Me encuentro ante una reseña que pone a prueba mi objetividad totalmente: hablar sobre AC/DC. Por fortuna, no me encuentro ante un trabajo escolar en donde debo permanecer al margen de mis grandes pasiones y, es que la música de los australianos, ha sido fundamental para quien escribe éstas líneas. Y para mejorar mí suerte, hoy hablaremos de uno de sus mejores trabajos: Ballbreaker cuyo lanzamiento marcó el regreso de la alineación clásica de la banda y lo hicieron con una producción espectacular sin dejar de lado su sonido tan característico. Así que vayamos al grano y vayamos viendo qué decimos de ésta joya que cumple su primer cuarto de siglo. Aunque aquí se me presenta otro reto: ¿Qué se puede decir de AC/DC que no se haya dicho ya? Difícil respuesta. Es una banda que no necesita presentación y que el no conocerla quiere decir que vives en medio de la nada o debajo de una roca. Aunque así parezca, vamos a darle.
AC/DC, las grandes pistolas y un mago llamado Rick Rubin
Los australianos alcanzaron la fama desde temprana edad. Discos como los que venían haciendo desde 1974 son una verdadera descarga de energía. La cúspide de su obra fue lograda con el Back in Black en 1980 tras la muerte del carismático Bon Scott. Un hecho lamentable que supuso la separación de la banda… por fortuna, no sucedió. Tras el Back in Black, le siguieron álbumes que dividen opiniones y los colocan entre lo mejor o lo peor de su carrera. Vamos, que sencillamente a AC/DC o lo amas o los amas, pues no se pueden odiar ni mucho menos declarar qué discos son malos o menores; en opinión propia, creo que la pregunta correcta es qué disco te gusta menos de AC/DC, pues las opiniones y razones serán divergentes. En fin.
Uno de esos álbumes es Flick of the Switch de 1983. Un disco con un sonido algo áspero y potente, con temas que pudieron haber funcionado de maravilla en todas sus giras y que, sin embargo, usaron por poco tiempo. Flick of the Switch es un parteaguas en la historia de la banda pues sería el último que grabarían con Phil Rudd. Aquí tenemos parte de la participación de Simon Wright, el cual, tendría la fortuna de participar con los hermanos Young y compañía en Fly on the Wall (1988), Who Made Who (1986) y Blow Up Your Video (1988).
Tras la era del señor Wright en los tambores, le siguió la época de Cris Slade, un baterista de renombre dentro de los páramos rockanroleros y de gran talento que fue el encargado de grabar The Razors Edge en 1990. Y así llegaría en 1993, tras un álbum en directo, el sencillo «Big Gun» para el soundtrack de la película Last Action Hero (El último gran héroe), de Arnold Schwarzenegger. Dicho sencillo estuvo dirigido por Rick Rubin, un productor reconocido sobre todo por formar parte del sello discográfico Def Jam Recordings y producir a bandas de la talla de Aerosmith, Rage Against the Machine, System of a Down, Red Hot Chili Peppers o Slayer.
Siendo una opinión personal de quien escribe éstas líneas, la entrada al estudio de Rick Rubin fue de maravilla ya que dotó a la banda una nueva vida; un sonido, si se quiere, más metálico, más poderoso. Se puede percibir esa energía tan característica de la banda que perdió ligeramente tras el For Those About to Rock. Aunque para la banda parece que no fue tan sencillo trabajar con el gurú Rubin, pues se dice que él les hizo repetir hasta cincuenta veces o más las grabaciones para lograr que las canciones fueran perfectas y que eso llegó a provocar alguna que otra disputa entre Rick Rubin y los hermanos Young.
El drama del batería
Un punto importante a resaltar en éste disco es el regreso de Phil Rudd a los tambores. Phil es considerado uno de los mejores bateristas de la historia; la Rolling Stone lo sitúa en la posición 86 de su top 100. Podrá tener un estilo relativamente sencillo, pero tiene una pegada increíble y, junto a Cliff William en el bajo, llevan el ritmo de la banda de forma perfecta. Cris Slade fue un buen reemplazo; sin embargo, Rudd tiene más presencia en el escenario. Su historia en la banda ha sido todo un drama a partir de 1983. Phil Rudd partió de la banda durante la grabación del Flick of the Switch debido a su abuso de sustancias y a su aparente incompatibilidad con Malcolm Young para trabajar. Desapareció del ojo público y retirándose a Nueva Zelanda durante más de una década. Regresando en 1994 con los australianos tras verlos en camerinos al finalizar un concierto de AC/DC en Auckland, Nueva Zelanda en 1991, colaborando en el Ballbreaker en adelante.
