El año va llegando a su fin y es momento de hacer balance, sacar conclusiones y todas esas cosas.
Para Ankor, dicho por ellos mismos, este 2024 ha sido el mejor año de su carrera musical. No creo que exageren, ya que, además de abrir para Beyond the Black y Butcher Babies en sus respectivas giras, han formado parte del cartel de los principales festivales europeos, entre otros acontecimientos importantes. Todo eso, sumado a una gran campaña en redes sociales, ha hecho que su presencia se haya incrementado exponencialmente en una exigente escena como es la del metalcore.
Así, para cerrar el curso nos regalan este Shoganai, un viaje a través de la mente en forma de miniálbum que compila los temas que han ido adelantando durante el último año y medio, más un extra en forma de canción final que, además, da nombre al disco.
En este último LP los de Tarragona se han puesto el mono de trabajo y han sabido hacer evolucionar su estilo, dejando atrás sonidos más clásicos para crear temas más frescos y directos. Para ello han seguido la línea de incorporar elementos electrónicos que tan bien les funcionó en su anterior White Dragon (2019) y que, juntamente con el fichaje de la potente Eleni Nota (ex Nervosa) a la batería, les ha servido para darle la vuelta al asunto.
Pero entremos en materia. El álbum empieza con una introducción, «The World Is a Cruel Place… and It Is Also Very Beautiful» que, con su guitarra española, sus tonos oscuros y sus melodías electrónicas flotadas nos lleva directos al primer tema, «Darkbeat». A los pocos compases el quinteto despliega todo su arsenal técnico, que, junto con la versátil voz de Jessie Williams, nos da un aviso de lo que podemos esperar de este disco.
A continuación viene «Prisoner», probablemente su canción más popular, que sigue la línea del anterior corte: guitarras y bajo agresivos, batería potente y una mezcla de guturales y voz limpia que le dan dinamismo al tema.
Le sigue de cerca «Oblivion», una canción que puede pasar desapercibida en el disco entre tanto hit, pero que a mí personalmente me encanta. Probablemente gran parte de la culpa la tenga, entre otras cosas, su estribillo, que, sin ser el más pegadizo, fusiona tristeza y delicadeza de una manera que lo hace especial.
Un suave piano, junto con una guitarra flotada bien cargada de reverb, abre el siguiente corte, «Stereo», en el que una vez más la energía fluye con las armonías y que finaliza con un ritmo discotequero de lo más bailable. A estas alturas del disco uno podría pensar: «OK, todos esos sonidos electrónicos están muy bien, pero ¿funcionará en directo?». Mi respuesta es un sí rotundo. Con las condiciones apropiadas, en un escenario como el Main del Resu (aunque muchos critiquen su sonido) pude ver como la banda es capaz de ejecutar esos temas a la perfección y transformar su concierto en una pista de baile, enganchando a fieles pero también a quienes se acerquen a estos grupos modernos con la ceja levantada.
A continuación viene «Venom», seguramente la canción más trallera del disco. Tras dos minutos de puro frenesí metalero, el tema se abre con un cambio total de tercio, con armonías exageradamente melódicas y una voz tratada con autotune que a mí personalmente no me acaba de funcionar, aunque la intención de romper el tema queda patente de todas todas.
Nos acercamos al final del viaje con «Embers», una canción rompedora, con una melodía de sintetizador muy pegadiza, de las que te hacen gritar a pleno pulmón. La composición de este tema me parece brutal, ya que, aparte de seguir en líneas generales la dinámica del disco, tiene uno de los mejores finales que podrían haber escogido, con una mezcla de música electrónica con una base metalera y discotequera a partes iguales. No es de extrañar que sea la canción con la que suelen cerrar sus últimos conciertos.
Es el punto (casi) final perfecto para enlazar con «Shoganai», el último tema y el que presentan como novedad, que empieza con una entrada épica de cuerdas y coros operísticos en la que el dolor se mezcla con la rabia y que hace de esta canción un final apoteósico para cerrar el disco por todo lo alto.
Pese a ser un LP relativamente corto (poco más de 30 minutos), Ankor han conseguido no solamente llamar a la puerta de la escena estatal, sino derrumbarla del todo, puesto que han logrado encabezar de nuevo una gira europea de más de un mes a principios del año que viene. Yo ya tengo mi entrada para el concierto de Barcelona el próximo 21 de febrero, donde espero revivir las sensaciones que tuve en Viveiro de esta banda que, tras más de veinte años de carrera, al fin está llamada a romper los estereotipos de una escena que los últimos años está viviendo un cambio necesario para atraer a las nuevas generaciones.