunca largo o pesado, lo que demuestra que los franceses han sido capaces de acumular una cantidad de partes distintas bastante impresionante.
Por todo ello, Exodus se revela como un trabajo maravilloso que cualquier fan del death metal progresivo a quién le gusten bandas como Opeth, Between the Buried and Me, Persefone o Moonloop debería catar, y mi veredicto irrevocable es que no se trata de un disco más dentro de un género por el que hoy en día pululan una cantidad de bandas bastante abundante, sino que mi sensación es que estos chicos tienen un algo especial que, de haber suficiente insistencia en la promoción y de llegar su música a las manos correctas, os podría dar la oportunidad de vacilar a vuestras futuras amistades de que vosotros les descubristeis cuando aún no eran nadie. Pero para esto tenéis que poneros a escucharlos hoy mismo. ¡Hacedlo! Estoy seguro de que no os arrepentiréis.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.