Aviso por adelantado que quién de buenas a primeras tenía que haber cubierto este concierto para Science of Noise no era yo, pero nuestro powermetalero de referencia se bajó en el último momento por causas de fuerza mayor. Unos cuantos gritos e inquisiciones buscando un sustituto en nuestra redacción (aqui debéis imaginarnos a todos sentados en minúsculos cubículos frente a nuestras máquinas de escribir, vestidos con camisas de rayas blancas y azules y con un Marlboro medio consumido entre los labios) tuvieron miradas para otro lado como única respuesta, así que tuve que ser yo, que soy un tío abnegado y totalmente entregado a la causa, el que se acabara desplazando hasta la siempre lejana Sala Salamandra para ver este concierto. Y mira que ya he dicho en multitud de ocasiones (por ejemplo aquí o aquí) que a mí el power metal, en esencia, es un estilo que no me gusta especialmente. Bien, a decir verdad que estoy dramatizando un poquito: que no soy especialmente fan del género y que muy muy raramente me pondría un disco en casa es un hecho innegable, pero no es menos cierto que siempre que he ido a un concierto de este estilo lo he disfrutado sin demasiados problemas. Y hoy no iba a ser la excepción.
Porque aquí está la otra: el power metal es un género facilón. Tan facilón que en el momento en que finalmente asumí que sería yo quién iba a asistir a este concierto y el responsable de escribir esta crónica, me documenté escuchando hasta tres veces el inamovible setlist completo de las tres bandas implicadas, y me dí cuenta durante los bolos que con eso tuve suficiente para corear prácticamente todas las canciones. Y eso que, excepto Unleash the Archers, que me parece una banda muy fresca e interesante, ni conozco especialmente ni me atrayeron nunca las otras bandas del cartel. Hace años había oído accidentalmente algunos clásicos de Rhapsody, claro, pero nunca me había parado a escuchar activamente ni a los italianos ni a los cabezas de cartel de hoy. Dicho todo esto, no os penséis ni que fuí obligado ni que iba con el hacha preparada ni que no lo difrutara, más bien al contrario: no lo hice en absoluto y lo disfruté sin ningun prejuicio.
El cartel planteaba el atractivo especial de ser capaz de reunir a tres generaciones de bandas de power metal: Rhapsody of Fire representan el pasado, una banda clásica que, movidas internas a parte, está muy lejos de su cumbre creativa y de popularidad aunque en su momento ayudó a hacer que este género fuera inmensamente popular en los noventa y los primeros dosmiles, dejándonos algunos temas que, sin duda, pasaran a la historia del metal. Por otro lado, Orden Ogan son el presente: tienen temazos facilones, pegadizos y motivantes, la gente los ama y van sobradísimos de confianza, pero debido a que el género no pasa por sus mejores días, dudo que nunca lleguen a alcanzar la relevancia histórica que sus predecesores. Por último, los canadienses Unleash the Archers representan el futuro con la incorporación de múltiples elementos de heavy metal clásico, death metal melódico o metalcore que hacen que sea incluso difícil clasificarlos como una banda de power metal al uso.
Para mi sorpresa, y estando yo convencido de que éste no es un estilo precisamente en auge, hubo una presencia muy destacada (me atrevería a decir que mayoritaria) de gente muy joven, incluso muchos adolescentes, que se entregaron indistintamente a las tres bandas, hasta el punto que casi todo el mundo que iba a venir hoy aquí (unas 300 personas largas, calculo) ya había entrado antes de que Unleash the Archers saltaran sobre el escenario. Una evidencia que me pilló por sorpresa a mí y, creo, a la mayoría de medios de Barcelona, ya que solo pude contar tres fotógrafos, teniendo en cuenta que, en el concierto de Paradise Lost de esta misma semana, con una asistencia similar, había hasta once. Hablando de ello, me reafirmo en que aunque la Sala Salamandra esté en el culo del mundo y sea bastante poco conveniente para mí a nivel logístico, posee las mejores luces de Barcelona para los fotógrafos humildes que nos conformamos con sacar alguna fotillo decente.
