Los grandes desconocidos para el gran público, tanto fuera como dentro de los EE. UU.. Los hijos pródigos de Omaha, que llevan la friolera de (casi) treinta años juntos sin haberse separado un ápice desde el año 1988, ni un solo centímetro durante todo este tiempo. La única banda en todo el planeta que cuenta con una festividad propia; el día más enfermo y festivo del año que tiene lugar cada año el 11 de marzo (3/11). Ese día se conmemora la grandeza de la banda. Ese día, las personas que tanto les amamos, por lo general, lo celebramos por todo lo alto, escuchando su música y fumando toneladas de marihuana… o no, porque ellos no te juzgan por las cantidades de hierba que fumas. La única banda que cada dos años organiza un crucero para sus fans porque les sale de los putos cojones y, porque con una carrera tan extensa a sus espaldas, uno puede hacer lo que se le antoje. Todo esto -y mucho más- es lo que representa 311 para mí, para su legión de seguidores y para prácticamente la mitad de mis amigos en Facebook.
«Can’t Nobody Do It Like 311!»
Nunca antes me había atrevido a escribir nada sobre la banda. Quizá porque no me veía en la obligación de hacerlo o quizá porque no había encontrado el medio adecuado para poder expresarme. La obligación, como tal, no existe, pero el medio ahora sí que creo que es el adecuado… y espero estar a la altura. Son ya demasiadas las aventuras en las que me he visto envuelto por culpa de estos cinco y su legión de incondicionales y, aún así, aún habiéndome alejado un poco del ojo del huracán durante estos últimos años, volvería a embarcarme una y mil veces más en otras tantas aventuras. Ha sido un viaje salvaje, no cambiaría ni un minuto. Supongo que es por eso que lo vivo…
Mantenerse fiel a la forma. Ese es el objetivo. Pero, ¿cómo puede continuar esta banda con su creatividad prácticamente intacta? Es algo, cuanto menos, asombroso. Este álbum tiene de todo, cierto es, pero más de la mitad de los temas que lo componen son auténticas «bombas». Se atreven a recorrer territorios hasta ahora inexplorados en su estilo musical, superando con creces a su anterior trabajo de estudio Stereolithic (2014), y pulverizando sus otros dos álbumes más recientes, Uplifter (2009) y Universal Pulse (2011). Incluso podría perfectamente colarse en su podio, en el top 3 de álbumes de la banda. Sin duda, este es el álbum más «amplio» que jamás hayan publicado. Y no solo lo digo por cómo ha sido recibido por los fans, sino también por los contrastes obvios y tan marcados existentes entre una canción y la siguiente. Hay momentos muy grandes, salpicados por otros momentos aún más grandes si bien, para poder saber apreciar tanta grandeza, es necesario encontrarse en el camino alguna que otra piedra… por pequeña que ésta sea. Tanta variedad ha de ser, a la fuerza, de difícil asimilación para muchos, pues estos altibajos, en ocasiones tan evidentes, que aquí encontramos se traducen en algo demasiado diferente a lo que los fans hemos experimentado en mucho tiempo, siendo algo un poco difícil de digerir para muchos. Aún así, creo que han sabido mantener fresco y vivo su tan único vibe rap-rock-reggae.
La producción, como siempre, impecable… pero con matices, pues tenemos chico nuevo en la oficina: John Feldmann. Ha producido y/o escrito para un sinfín de artistas y bandas como Escape the Fate, The Used, Good Charlotte o Black Veil Brides, por citar algunos ejemplos, si bien es más conocido por ser el vocalista y guitarrista de la banda de punk pop Goldfinger. Él ha intervenido activamente, no solo en la producción de cinco de los temas de Mosaic, sino que también ha sido parte del proceso creativo de dichos temas. Si estás acostumbrado al «sonido 311«, quizá puedas percibir las diferencias existentes entre estos temas y los producidos por Scotch Ralston, quien ya trabajó con la banda en Transistor (1997) y en Soundsytem (1999). En otras palabras: el álbum sería un 10 si, al menos la mitad de los temas producidos por Feldmann hubieran quedado fuera.
