Según apuntara en su día el que por aquél entonces fuera el guitarrista de Machine Head, Ahrue Lustre (Ill Niño), la banda recibió muestras de odio provenientes de fans muy, pero que muy enfadados con el nuevo rumbo musical que, aparentemente, estaba tomando la banda incluso antes de que The Burning Red (1999) se lanzara al mercado. «¡Ostias, los MH se han pasado al hip hop!». A mí, a modo personal, este tipo de mentalidad tan estrecha realmente me pone de los nervios. En primer lugar, en realidad sí que hay muy poco hip hop en este álbum; de hecho hay dos canciones en las que el bueno de Robb Flynn rapea, «Desire to Fire» y «From This Day», pero, a su vez, ambas tienen riffs y esa pesadez tan característica de Machine Head. Pero tranquilos, que no cunda el pánico, pues las posibilidades de que la banda se convirtiera en Limp Bizkit eran nulas. Es cierto que este es un álbum muy diferente a los anteriores. Aquí hay más melodía, un poco de influencia del nu metal que mandaba en esa época y la producción de Ross Robinson, uno de los Reyes Midas de tan odiado género, es muy prominente. ¿Pero qué tiene de malo el cambio? Cuando se trata de música, los cambios son siempre algo bueno, y en la mayoría de ocasiones son sinónimo de evolución… ¿o quieres que hagan el mismo álbum una y otra vez?
Hoy, 20 años más tarde, todavía no puedo creerme cuán lamentablemente subestimado está este álbum. No seré yo quien diga qué puesto debería ocupar dentro de su trayectoria musical, pero yo lo pondría ahí, justo detrás de Burn My Eyes (1994), The More Things Change… (1997) y The Blackening (2007). Es, sin lugar a dudas, uno de sus mejores trabajos, y ciertamente es uno de sus álbumes más interesantes hasta la fecha. La producción de Ross Robinson es asombrosa, profunda, con 80.000 capas, y muy orgánica, y es una de esas grabaciones que ganan con las escuchas. Hay tantos detalles y matices que, incluso 20 años después, todavía te sigues sorprendiendo; de hecho, yo lo estoy flipando bastante ahora mismo… Definitivamente es un álbum de metal, pero es más experimental, con más texturas y colores que sus otros álbumes. La falta de solos de guitarra se compensa con un mayor énfasis en los sonidos y efectos del propio instrumento. La interactuación entre ambas guitarras es rica en matices. La batería es elegante, pulida y discreta, mientras que el sonido del bajo es oscuro y retorcido.
Como adelantaba, la banda hace un uso de las melodías y de los efectos de guitarra realmente exquisito. Un claro ejemplo de esto que os digo sucede en el minuto 3:06 del tema número 11, «Five», un arreglo que sale de la nada -como si nada- agregando una gran textura. Otros temas destacados, y de verdad que hay un montón, incluyen «Exhale the Vile» (toda una exhibición de la banda, a través de una letra y de un ambiente intenso… aunque su inicio sea una vil copia del «Cake and Sodomy» de Marilyn Manson), «Silver» (un claro ejemplo de cómo se ha de construir una canción de rock / metal, y si además le añades que es ultra pegadiza, la convierte en una de mis preferidas), «I Defy» (otra pista directa que habla por sí sola, en la que encontramos algunos de los mejores versos del álbum) y, como no, «The Blood, The Sweat, The Tears» (canción realmente increíble por culpa de / gracias a esas enormes y pesadas guitarras y a esa línea de bajo tan inspiradora; sin lugar a dudas, de mis preferidas dentro del ya vasto legado de la banda). Por citar solo unos ejemplos, pues cada tema es esencial y oculta tras de sí su propio lugar dentro del conjunto del álbum. El orden de ejecución de las pistas es perfecto y hay una excelente versión del «Message in a Bottle» de The Police en la sección intermedia que hace que el álbum gane en agilidad.
El álbum termina con la inquietante y etérea «The Burning Red» que se transforma lentamente en algo vasto, sublime y monumental. Cuando la escucho, sobre todo su inicio, cierro los ojos y me gusta imaginarme al sol arremolinándose en una gran nube roja. La verdad es que cuando se lo propone, Robb Flynn puede llegara atener un gran sentido de la melodía y una muy buena armonía vocal, que sobre todo aflora hacia el final de esta canción. Eso sí, ese efecto de batería que se une al todo durante casi un minuto a partir del minuto número dos, es horrible. Es interesante ver como una banda de metal como Machine Head pone más énfasis en la melodía, ya que las secciones más tranquilas de sus canciones son muy interesantes. Machine Head se puso a ellos mismos entra la espada y la pared y salieron airosos, demostrando ser unos músicos geniales y muy versátiles.
Realmente desearía que hubieran perseguido más este sonido, pero supongo que eso es lo que hace que este álbum sea tan especial. Y ahí está, el solito, como un álbum único e inusual.
Grabado en los Indigo Ranch Studios de Ross Robinson, casa que vio parir los primeros trabajos de Limp Bizkit, Korn o Slipknot, The Burning Red define a Machine Head como una banda única que se adelantó a su tiempo con un álbum valiente y audaz que realmente merece que le presentes más atención y respeto, puto trve de los cojones.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.