
El pasado 28 de febrero, Hamlet regresó a Barcelona para presentar Inmortal (2025), su espectacular nuevo trabajo, y lo hicieron con un descaro con el que dejó claro que siguen siendo una de las bandas más poderosas del metal nacional. Han tocado en esta ciudad infinidad de veces desde los años 90, pero, por una razón u otra, no había podido verles en vivo desde el ya lejanísimo Ripollet Rock de 1998, aquel mítico festival en el que compartieron escenario con Ktulu, Answer y Psyco. 27 años después, la deuda estaba saldada, y la espera mereció cada minuto.
La [2] de Apolo vibraba con impaciencia cuando las luces se atenuaron ligeramente y los primeros acordes de «Limítate» retumbaron en la sala. En la parte posterior del escenario, una gran pantalla proyectaba un fragmento del artwork ideado por la fotógrafa Irene Bernad para la portada de Inmortal, reforzando visualmente la presentación del álbum. Desde el primer instante, la banda dejó claro que venía con todo. Y nosotr@s, como no podía ser de otra forma, nos limitamos a verles pasar… como una apisonadora.
La respuesta del público fue inmediata, con una energía que, aunque no llenaba la sala en números, sí lo hacía en entrega. «Queda mucho por hacer» –curioso empezar con los dos temas que abren su disco homónimo de 2002– y «Acto de fe» mantuvieron el ritmo ascendente, sirviendo de antesala para ese himno que es «Antes y después», uno de los momentos más electrizantes de la noche. Apenas arrancó el tema, el público coreó con fuerza el nombre de la banda, un ritual que precedió al inicio de los primeros pogos de la velada. A partir de ahí, el caos se apoderó del respetable.
El concierto avanzaba con una intensidad arrolladora. «Estigmatizado» resonó con una fuerza brutal, y al terminar, J. Molly se tomó un instante para pedir un aplauso, que el público devolvió con creces. El frontman, en una forma física inmejorable, se mostró comunicativo y agradecido en todo momento, reconociendo el cariño especial que siempre reciben en Barcelona. Su entrega fue absoluta, moviéndose de un lado a otro del escenario y conectando con la primera fila en innumerables ocasiones, donde más de un@ terminó coreando los temas hombro con hombro con él.
La solidez de la formación se dejó notar en cada tema. Luis Tárraga y Ken HC se complementaron a la perfección con sus guitarras, generando una pared de sonido demoledora, mientras la base rítmica formada por Álvaro Tenorio y el gran Paco Sánchez sostuvo el peso del directo con precisión quirúrgica. Muchos de ellos llevan muchos años tocando juntos, y esa compenetración se traduce en una contundencia que pocas bandas logran mantener tras más de tres décadas de carrera.
Temas como «Denuncio a Dios» y «Paz y amén» mantuvieron el nivel de intensidad, pero fue con «Tortura-Visión», tema que abre su espectacular Insomnio (1998), cuando la sala volvió a romper en un cántico unánime del nombre de la banda, un reflejo de la conexión absoluta que Hamlet tenía con el público esa… y todas las noches que se han pasado por la Ciudad Condal. El repertorio, como era de esperar, rescató algunas de sus piezas imprescindibles como «El mejor amigo de nadie», tema que abre El Inferno (2000), o «Egoísmo», de Revolución 12.111 (1996), equilibrando la nostalgia con la presentación de su último álbum, del cual interpretaron más de la mitad de sus canciones.
El último guiño a Insomnio se materializó, como era de esperar, con «Tu medicina», una auténtica joya del disco que, en vivo, trasciende el estatus de simple tema para convertirse en un verdadero temarral. Sin embargo, uno de los instantes más memorables se dio con la célebre y celebrada «J.F.», cuando, durante su breakdown, la banda redujo ligeramente el ritmo y generó una expectación que culminó en un estallido final. Fue entonces cuando Biel, el joven hijo de un compañero de la redacción, se llevó el Oscar al mejor fan del evento al protagonizar el único momento de crowdsurfing de la velada. Visca el Biel!
En la recta final, Hamlet reservó tres bombas en forma de tres bises como tres soles. Primero sonó «Imaginé», desatando la euforia antes de dar paso a un cierre inmejorable con «Qué voy a hacer» e «Irracional», las únicas dos piezas rescatadas de Sanatorio de muñecos (1994). Finalizar un show con semejante combinación es, simplemente, magistral y está al alcance de muy pocas bandas. El clímax llegó con «Irracional», consagrada como otro himno absoluto, que sirvió para demostrar que la voz de J. Molly sigue tan afilada como siempre. Con cada grito y cada estallido instrumental, la banda llevó al público al límite, hasta desembocar en un final catártico y demoledor. El último rugido de la noche quedó suspendido en el aire, mientras en la megafonía empezaron a resonar las enigmáticas coordenadas «(41.9383403, -7.4310342)», dejando un halo de misterio y emoción en el ambiente mientras la banda se despedía del respetable, hasta muy pronto, estoy seguro. Catalunya ama a Hamlet y el sentimiento es mutuo.
Ahora, con la perspectiva de la noche ya reposada, no puedo evitar preguntarme cómo dejé pasar tantos años sin verles en directo. Aquel Ripollet Rock de 1998 sigue siendo un recuerdo imborrable, pero esta noche en la Apolo mediana ha sido la prueba de que Hamlet sigue siendo una máquina perfectamente engrasada. Más de 30 años de carrera y su rabia sigue intacta. Si algo dejaron claro el pasado 28 de febrero, es que su fuego sigue ardiendo con la misma intensidad que el primer día. ¡Grandes, Hamlet!
Setlist:
Limítate
Queda mucho por hacer
Acto de fe
Antes y después
Estigmatizado
Vivo en él
En mi nombre
El mejor amigo de nadie
Denuncio a Dios
Paz y amén
Tortura-Visión
No sé decir adiós
En mi piel
Egoísmo
Tu medicina
J.F.
—–
Imaginé
Qué voy a hacer
Irracional
(41.9383403, – 7.4310342)

Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.