Jinjer es una de esas bandas que en los últimos años han cosechado una popularidad brutal y se han ganado el respeto dentro de la escena del metal; basta con ver cómo su nombre aparece cada vez más grande en los carteles de los festivales para darse cuenta de su evolución, y sin duda es un grupo que casi todo el mundo con interés en el género ya conoce.
Además de eso, nos tienen acostumbrados a ofrecernos material nuevo con bastante frecuencia. En sus poco más de quince años de carrera han editado ocho trabajos, entre álbumes y EP’s, además de un par de discos en directo recientemente. Y aquí estamos, trabajándonos este Duél, publicado el 7 de febrero, nuevamente bajo el sello Napalm Records.
Hay que darle mérito a esta banda, ya que, aunque su formación haya sufrido bastantes cambios desde sus inicios (de hecho, actualmente no queda ninguno de los miembros fundadores), han sabido crear un estilo bastante original e incluso diría que, hoy en día, difícil de imitar, que abarca desde el metal más duro hasta el progresivo más técnico. Sí, es posible que haya más grupos que mezclan metalcore con prog, pero desde luego no lo hacen de la misma manera que ellos.
Este nuevo álbum sigue la línea creativa de los anteriores trabajos de la banda. Los de Donetsk —esparcidos por todo el globo dada la situación actual en el país— publicaron una serie de sencillos durante el año pasado, lo que ya nos dio una idea de por dónde iría este nuevo trabajo, en el que ninguna canción se libra de esos cambios de ritmo que se han vuelto ya tan característicos del conjunto ucraniano.
Desde el tema con el que arranca el disco, «Tantrum», con un inicio hardcoreta que francamente no hubiera esperado como puerta de entrada a un LP de Jinjer, queda clara la dirección del álbum, en el que los fraseos complejos y los enredos entre la guitarra y la batería hacen que el prog más técnico y el metal más pesado se den de la mano.
Entre tanta progresión me llama la atención «Tumbleweed», ya que la melodía vocal tiene un toque oriental de lo más interesante (siendo del este, es comprensible que hayan mamado influencias de ese género en algún momento). Tatiana Shmayluk demuestra una vez más su comodidad en un registro en el que combina guturales demoníacos con partes mucho más melódicas, aunque siempre con ese toque tan suyo, huyendo de convencionalismos comerciales. El principio de «Someone’s Daughter» podría ser un perfecto ejemplo de ello.
De los singles que publicaron antes de la publicación del disco me quedaría sobre todo con el primero, «Green Serpent». De entrada puede parecer que va por caminos más tranquilos, pero nada más lejos de la realidad: aunque quizá sea un poco más «suave» que lo que solemos esperar de ellos, tiene una gran variedad de frases pesadas. Además, el último medio minuto, con una caída de bajo y voz, es pura poesía para los oídos.
También hay espacio para el buen blastbeat y el hardcore, como en el tema ya mencionado, en «Fast Draw» o a partir de los tres cuartos de «Kafka» (otro temazo que ya nos presentaron y que rezuma agresividad por los cuatro costados), aunque la línea progresiva está presente en todo el disco, como en ese principio de «Dark Bile», que creo que no soy capaz de catalogar dentro de ningún género.
El álbum concluye con el tema homónimo, «Duél», que, además de seguir siendo ultrapotente, tiene, a riesgo de sonar algo loco, pasajes que me han recordado a alguna canción de Slipknot (el principio, sin ir más lejos). Con un final relativamente repetitivo para ser ellos, cierran así esos casi 45 minutos de frenesí.
Una vez más, y como viene siendo habitual, el LP está repleto de detalles técnicos: golpes de campana y compases complejos de Vlad Usalevich; contundencia y mil golpes de slap de Eugene Abdukhanov (a quien coloco en el podio de bajistas del metal, esos grandes incomprendidos) y, sobre todo, ritmos imposibles de Roman Ibramkhalilov, quien, pese a ser el único guitarrista del grupo, es capaz de llenar lo suficiente como para que no se eche de menos a otro guitarra.
El sonido del álbum no dista mucho de las últimas publicaciones de los ucranianos, ya que al otro lado de la mesa de mezclas tenemos de nuevo a Max Horton, productor de los últimos trabajos del grupo y pieza fundamental en su evolución y sonido característico.
Jinjer es una banda a la que seguramente amas u odias, y yo conozco a varias personas de ambos bandos. Seguramente a los primeros este disco les encantará, ya que sigue la línea de los anteriores. El único «pero» sería precisamente ese: que no arriesgan, no innovan. Personalmente creo que el propio estilo del grupo ya es en sí una evolución, en la que imagino que poco más se puede hacer con semejante macedonia musical.
Para los segundos, aquellos que piensan que Jinjer es un completo caos y a los que el disco, escuchado de un tirón, les puede parecer una canción larga, ¿qué queréis que os diga? Seguramente tengáis razón. Sin embargo, este álbum, como la mayoría de los de la banda, it’s a grower: es un trabajo que merece una buena decena de escuchas para poder asimilarlo por completo.