Para cuando salió Soundsystem (1999), el sonido tan distintivo de 311 estaba ya bien establecido, y para algunos se había vuelto algo así como una fórmula agotada. Sin embargo, la banda mantuvo un fuerte núcleo de seguidores y continuó cosechando éxitos en las emisoras norteamericanas más alternativas, sobre todo en las de los high schools. Soundsystem supone -en mi opinión- una mejora notable sobre su predecesor Transistor (1997), que contiene demasiadas canciones mediocres y, por así decirlo, poco elaboradas. Todavía creo que los primeros dos álbumes de la banda, Music (1993) y Grasroots (1994), son sus mejores trabajos, y los que todavía no conocen a una banda como 311 deberían comenzar escuchando clásicos del calibre de «Freak Out», «Feels So Good» o «Applied Science». Pero este Soundsystem, que hoy cumple 20 añitos, también es un caballo ganador. Sí, de acuerdo. Quizá le falte algo de aquella magia fresca que se escucha en sus primeras canciones, pero esa carencia la compensa con una composición de canciones más madura, segura y con un profesionalismo consumado. Estamos ante un excelente álbum, de eso no me cabe la menor duda.
El álbum se abre con «Freeze Time» y con su fuerte riff de guitarra, y cuando la banda al completo comienza a tocar, la cosa se convierte en algo así como un tema bastante potente lleno de guiños de la vieja escuela. Como siempre, el batería Chad Sexton es una máquina del ritmo. Su estilo, no solo es excelente, sino que es característico como pocos. «Freeze Time» no tiene los ingredientes para convertirse en una canción de éxito, pero su confección la convierte una canción de apertura asesina.
«Come Original», por alguna razón, suele ser de las más odiadas por los haters de la banda, que existen. Es una canción que ha crecido en mí con el paso de los años, y al escucharla hoy, me parece innegablemente pegadiza. 311 tienen derecho a jactarse de ser originales, ya que han creado su propio sonido y estilo, los cuales son completamente evidentes en esta pista.
La tercera, «Large in the Margin», es acojonante, sin más. Las voces son súper melódicas y el groove tan cargado de scratches es adictivo. La canción tiene múltiples partes muy bien diferenciadas, incluido un puente/coro altísimo, en los cuales Hexum deja constancia de sus dotes como vocalista. Pero lo que más destaco es el trabajo del bueno de P-Nut tras las ¿cuatro o cinco cuerdas?, especialmente el los puentes y coros.
Unos sintetizadores burbujeantes saludan al oyente al inicio de «Flowing», justo antes de que la banda se lance con un ritmo y una melodía muy de los Beatles. De hecho, no hace demasiado, el comediante, presentador de televisión y actor británico John Oliver se refería a ellos como «Los Beatles del rap metal». Esta canción te hace soñar y sudar por igual. Es, quizá, mi tema preferido del álbum.
«Can’t Fade Me» es maravillosa y enérgica. Se trata de otra canción en la que los riffs de Tim Mahoney brillan con luz propia y el bajo de P-Nut es, como siempre, fenomenal.
«Life’s Not a Race», la número seis, es un tema relajado que actúa a modo de descanso; algo así como para facilitar un poco el ritmo del álbum. Proporciona una buena excusa para que, una vez más, la guitarra de Mahoney nos regale algunos solos dulces. La guitarra de Tim es, de hecho, de primer nivel en todo el álbum, como siempre. El coro tiene una línea genial de sintetizador que le confiere al tema una especie de ambiente de ciencia ficción, para acabar con un final muy Carlos Santana.
«Strong All Along» es mi canción menos preferida del álbum, que es lo que suele pasarme cuando 311 se dejan embriagar un poco demasiado por ese reggae divertido que tanto les gusta. Aún así es una de las favoritas de los fans… que yo lo sé, que he estado allí.
«Sever» es, simple y llanamente, infecciosa. 311 son los embajadores de la positividad y son unos excelentes letristas, tal y como demuestran aquí:
«Just sever that leash and release
Your freedom of speech
You just have to believe
Your deed will be received
Somehow somewhere
You won’t be repaid with a blank stare
Let me know if you dare.»
Lo mismo sucede con la que le sigue, «Eons», una de sus canciones, por así decirlo, más profundas. Es una de las mejores canciones dentro de su ya extenso catálogo.
«Evolution» es pegadiza. Me encanta ese interludio tan espacial que hay justo antes de que, una vez más, Mahoney lance ese pesado riff de guitarra. Junto con «Eons» y «Flowing», es una fuerte contendiente a la mejor canción del álbum.
«Leaving Babylon» es una versión de Bad Brains, y poco más se puede decir. Bueno, sí: que no me gusta y tal. Pero la que sí me gusta, y bastante, es la siguiente, «Mindspin». Este tema es sumamente optimista y rockero. A mitad de camino, la canción se transforma por completo y de nuevo nos hacen creer que estamos surcando el espacio sideral. La banda asegura que «La gente quiere creer en los misterios», pero luego pregunta: «¿Es tan mala la verdad?» Gran canción, muy impresionante.
«Livin’ & Rockin'» cierra el álbum por todo lo alto, con esa vena metal que aveces les posee (pocas veces, todo sea dicho) y con esos cambios de ritmo tan contagiosos. Nadie puede hacerlo como ellos, de eso no hay duda. Teniendo en cuenta todos los logros de la banda a lo largo de su dilatada carrera, desde sus singles exitosos hasta los sold outs que se cascan en casi todas sus giras, se han ganado el derecho de hacer alarde de ello.
Anunciado como un «retorno a los orígenes» sobre la base del single «Come Original», Soundsystem divide efectivamente la diferencia entre la energía bruta de 311 y las exploraciones cósmicas de Transistor (1997). Si bien el tiempo ha demostrado que este álbum marcó un poco el inicio de la caída de la carrera de la banda, temas como «Flowing», «Sever» y «Mindspin» son prueba de que su ola de buena voluntad todavía estaba creciendo en medio del auge de las boy bands y de las bandas de nu metal. Sea como fuere, ahora y siempre…
«Can’t nobody do it like 311!»
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.