Grabar de nuevo con AC/DC significó mucho para los fanáticos que ansiaban verlo de nuevo golpeando su kit Sonor en los escenarios tocando los nuevos y viejos cortes de la banda. Así que en Ballbreaker vemos de nuevo a la alineación clásica de la banda; a la formación que grabó uno de los discos más importantes de la historia del rock: Back in Black, el álbum que los colocó en la cúspide de la cima rockera.
En los últimos años, Phil Rudd es el único miembro de la banda en salir de ella por causas que no se relacionen con alguna enfermedad. Recordemos tan solo en años pasados se involucró en problemas legales por posesión de drogas y de amenazas de asesinatos, siendo obligado a cumplir un arresto domiciliario. En fin, la rueda del destino quiere que todos permanezcan unidos hasta el fin y quizá, sea como él lo mencionó, de que no pararán hasta que todos estén muertos. Por lo pronto, habrá que disfrutar de su trabajo en el último disco, Power Up (2021), esperando y no sea el último de los australianos.
El arte del Ballbreaker
El arte de portada del disco es algo que se debe de comentar como una curiosidad. Es una portada que resalta de las demás de la discografía de los australianos. Es dramática, oscura y electrificante. Vemos a Angus dando su clásico walkduck sobre la bola de demolición desprendiendo rayos a su alrededor. Unas gárgolas se asoman a ambos lados de la portada y las letras del logo de la banda color plateadas resaltan del fondo creado a base de colores fríos.
El interior del libro que presenta es interesante ya que contiene algunos dibujos alusivos a los temas que presenta el plástico a modo de cómic y es que, no podía ser de otra manera si es la misma Marvel Comics quien se encarga del arte, lo que lo vuelve bastante atractivo y presenta trabajos de la talla de artistas como Reggie Jones.
Primero vemos un dibujo del logo de AC/DC tallado en lo que parece ser una pared de piedra en un acantilado siendo alumbrada por unas lámparas gigantes y hasta arriba varias máquinas de demolición. El segundo presenta con letras mayúsculas y enormes el tema The Furor a modo de portada de cómic y en él tenemos a un religioso eufórico con la sombra de una cruz a su espalda y la paleta de colores seleccionada es fenomenal, una mezcla entre tonos cálidos y fríos dando un dramatismo absoluto.
El dibujo alusivo a Boogie Man es más atrevido al mostrar a un sujeto extraño charlando con una prostituta fuera de lo que parece ser un teatro o cine. Hail Caesar tiene un diseño bastante bueno de un político hablando frente a las masas. Sigue un dibujo que, suponemos es el del tema Caught With Your Pants Down y vemos a un hombre que es fotografiado por varios paparazzis cuando está con una chica en un motel. Y finalmente tenemos a la dominatriz que apareció en el corto promocional de la gira del Ballbreaker junto a los bobalicones de Beavis and Butthead.
De ser duro como una piedra a romper bolas
El Ballbreaker no podía tener un mejor inicio que «Hard As a Rock». Con ese suave riff al inicio que evoluciona a uno más contundente, sabes que le sigue algo mejor. El golpe de Phil Rudd en lo tambores suena poderoso y en forma; perfecto para marcar su regreso. Una carta de presentación como pocos saben hacerla. «Cover You in Oil» tiene una de las mejores secciones rítmicas del disco y probablemente de toda su discografía, con perdón de muchos. Aquí, la palestra es para Cliff Williams y Phil Rudd, quienes mantienen ese ritmo vacilón y agradable que no deja que se pierda su energía y contundencia. Los hermanos Young se discuten con ese riff tan fabuloso y divertido de escuchar y la áspera voz de Brian Johnson hacen de éste corte algo que no te puedes saltar.
El requinteo de «The Furor» es bastante interesante y más cuando entra Malcolm con sus acordes al aire y los tambores de Phil Rudd dando así la estructura de la canción. La voz de Brian cuadra de maravilla aquí. Una rola que tiene sus momentos y sube conforme nos vamos acercando al final de cada estrofa y el solo de guitarra es de lo mejor. Sencillo, económico y adecuado para entender lo que se está oyendo. En lo personal, creo que es un tema que hubiera servido mejor si se hubiese dejado antes de «Burnin’ Alive».
«Boogie Man» es un sucio blues, justo como les gusta hacerlos a la banda y que funciona en directo para el show de Angus. Es la pieza más lenta del álbum, pero no por eso la peor y menos energética. La voz de chico malo de Brian hace que él sea el Boogie Man y lo puedas imaginar haciendo vagancias liderando a los demás. «The Honey Roll» tiene un misterioso riff que se interrumpe con el golpe del tambor. El retumbar del bajo le da una sensación más coqueta al tema, si se le puede decir así. Cuando se inicia el solo de guitarra cortesía de Angus, el tema mejora para bien hasta el final.