Ahora es trabajo nuestro analizarlo todo con calma y atención, y que cada uno saque sus propias conclusiones. El oyente debe crear su propia lista de reproducción y desechar de este «mosaico» lo que crea que se ha de desechar. Somos libres de omitir las canciones que creamos que han de ser omitidas o, directamente, eliminarlas de Spotify. O, mejor aún: aceptad todas y cada una de las canciones pero cambiad el orden de reproducción. Quizá así las piezas del mosaico encajen mejor y, aquello que en principio se nos antojaba como algo prescindible, quizá no lo sea tanto.
Are you ready?
«Too Much to Think», primer single, es una de esas canciones a las que estos chicos ya nos tienen acostumbrados últimamente, a medio camino entre el rock más clásico y el reggae que tan buen resultado les ha dado a lo largo de su carrera. No creo que aporte nada nuevo y, sin duda, es un tema (¿prescindible?) que quizá no debería abrir el álbum. Como tema presentación es más que discutible pero, aún así, tiene un aire muy comercial que quizá pueda hacer que llegue a oídos del gran público o, al menos, a los de un público más joven. Creo que el videoclip es un buen ejemplo de ello… y confirma mi teoría. Sol, verano, juventud divino tesoro y gente que lo flipa.
¡Ahora sí! «Wildfire» es pura esencia 311. Es un perfecto segundo corte porque, tras solo treinta segunda de escucha, uno ya no recuerda lo que ha escuchado minutos antes. La diferencia entre estos dos temas es innegable. ¿Recordáis lo que os decía unos párrafos más arriba cuando me atrevía a dar unas pinceladas sobre la producción del álbum? Esta canción tiene de todo y para todos. Es la pista más larga de Mosaic y, tras una rápida comprobación, me atrevo a decir que es la más larga que jamás hayan grabado. Es rica, variada y, en cierta manera, algo ecléctica. La líneas de bajo y batería son especialmente sublimes pero, la parte central es, por decirlo de alguna manera, «discutible», sobre todo si la comparamos con la parte inicial y con el riff del final… que no sé por qué me teletransporta al ring en el que Rocky Balboa derrotó a Apollo Creed.
Si nos guiamos por el título, «The Night Is Young» no augura nada bueno pero, finalmente, resulta ser un buen tema. Guitarras impecables con el punto justo de producción. Instrumentalmente hablando es muy completa. Las partes más ligeras y, por llamarlas de alguna manera, «veraniegas» dan paso a unos versos potentes y contundentes. Bien.
«Island Sun» encantará a los fans menos hardcore de 311. Es el tema perfecto para abrir su próximo crucero; ya me veo en el lido deck, mojito en mano. Es un tema muy en la onda de su hit «Amber» (From Chaos, 2001). Es lento y es suave pero, por momentos, me recuerda muchísimo a «Mix It Up» (Uplifter, 2009) y creo que ese coro tan típicamente Nick Hexum tiene la culpa. Muy buen melodía, sí señor. En comparación, podría aproximarse en cuanto a estilo y melodía a «Too Much to Think» y, aunque las comparaciones son odiosas, me atrevería a decir que este sí habría sido un más que acertado primer single.
Lo reconozco públicamente y sin tapujos: amo «Perfect Mistake». Te felicito, Feldmann… pero no leas el párrafo de más arriba, por favor. S.A. Martínez suena como los propios ángeles, y está muy por encima de Hexum en este tema; hace tiempo que no le escuchábamos cantar de esta manera. Esta es una canción (a ratos) pesada, con unos riffs de guitarra contundentes y directos, pensada, ahora sí, para los más rockeros del lugar. Aún así, no es un tema redondo del todo, pues le sobran los doce segundos comprendidos entre el minuto 1:47 y el 1:59. Ese efecto está de más y no hace más que deslucir el trabajo del incomparable Chad Sexton, quien brilla especialmente con luz propia en todos y cada uno de los cortes de este álbum.