Unleash the Archers
Los canadienses Unleash the Archers es la única banda de las tres que íbamos a ver hoy aquí que me había llamado la atención con anterioridad, ya que su música va mucho más allá del power metal más típico, aunando elementos de heavy metal clásico, metalcore e incluso death metal melódico para formar una amalgama que, en muchos momentos, me recuerda a bandas que sí que me gustan como Trivium o 3 Inches of Blood. Por lo que había leído en los días previos, había una cantidad importante de gente que se planteaba venir a este concierto con el único aliciente de verlos a ellos, en lo que iba a ser su primera presencia en la península. Es posible que, de ser así, se sintieron un poco decepcionados, ya que el quinteto de Vancouver solo contó con media horita para demostrar su valía, pero que no se trataba de una banda telonera cualquiera quedó demostrado por el hecho de que a las siete y media la pista ya estaba casi llena, con un buen puñado de jóvenes fans rebosantes de excitación y apelotonados contra el escenario. Tal está siendo su éxito durante esta gira que, ya antes del concierto, no quedaba ni una sola camiseta suya en el puesto de merchandising. Vamos, que creo que el público ha hablado: Unleash the Archers son el futuro y necesitan una gira propia como el pan que comen.
Liderados por la simpática e innegablemente atractiva Brittney Slayes, embutida en este caso en una especie de mono lleno de rendijas algo extraño, los canadienses demostraron en todo momento que su hype en el submundo del power metal está más que justificado: llenos de energía juvenil y con unas capacidades técnicas impecables, encandilaron al respetable a base de temazos, buen sonido, simpatía y poses metaleras por dóquier. Aunque en disco esta influencia está un poco más diluida, en directo el deje a Iron Maiden es muy evidente, tanto en pasajes musicales concretos como en la voz y la actitud de Brittney, cuya voz de sirena está siempre apoyada por los dos guitarristas, que aportan un toque moderno y poderoso con algunos guturales. Empezaron con «Apex» y «Test your Metal», pero cuando la cosa se empezó a desbocar es cuando tocaron dos de las mejores canciones de su reciente Apex, que para mí es el mejor trabajo de su carrera de largo: tanto «Cleanse the Bloodlines» como «The Matriarch» son dos temazos que sonaron potentísímos y que fueron recibidos con pasión por un público entregado. La media hora que pasaron sobre el escenario se hizo cortisima, y acabó con su tema más conocido, una veloz y pegadiza «Tonight We Ride» que acabó con todo el mundo cantando extasiado. Un bolo impecable el suyo, algo que no puedo llegar a calificar de sorpresa, por parte de una banda a tener muy en cuenta en los próximos años.
Setlist Unleash the Archers:
Apex
Test Your Metal
Cleanse the Bloodines
The Matriarch
General of the Dark Army
Tonight We Ride
Rhapsody of Fire
Si me dices hace un tiempo que me ibas a encontrar en un concierto en sala de Rhapsody of Fire por decisión propia no me lo habría creído. Los italianos simbolizan lo más histérico y pizpireto del género, y si una cosa es tragarme los clásicos de Blind Guardian o de Helloween, otra muy distinta es exponerme a pecho descubierto a una lluvia de espadas y dragones envueltos en histéricas sinfonías durante una hora. Así que con todo mi escepticismo y buena voluntad, me preparé para presenciar y, si es posible, disfrutar de la descarga de lo poco que queda de esta versión de la banda. Seguro que ya lo tenéis todos más que claro, pero os recuerdo que los originales Rhapsody of Fire (que ya se habían cambiado el nombre desde que fueran Rhapsody a secas en su época dorada) se escindieran en 2011, cuando su guitarrista y fundador Luca Turilli formó una encarnación distinta a la troncal con un elenco de músicos nuevos, dejando al teclista Alex Staropoli al mando de la banda original. Lo curioso es que, a lo largo de los años, todos y cada uno de los miembros originales han ido trasvasando de una versión a otra, desde el batería Alex Holzwarth al icónico vocalista Fabio Lione, de manera que lo que vamos a ver hoy aquí es básicamente al señor Staropoli acompañado de un montón de músicos deconocidos tocando viejas canciones de su era más exitosa. Los otros Rhapsody, los que ahora se acercan más a lo que fueron originalmente, estarán de visita por estos lares a principios del año que viene, en una gira que los traerá como cabezas de cartel a la sala Razzmatazz 2, así que os podéis imaginar la diferencia de tirón que, a día de hoy, tienen unos y otros.
