Empecemos por confesar algo: Tool nunca me han dicho especialmente nada. Sí, ya lo sé, parece que es una banda que todo el mundo tiene en un pedestal y que su apreciación por ellos debería ser universal e incuestionable, pero yo he podido vivir una vida musical bien plena sin haberles prestado nunca demasiada atención. A ver, que no es que los odie ni nada de eso: he escuchado 10,000 Days, Lateralus o Ænima un montón de de veces y no me desagradan para nada, pero a pesar de apreciarles y reconocerles la influencia en toda una nueva generación de bandas progresivas, soy incapaz de apreciar en su música esa grandiosidad que tantos les asumen. Una grandiosidad y un misticismo que hacen que tantos y tantos estén obsesivamente pendientes de sus movimientos a ver sí, por fin, la banda liderada por el icónico y raruno Maynard James Keenan se digna a hacer algun movimiento enfocado a volver a entrar en el estudio o a subirse a un escenario.
De hecho, y sin tampoco haber sido ni mucho menos un fan demasiado devoto, es probable que siempre me haya gustado bastante más la otra banda del señor Keenan. A Perfect Circle nacieron hace casi veinte años omo un supergrupo con gente alrededor de formaciones como The Smashing Pumpkins, Nine Inch Nails, Primus o, claro, los propios Tool, y aunque quizás durante esos primeros días se tomaron a ellos mismos como una curiosidad, a medida que su trayectoria se consolidaba y la de sus bandas madre palidecía o incluso se desvanecía, fueron tomando más y más protagonismo hasta llegar al estátus privilegiado del que gozan a día de hoy.
Si hablábamos de Tool como una banda que se hace de rogar a la hora de publicar nuevo material, A Perfect Circle tampoco se quedan precisamente atrás. Hace ni más ni menos que catorce años desde que escuchamos el último disco de estudio de los americanos, Emotive. El anuncio de la salida de este Eat the Elephant y de la gira de presentación veraniega que lo acompaña, que en Europa se centra en festivales como el Hellfest francés, el Be Prog o el Download Madrid, nos cogió algo por sorpresa, y es que lejos de forzar nada, Maynard, Billy Howerdel y los suyos han esperado hasta que han tenido claro que podían hacer el mejor disco posible. Y realmente se han quedado bien a gusto.
Y eso que Eat the Elephant no es un disco que entre fácilmente, ya os lo digo. Si os esperáis la inmediatez, energía y los ataques pegadizos de muchos de los trabajos anteriores, aquí los vais a encontrar con cuentagotas, al menos en las primeras escuchas. Pero a no ser que vengas con una idea preconcebida de lo que quieres econtrar, eso tampoco son malas noticias, al contrario. No es que sea un disco particularmente enrevesado, ya que todo transcurre bajo un cierto halo de sencillez, pero a la vez no es para nada obvio y, sobretodo, necesita de múltiples escuchas para madurar y explotar todo el potencial escondido detrás de los sonidos ochenteros y melancólicos que llenan cada recoveco.
Tanto la incial «Eat the Elephant» como «Disillusioned» son temas lentos, quejumbrosos y atmosféricos que, en un primer momento, me hicieron temer que este disco se me fuera a hacer realmente largo. De hecho, es posible que si no me hubiera propuesto reseñarlo o tuviera claro que quería disfrutar plenamente de su concierto en el Be Prog no me hubiera esforzado a insistir mucho más allá. Sí, hijos, que A Perfect Circle tampoco son una de las bandas de mi vida y ya sabéis la cantidad de música que lucha por hacerse un hueco en nuestras orejas día tras día. Y suerte que fue así, la verdad, ya que son canciones que necesitan de una cierta insistencia para acabar de atraparte. De hecho, estas dos primeras me parecen brillantes. Quizás no las más adecuadas para abrir el disco, eso también, pero brillantes.