«Extension» es otro tema «cuestionable». Es una canción correcta, pero algo repetitiva si tenemos en cuenta que, siendo el sexto corte del álbum, es el tercero dentro del mismo estilo reggae dub que tanto ha explotado la banda desde sus inicios. Provoca un poco de bajón si tenemos en cuenta la energía del tema que lo precede. En mi opinión un poco menos de producción hubiera quedado mucho mejor, pues a uno incluso le cuesta identificar la voz de S.A. entre tantos efectos vocales. Forma parte del top 5 de temas que quizá no deberían haber pasado el corte, pero que uno recibiría con los abrazos abiertos como b-side.
Lo mismo sucede con «Inside Our Home». Aquí es donde el álbum flojea más. Seguramente, para muchos, el tema ganará en aceptación a medida que se escuche Mosaic una y otra vez. Musicalmente hablando es bastante completo, aunque quizá hubiera encajado más en un álbum como Uplifter (2009). Lo único destacable es el riff del coro principal.
Por si esto no fuera poco, «‘Til the City’s on Fire» hunde mis expectativas (y ánimos) un poco más si cabe. Es una canción… cómo decirlo sin parecer ofensivo… es un tema de esos que sonarían una y otra vez en las pistas de baile de medio mundo, justo después de esa basura llamada «Despacito». No sé quiénes son estos chicos, pero no son 311. Quizá, si no viniéramos de escuchar dos de los temas más flojos del álbum, la canción que aquí nos ocupa podría considerarse, cuanto menos, «curiosa»… pero no es este el caso. Pero miremos el lado positivo de todo esto. Imaginemos que tú, lector de Science of Noise, nunca jamás has escuchado a 311, y te da por introducirte en su universo a través de este tema. Vayamos aún más lejos. Digamos que el tema te llama la atención y decides ir más allá y escuchar sus álbumes más clásicos. Voilà! Ahí lo tienes: acabas de comprobar que estos señores saben componer canciones y que, al mismo tiempo, son capaces de torpedear a su base de fans con cosas como «‘Til the City’s on Fire».
Con «Too Late» la calidad del álbum gana enteros, muchos enteros. Pasamos de un extremos a otro. Subimos al cielo tras haber pasado unos diez minutos en… bueno, en una zona bastante más cálida. Este tema es simple y llanamente g-e-n-i-a-l. Es lo que un fan de la vieja escuela espera encontrarse en un álbum de 311, entre reggae y reggae. Tiene un poco de todo. Es cierto que empieza como tantos otros temas de la banda, pero acaba como ningún otro, para deleite de nuestros oídos. Las guitarras son pesadas y afiladas, lo que me recuerda a su época más gamberra de Grassroots (1994). Es, en conclusión, el tema más redondo de Mosaic. Los que tuvieron la fortuna de asistir a su último crucero, tuvieron el privilegio de escucharlo en primicia mundial… out in the ocean.
«Hey Yo» mantiene el clímax. La producción es, una vez, impecable; todo en su lugar, en su cierta medida. Es perfecta para asentir con la cabeza todo el tiempo tal y como los de Omaha nos enseñaron en su día con «Applied Science» (Grassroots, 1994). Esa línea de bajo, a cargo del magistral Aaron «P-Nut» Wills, es lo que más destacaría de esta composición. Quizá sea (que los fans me corrijan, por favor) la canción en la que más destaca su buen hacer. Las guitarras dobladas, cada vez más presentes en sus composiciones, también son algo a destacar, como lo es siempre, y sin excepción, el trabajo de Chad Sexton tras los tambores; no hay nada que este señor no sepa tocar. 311 en estado puro, sin más.
