Make Them Suffer – Make Them Suffer

En los 12 años que han transcurrido desde su debut con Neverbloom (2012), Make Them Suffer ha explorado una diversidad de géneros y subgéneros dentro del metal, desde el death metal sinfónico y el deathcore hasta un metalcore progresivo y cargado de sintetizadores. Este quinto álbum, homónimo, representa un hito en su trayectoria, un símbolo de madurez y autoafirmación. La decisión de titular este álbum simplemente como Make Them Suffer (2024) sugiere que, tras años de trabajo y evolución, la banda ha llegado a un sonido que encapsula su visión y esencia como nunca antes.

Este disco marca también el debut completo de Alex Reade en teclados y voces limpias, y su contribución se siente profundamente en cada canción. Y digo lo de «debut completo» porque, aunque Alex ya formaba parte de Make Them Suffer desde 2022, este álbum homónimo es su primera participación en un lanzamiento completo de la banda. ¡Y qué gran incorporación! Su voz, suave y melódica, establece un perfecto contrapunto con los guturales de Sean Harmanis, creando una dinámica vocal que añade una dosis de imprevisibilidad y contraste al álbum. Reade se suma a los músicos de siempre: Nick McLernon en guitarra, Jaya Jeffery en bajo y Jordan Mather en batería, y juntos logran una cohesión que amplía los límites de su característico sonido metalcore.

Desde el inicio, «The Warning» presenta un preludio instrumental ominoso, con coros de iglesia y sintetizadores oscuros, transportando al oyente a un espacio donde el metalcore clásico de 2012 se funde con la atmósfera cinematográfica del presente. Con «Weaponized», la primera canción completa, el grupo nos entrega un himno poderoso que combina riffs intensos y una energía arrolladora. La combinación de las voces de Harmanis y Reade en el estribillo es uno de los momentos álgidos del tema, al que se suma un breakdown final bailable que seguramente será un éxito en sus conciertos.

El álbum no escatima en explosividad ni en melodía. «Oscillator», el tercer corte, destaca por sus riffs contagiosos y su ritmo adictivo, mientras que «Doomswitch» se consolida como un clásico instantáneo, con la introducción de Reade en los coros y ese toque de keytar (un teclado guitarra de toda la vida) que seguro encenderá al público en vivo y que añade un elemento de sorpresa. «Mana God», sin embargo, se lleva el título de la pista más pesada, con un vendaval de riffs y una mezcla vocal que muestra a Harmanis y Reade en su faceta más cruda y desatada, denunciando con fiereza el estado actual del sistema.

Hacia la mitad del álbum, temas como «Epitaph» y «No Hard Feelings» muestran un lado más melódico, respaldado por arreglos orquestales que añaden una profundidad y dramatismo poco habituales en el género. La atmósfera espacial de «Venusian Blues» también sorprende, recordándome por momentos a unos Muse pasados de vueltas. Así es como se amplía el alcance sonoro de una banda, trazando rutas hacia nuevas direcciones.

El álbum se cierra con dos canciones que mantienen la intensidad: «Tether», con sus riffs sólidos y el explosivo duelo vocal, una vez más, entre Harmanis y Reade, y «Small Town Syndrome», un broche final con uno de los coros más memorables y una producción impecable que saca a relucir lo mejor de la banda.

Este álbum homónimo de Make Them Suffer es un testamento de lo que el metalcore puede alcanzar en 2024. La banda sigue explorando y perfeccionando su sonido, y con la inclusión de Reade han logrado una reinvención que no sacrifica su esencia. Su visión, ahora más madura y definida, los coloca a la vanguardia del género, y el impacto que han alcanzado con este álbum es prueba de que aún les queda mucho por aportar a la escena del metal.

Rubén de Haro

Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.