Pero bueno, sean quiénes sean los músicos que estén a día de hoy en la banda (todos buenísimos, por supuesto), los clásicos los siguen teniendo, y alrededor de estas canciones hay una aura de respeto y admiración powermetalera que se podía palpar en el ambiente. Personalmente, aunque no me pondria un disco suyo ni en mil vidas, le valoro a Alex Staropoli la pasión y el seguir creyendo en lo que hace a pesar de la adversidad, quedándose siempre en un segundo plano en directo y dejando que fueran el guitarrista Roberto de Micheli y el nuevo y joven vocalista Giacomo Voli los que se lleven el protagonismo y los aplausos. Este último dió la talla perfectamente y la gente pareció aceptarlo bien. Yo, la verdad, no sabría decir si estuvo a la altura o no de su predecesor Fabio Lione, pero me pareció que daba el pego sin demasiados problemas. El joven batería alemán Manu Lotter, por su parte, un tío que proviene del mundo del metalcore, demostró sus habilidades tras los parches aunque quizás no fué capaz de transmitir demasiado, sobrado de técnica y precisión pero con una presencia algo fría.
En cuanto al repertorio, sin conocerlo en profundidad y como era de esperar, se centró en la época más gloriosa de la banda, alrededor del año 2000, a excepción de la inicial «Distant Sky», única representación de su último disco y única canción con menos de quince años de edad. La primera que me sonó (y disfruté!) fué «Dawn of Victory», apoteósica con eso de «Gloria, gloria perpetua», que hizo enloquecer a un público que lo cantó con pasión del primero al último (y yo también) y que elevó la temperatura de una sala que ya no se volvería a calmar. Es interesante ver como de un tiempo a esta parte las linternas de los móviles han tomado el lugar de los clásicos mecheros para acompañar las baladas más melosas, y así pasó en «The Magic of the Wizard’s Dream», dedicada al señor Cristopher Lee. También las potentes «Holy Thunderforce» y «When Demons Awake» (esta última con solaco abracadabrante y voces raspadas incluidas) me gustaron bastante, pero no fué hasta la final «Emerald Sword» que la sala volvió a desmelenarse del todo. Rhapsody of Fire dieron un bolo más que digno, con un muy buen sonido y una excelente ejecución. Supongo que la continuidad de la banda en el tiempo dependerá de la solidez de sus futuros trabajos, pero por el momento, en directo son perfectamente resultones.
Setlist Rhapsody of Fire:
Distant Sky
Dargor, Shadowlord of the Black Mountain
Flames of Revenge
Dawn of Victory
The Magic of the Wizard’s Dream
Holy Thunderforce
The March of the Swordmaster
When Demons Awake
Emerald Sword
Orden Ogan
De buenas a primeras me sorprendió un poco que estos tales Orden Ogan tuvieran el tirón suficiente para encabezar esta gira. La primera vez que oí de ellos es cuando acompañaron a Hammerfall en su gira de 2014 junto a Serious Black, y parece ser que este mismo verano tocaron en el Rock Fest y yo ni me enteré (me imagino que se debían de solapar con alguna cafrada que me interesara más). Pero escuchados un poco durante los días previos, tampoco me extraña que lo peten: los alemanes tienen la fórmula más que aprendida para crear canciones pegadizas, dinámicas y festivas que tienen todos los ingredientes que hacen del power metal un género tan fácil y alegre sin renunciar a elementos progresivos o incluso vagamente cercanos al melodeath. Para demostrarnos que son gente acostumbrada a grandes escenarios, se presentaron con un telón de fondo tamaño Estadio Olimpico, y como decoración acorde a la temática de su último disco, Gunmen, un par de vallas de madera con dos monigotes cadavéricos de ojos rojos empuñando unos rifles a modo de pistoleros que en momentos verdaderamente especiales (no más de un par de veces en todo el concierto), simularon tirar confetti y serpentinas (digo simularon porque lo que lo tiraba realmente eran un par de cañones situados a pié de la batería).
Después de que los cuatro miembros de la banda, vestidos como curtidos mercenarios del lejano oeste (excepto el bajista Niels Löffler, que supongo que debió pensar que a él no le liaran, y que prefería ir todo elegante), entraran en el escenario bajo los acordes del tema que lleva el nombre de la banda, empezaron a descargar uno tras otra las canciones que les han aupado a una posición de privilegio dentro de la escena power contemporánea: la powermetalera y casi blindguardiana «The New Shores of Sadness», la heavy, antémica y muy pegadiza «F.E.V.E.R.» y la potente y cañera «Here at the End of the World». Llegados a este punto ya me dí cuenta de una cosa: después de haberlas escuchado no más de tres veces, me las sabía todas. Me sabía los ritmos, los fraseos y los estribillos, y así es mucho más fácil implicarte y disfrutar sin reservas de cada uno de los cortes. ¡Imaginaos entonces cómo debían de disfrutarlo los que son realmente fans!