Me gustaría pasar muy de puntillas por «Places That the Mind Goes». De hecho me gustaría no comentar nada, entre otras cosas, porque no parecen 311. Este «experimento», por llamarlo de alguna manera, no está a la altura de ningún otro tema comprendido en este álbum, por muy cuestionables que sean. Es incluso demasiado pop para ser de ellos. Corramos un tupido velo y a por otra…
Tras once temas, y visto lo visto, creo que Roller Coaster hubiera sido un título más acertado para este trabajo. Te mantiene ahí arriba, en la parte más elevada de la atracción, para dejarte caer, a una velocidad ridícula, sin previo aviso. En esta ocasión, es «Face in the Wind» la encargada de subir nuestro carromato de nuevo hasta lo más alto. Los efectos iniciales dan paso a una suave y pinkfloydiana guitarra, preludio de una encomiable entrega vocal por parte de S.A., al cual estamos redescubriendo. Claras reminiscencias de «Galaxy» (Transistor, 1997) en su forma de rapear, que se complementa genialmente con la voz de Hexum. Y todo ello aderezado por un soberbio solo de Tim Mahoney, a los cuales, lamentablemente, no nos tiene demasiado acostumbrados. Es una canción tan buena que se te hace corta.
«Forever Now» es tan pegadiza como entretenida… pero poco más. Es la típica canción que uno tararea alegremente cuando está en la ducha o conduciendo camino de la playa. Le auguro muy buena acogida durante la gira en la que la banda está actualmente inmersa por todos los EE. UU..
«Days of ’88» es otro de los temas que mejor acogida están teniendo entre los fans y quizá sea de las tres mejores canciones de este álbum. De nuevo nos encontramos con un S.A. el cual dirige con maestría todos y cada uno de los acordes que componen esta composición, relegando el papel de Hexum a un más que discreto segundo plano. El tema tiene partes realmente geniales. Gran canción que viene a demostrarnos que Martínez canta y de qué manera. Aprovecho este inciso para recomendar el álbum de su otra banda Ghostwolf (Lunar Halos, 2015).
«One and the Same» me provoca sentimientos encontrados. Por un lado, me gusta el tono de los versos con esa guitarra de fondo pero, de repente el tema se acelera, para volver por los mismos derroteros del inicio un poco más tarde; esta fórmula se repite de nuevo hacia la mitad del tema. La «oscuridad» inicial da paso a unos ritmos punk bastante más bailables al grito de «Show you what it’s all about!». Un poco forzado todo, si se me permite la licencia. Aún así, le doy una puntuación de 75/100.
El «sello 311» vuelve con la pegadiza y molona «Syntax Error». El grado de satisfacción aumenta indudablemente con las escuchas, pero su abrupto final te deja con ganas de más… lo que me hace pensar que fue metida con calzador a última hora, en lugar de haberla reservado para una posible futura b-side.
La cosa llega a su fin con «On a Roll». La letra, como casi todo lo que escribe la banda, derrocha felicidad y «positivity»; todo un guiño hacia sus fans. Quizá no sea de los mejores finales de álbum de 311, pero musicalmente se trata de una composición más que decente. Lamentablemente, solo dura 3:10…
“Stay Positive and Love Your Life”
Es para mí todo un honor que la primera reseña que escribo para este nuevo medio sea Mosaic de 311. Es para mí un inmenso placer que estos chicos formen parte de mis vivencias más recientes pues lo que esta banda me ha dado no me lo ha dado nunca otra banda. Ellos viven por y para sus fans… y eso se nota, no solo en trabajos como este, sino en su día a día.
En líneas generales estamos ante un excelente álbum. Según he leído por ahí, «este álbum mejora con el tiempo», y comparto esta afirmación al 100%. Tras la publicación de Stereolithic, y ahora con Mosaic, mis dudas sobre la creatividad de los de Omaha han quedado totalmente disipadas… aunque, para ser honestos, y dejando a un lado mi papel de fan total, le sobran tres o cuatro temas. Hay que tener unos huevazos así de gordos para, tras casi 30 años de carrera, cascarse un álbum casi perfecto compuesto, además, por 17 temas. La perfección no existe, pero bandas como 311 la rozan demasiado a menudo.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.