Durante el trayecto sonoro del disco, nos vamos topando con piezas memorables que van elevando la expectativa del cierre del álbum. Es decir: si tuvimos un inicio magnífico y un recorrido agradable, ¿qué sigue? «Burnin’ Alive». Es un diamante dentro de ésta sólida roca. Un tema precioso que no me queda duda de que es de lo mejor de la carrera de los australianos. Un riff suave, poderoso y una sección rítmica de otro mundo. La voz de Johnson no pudo ser mejor aquí. La parte lenta de la canción a los tres minutos ayuda a crear tensión y que explote en un solo de guitarra necesario y que hace que la energía imprimida en cada nota se desborde. Una vez más, se muestra el genio compositivo de Angus y Malcolm Young.
Recuerdo haber visto primero el vídeo de «Hail Caesar» que haber escuchado el Ballbreaker. ¿Quién no lo ha visto? Musicalmente estamos ante una pieza imperdible. Un riff para salir a pelear al coliseo y matar leones. El ritmo que marca Phil Rudd en todo momento no se le pierde y la contundencia de Cliff Williams le da apoyo para que la sección rítmica no decaiga nunca. El coro es sumamente pegadizo y en directo machacón. El cambio de ritmo antes del solo de guitarra y después del mismo, es bien recibido y vuelve al tema más dinámico. «Love Bomb» sigue con la misma energía escuchada hasta ahora y su riff es poderoso y muy melódico. Brian Johnson hizo un excelente trabajo en las vocales. Puede ser un tema casi nostálgico ya que emplea elementos de su glorioso pasado y nos demuestran que siguen dando lo mejor a la hora de componer.
Sigue, para mí, una de las tercias perfectas del rock y una manera perfecta de cerrar un álbum. Primero, «Caugth With Your Pants Down» con su letra cómica y ese riff que seduce, llegan a un punto de inflexión donde el ritmo es irresistible. Cuando aparece Angus Young sentando cátedra en cómo hacer un buen solo de guitarra, Malcolm se discute en la guitarra rítmica; Cliff y Phil se encargan de sostener el tema mientras las voces de Johnson se cuadran bien en el tema. El tema tiene lo necesario para sobresalir y pudo ser una joya en directo si se hubiera explotado al igual que «Whiskey on the Rocks», que por cierto, el ritmo es absolutamente genial y la letra que invita a tomar con los amigos y pasar un buen rato hacen del tema algo inolvidable. Es cierto que es un corte algo lento y ahí radica su genialidad; no necesitan hacer temas rápidos para encantar.
Llegamos al final con «Ballbreaker», tema que bautiza el álbum. Una de las mejores formas de terminar un trabajo bien hecho. Ese requinteo delicado que se transforma en un monstruo bajo la tutela de Angus y Malcolm. El bajo de Cliff Williams retumba con intensidad dando la crudeza al corte. Phil Rudd demuestra por qué es el mejor baterista para AC/DC dando golpes a su batería con una fuerza entrañable. El señor Johnson hace uso de su mejor voz. Un tema que vuelve a éste uno de los mejores discos de los noventa y de la discografía de AC/DC.
Mi opinión
Quizá el trabajar con Rick Rubin no fue la mejor experiencia para AC/DC y podemos creer que en verdad fue algo muy pesado, pues es el único trabajo que hicieron con él. Pero es innegable que no hubiera sido el mismo resultado de no haber trabajado con otro que no fuese Rubin, pues dotó a la banda de un sonido agresivo y más poderoso a diferencia de The Razors Edge. Si se me permite decirlo, el Ballbreaker puede ser el último gran disco de la banda, ya que lo que hicieron tras los dos miles, podrá ser tema de discusión si es bueno o no, aunque la pregunta correcta es más personal: ¿qué trabajo te gusta menos? Porque es cierto que la complejidad musical de la banda puede llegar a ser muy simple, siendo que el mismo Angus reconoce que han hecho más de catorce veces el mismo álbum (claro que lo dice de broma) pero esa es la genialidad, pues nunca han necesitado desbordar talento de manera pretenciosa como otras bandas para llenar estadios o liderar festivales o atraer multitudes ha donde sea que se presenten. Lo único que necesitaron para conseguir todo ello fue su contundencia y no desapegarse de lo que ellos buscan: ser una banda de rock.
En la actualidad, el futuro de AC/DC se ve incierto. Malcolm, desafortunadamente dejó éste mundo hace unos años siendo sustituido por su sobrino Steve y, a pesar de que la banda lanzó Power Up el año pasado, el tema de la pandemia no les ha dado la oportunidad de girar por el globo como antes. Qué más quisiera yo que ver a estos monstruos girar de nuevo y enloquecer a las masas como sólo ellos saben hacerlo. Si hay AC/DC para rato, eso es algo que Angus y el tiempo podrán contestar. HAIL, AC/DC!