Y a pesar de ello, es a partir de «The Contrarian» que empiezan los temazos de verdad. Éste sigue siendo mayormente introspectivo y algo lánguido, pero su magnética línea vocal y su rollo cercano al chillout ochentero con algunos toques de shoegaze consigue convencerme rápidamente. La cosa sigue mejorando aún más con «The Doomed», donde un bajo poderoso y un ritmo progresivo pesado y moderno pavimentan el camino para que (¡por fin!) entren los guitarrazos y los juegos de voces que tanto nos gustan. Una canción que cubre el abanico que va desde Rush hasta Leprous, desde la intimidad hasta la sinfonía, desde los susurros a los gritos. Una línea vocal excepcional, melodías pegadizas y exhuberancia A Perfect Circle al 100%.
Comparado con la inaccesibilidad de los dos primeros temas del disco, la sorprendente «So Long, and thanks for all the fish» parece provenir de una banda distinta. Y es que esta capacidad camaleónica es una de las grandes virtudes de A Perfect Circle, capaces de colocar enmedio de un disco tirando a denso y oscuro como éste un tema que flirtea con el pop británico de gente como David Bowie o Placebo, lleno violines bailongos, melodías casi irlandesas y una obvia y pegadiza facilidad en sus melodías. Un single evidente y, quizás, incluso un tema a recordar en el futuro de la banda.
«TalkTalk» continua la serie de temas impecables que a medida que te familiarizas con ellos se te acaban clavando en el cerebelo, y lo hace volviendo a la tranquilidad atmosférica con dejes de synthwave ochentero que ya habíamos visto al principio, acompañada en este caso de un estribillo extremadamente infeccioso y bastante más contundente que entonces. Los susurros y la extaña melodía vocal que abre «By and Down the River» sirven de puerta de entrada a otro tema tranquilo y elegantísimo con un sonido en las guitarras que recuerda vagamente a bandas como The Cure o Killing Joke. La voz poderosa y antémica tiene la presencia y la personalidad de las grandes bandas de rock de los noventa, los solos del señor Howerdel son sencillamente deliciosos, y ni tan siquiera algun cambio de ritmo un poco raro evita que estemos ante un temazo de tres pares.
«Delicious» es un potente tema de rock alternativo casi seattlesco, con dejes a Pearl Jam, a Soundgarden o a Alice in Chains, brillando al asumir una habilidad tan característica en ese movimiento como es el ser capaces de sonar oscuros y luminosos a la vez. Este tema energético supone un contraste brutal con la magnífica «DFB», una especie de interludio instrumental melódico, oscuro, melancólico y ochentero a base de piano y sintetizador que recuerda a los momentos más introspectivos de Depeche Mode u otros coetáneos.
«Hourglass» tira hacia derroteros más alternativos y trae a la cabeza tanto a Marilyn Manson como a Placebo. O a todo lo contrario. De hecho, más bien a todo lo contrario. Aunque es un poco repetitiva, la línea vocal es genial y la canción al completo tiene un groove irresistible. El estribillo a base de vocoder es muy infeccioso y hay una buena cantidad de pasajes maravillosos (especialmente cuando el piano se queda solo). En «Feathers» tenemos un gran protagonismo vocal de Manyard, creando un muy buen tema muy sensible, aunque a mí es de los que menos me mueve. Acabamos con los sintetizadores de un «Get the Lead Out» que al principio me recuerda un poco a Agent Fresco (lo que, evidentemente, significa que la influencia es al revés), pero que acaba convirtiéndose en un tema muy distinto, muy electrónico y un poco raro en su estructura, pero perfectamene coherente con lo que se nos presenta en este disco. Una outro en toda regla.
Eat the Elephant es, una vez escuchado tantas veces como se merece, un discazo incontestable. Entre pitos y flautas también es, seguro, el disco que más insistentemente me he trillado de la (breve) discografía de los americanos, lo que teniendo en cuenta que estoy a pocos días de verlos presentarlo en el Be Prog. My Friend, es una buena noticia. Podríamos aventurar decir que se trata de un disco un poco largo y que, por ello, no he tenido la oportunidad de escucharlo del tirón en tantas ocasiones como me habría gustado, pero eso sería una apreciación muy injusta para un trabajo que pide y necesita, precisamente, de mucha atención y de una escucha pausada. A buen seguro, uno de los discos más destacados e interesantes de este año.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.