Aunque no me atrevería a decir que son una copia descarada de ninguna banda clásica, es cierto que tienen un cierto parecido tanto con Helloween como con Blind Guardian, y tiraron siempre de recursos tan típicamente power como las triples voces (y una generosa cantidad de coros grabados, también hace falta decirlo) y las guitarras veloces, melódicas, precisas y de distorsión muy nítida. En este sentido fué un placer poder ver casi todo el concierto a pocos metros de donde el pelirrojo Tobi Kersting se desempeñaba a su instrumento con una perenne sonrisa e interactuando contantemente con el públco sin dejar de atender a la proficiencia técnica que se le requiere. Por cierto, una cosa que me llamó la atención es que muchas canciones las empezaron sin que nadie tuviera que marcar la entrada: después de que Seeb Levermann dijera las cuatro palabras introductorias, toda la banda empezaba al unísono casi de inmediato. No sé si mucha gente se dió cuenta de esto, pero a mí me pareció de lo más efectista.
Al no conocerlos con la suficiente perspectiva, me dió un poco igual si los temas elegidos eran nuevos o viejos, y la antémica «Gunman» o la divertida y moderna «Fields of Sorrow», ambas pertenecientes a su último trabajo, me parecieron tan resultonas como supuestos clásicos como «Dead Among the Blind» o «Sorrow is your Tale» (grande ésta!), de manera que te acabas dando cuenta de que todos los temas son hits potenciales, facilones y deliciosamente previsibles. Y ojo que esto no es para nada una crítica, al contrario. Que ser capaz de montar hits facilones, paradójicamente, no es para nada facil. Uno de los momentos más intensos y emocionantes vino con la interpretación de «Come With Me to the Other Side», con su principio acústico y delicado marcado por la icónica voz de Liv Kristine (otrora vocalista de Theatre of Tragedy) que puso a todo el mundo a cantar. Cuando entra la distorsión, nos encontramos con un tema dinámico y antémico que recoge lo mejor de la tradición germana del power metal. Para acabar el set principal, dos de mis cortes favoritos: la pegadiza «Forlorn and Forsaken» y la final «One Last Chance», con un riffaco infeccioso y cercano al groove metal de bandas como Lamb of God que me gusta mucho y que me motivó a convertirme en uno más de los que cantó con pasión estas tres palabras que forman un estribillo que se repite cíclica y casi infinitamente.
Para el esperado bis dejaron dos de sus temas más conocidos. Antes de ser forajidos pistoleros, Orden Ogan habían sido piratas, y así lo afirman en «We Are Pirates», un himno power con toques a folk metal que contiene algun que otro autotune en el estribillo y que fué también muy disfrutada. Para acabar definitivamente, y después de que Seeb nos explicara con algunos problemas lo que se esperaba de nosotros en cuanto a coros (que tampoco es que fuera tan difícil), se dejaron ir con «The Things We Believe In», que yo no me había dado cuenta antes pero que tiene pinta de ser su gran hit. Y no me extraña, porque fué este tema y no otro el que estuve tarareando de vuelta a casa y durante buena parte del fin de semana. Tiene un estribillo magnífico, un riff lleno de groove, una melodía vocal realmente infecciosa y un final épico, hipnótico y poderoso que lo convierten en un tema perfecto para poner la guinda a un concierto que, tras hora y media de reloj, se hizo bastante corto hasta para mí y que me demostró el porqué esta gente son uno de los grandes en la escena actual.
Una vez más salgo de un concierto de power metal con la sensación de haber disfrutado de tres bandas alegres y que saben más que bien de qué va lo que hacen. El power metal es un género algo denostado entre una comunidad metalera que a veces es un pelín demasiado trve, y entiendo perfectamente el porqué, no os penséis. Yo, con los años, y al revés de lo que parece que le ocurre a mucha gente, me voy quitando prejuicios y soy capaz de disfrutar de casi todo lo que me parece que está bien hecho y lleva el corazón detrás. Es bastante improbable que empiece a ponérmelos ahora de golpe, pero lo que sí que es posible es que cuando vuelven a tocar en un festival en el que ya estoy no se me pase pegarles otro escuchazo.
Setlist Orden Ogan:
The New Shores of Sadness
F.E.V.E.R.
Here at the End of the World
Gunman
Deaf Among the Blind
Sorrow is your Tale
Fields of Sorrow
The Lords of the Flies
Come With Me to the Other Side
Forlorn and Forsaken
One Last Chance
—
We Are Pirates
The Things We Believe In
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.