Me acerqué por la puerta de atrás a Rush! (2023). Me sangraban los ojos cada vez que leía una crítica del “esperado” disco de los de Eurovisión. Veía atónito como, sin hacer mucho, su gira les llevará a los recintos más grandes de Europa. ¿Merecido o suerte? Qué más da. Quizás lo importante es que el rock “moderno” llegue a los más jóvenes. Unos jóvenes que devoran sin piedad géneros que la mayoría de nosotros odiamos como el trap, el regguetón, el hip hop o lo latino.
A partir de aquí, partimos de que Måneskin es un producto patrocinado por las grandes marcas. Detrás de Rush! vemos la mano de Epic y Sony. Detrás de su próxima gira vemos al mastodonte Doctor Music. Una banda que estaba en el sitio adecuado en el momento adecuado. Con algo de pose glam – gamberra, unos riffs básicos pero efectivos y unas letras fáciles y simplonas. Durante esos últimos tiempos he leído titulares que les situaban como “La esperanza del Rock”. Es evidente que, ahora mismo, no lo son. Sobre todo cuando terceros les indican que camino tomar.
Entonces, dejando de lado los estereotipos. Olvidado la premisa inicial de que éstos son los salvadores del rock. Omitiendo su participación en Eurovisión. Y tomando el disco desde un prisma totalmente neutral, debo afirmar que he disfrutado escuchando Rush!. Tanto que lo he escuchad cinco veces durante estas últimas semanas antes de animarme a exponer el resultado final de mi valoración personal.
Lo primero que puedo decir es que le sobra ¼ de disco. No era necesario, y menos hoy en día, aplastar al oyente con 17 canciones y más de 50 minutos de duración. Pero si analizamos, vemos que doce de ellas duran menos de 3’5 minutos. Si analizamos los índices de rentabilidad de las casas de streaming, sabremos que pagan al artista por reproducción y no por tiempo. Los “productos” como en este caso Måneskin, u otros de actualidad como Rosalía por no irnos demasiado lejos, tienen la “obligación” contractual de rentabilizar al máximo el minutaje de sus piezas. A menos tiempo, más canciones; a más canciones, más reproducciones. A más reproducciones, más pasta. Todo en este mundo se rige por el dinero amigos.
Separando el ¼ de disco que acaba por dejarte la sensación de que esto es demasiado largo, tenemos un disco de canciones directas y cortas. Canciones de estructura clásica pero con pegada. Letras, no las he analizado a fondo, pero más simples imposibles, pues la repetición de palabras y versos son una constante en todo el disco.
“Own my Mind” da el pistoletazo de salida al disco con una cierta fragancia garage rock revival. Guitarras de corte indie rock, bajo bluesy y un estribillo realmente impecable pensado para reventar estadios, esto es así, no vale la pena negar la evidencia. Sin duda, el mejor arranque posible. Y para rizar el rizo, en segunda posición tenemos “Gossip”, pieza que cuenta con la inestimable colaboración de un Tom Morello que se apunta a todos los bombardeos. “Gossip” es una buena canción rockera, con gancho y con un trabajo de guitarra muy sabroso por parte del de Rage Against the Machine.
“Timezone” arranca de forma más lenta y romántica con un puente que aumenta las revoluciones y un estribillo, otro más, formidable. En la segunda fase regresa la faceta más lenta de la banda para regresar al estribillo. Canción simple pero muy efectiva. Seguimos con “Bla bla bla”, una canción llena de onomatopeyas tontas y una letra del todo insustancial, tiene su punto divertido, pero la dejaremos entre las más flojas del disco. “Baby Said” tiene otra vez su potencial arrojado plenamente en el estribillo, se trata de una canción de estilo más alternativo bastante digna.
A partir de este punto, empieza otra versión de la banda. Una versión que se aleja de los estribillos de estadio para trabajar más en la melodía y en volcarse en el estilo. “Gasoline” tiene unos coros épicos más cercanos al metal moderno que al rock tradicional. Incluso en ritmos, la canción tiene un carácter moderno muy interesante. Esta es una de las canciones más interesantes, por su variedad, de todo el disco. Un rock de estilo moderno que vuelve a aparecer en “Don’t Wanna Sleep”, simple pero muy, muy efectivo. “Kool Kids”, ¿acaso no podría colar por una canción de IDLES?. Lástima que las letras son demasiado blandas, pero musicalmente tiene una estética post-punk actual muy lograda.
Tras un ligero paso por la balada “If Not For You” regresa el rock moderno con la efectiva y enérgica “Read Your Diary” seguida por la que seguramente es la mejor canción de toda la carrera de la banda: “Mark Chapman”. En ella la banda gira el timón completamente para cantar en su italiano natal y aquí si lucen con todo su potencial. Algo parecido pasa con las dos siguiente, “La Fine” y “Il Dono Della Vita”, ambas en italiano logrando así que la banda realmente se exprese tal y como piensan. Tres canciones enormes.
En la recta final vemos una fallida “Mammamia”, una grandilocuente “Supermodel” con un bonito trabajo de guitarras. Ambas fueron singles de adelanto el pasado otoño. Canciones que curiosamente han caído en el tramo final del disco siendo poco representativas del concepto global del disco. La última y además la más larga del disco es “The Loneliest”, una canción emocional bien escogida como cierre, pues la explosión rockera te invita a querer volver atrás y reproducir nuevamente el disco. “The Loneliest” es lo más cercano al emo rock de la banda y realmente les ha salido bien.
Y como cierre, simplemente comentar que si tienes ganas de pasar un buen rato, este disco es disfrutable, ameno y diverso. Puede mejorar si la banda trabaja más en la composición de letras y si acaba de encontrar su sonido final que, espero, sea el de la segunda mitad del disco, alejándose de la fragancia pop para abrazar realmente el rock de aromas modernas. Les pesa mucha la etiqueta de Eurovisión y las continuas alabanzas de la prensa ajena al mundo del rock, dicho sea de paso, prensa sensacionalista que a veces no distingue el rock del metal.
Pero sí, personalmente y tras negarme a escuchar a la banda post Eurovisión, debo afirmar que he disfrutado el disco y veo más allá de lo que nos han vendido. Veo una banda que en el fondo tiene la rebeldía jovial de una banda de rock, vestida con los mejores trajes para beneficio de discográficas y promotoras. Pero en la segunda mitad del disco puedo ver guiños, pequeños, de como realmente la banda actuaría si no estuviera bajo el paraguas comentado.
Lo mejor: La capacidad de crear himnos y estribillos realmente buenos. Las canciones en italiano tienen un plus de identidad que superan claramente al resto.
Lo peor: La larga sombra de su paso por Eurovisión es un lastro enorme sobre la banda. Ser ideados por terceros como un producto destinado a vender.