Aunque Alice Cooper está paseando en la actualidad su Too Close for Comfort Tour por Europa en motivo de la presentación de su último disco de estudio, Road (2023), su visita a Barcelona fue anunciada no en sala sino dentro del ecléctico festival ALMA en la excepcional ubicación del Poble Espanyol. Todo apuntaba a una noche memorable, y en cierta forma lo fue, pero con algún que otro pero…
Empezaremos con uno de ellos, el primero en la frente tan solo llegar, el acceso al recinto. En plena época estival de afluencia turística máxima, y siendo el Poble Espanyol un lugar bastante visitado por los extranjeros, os podéis imaginar que a la temprana hora que nos habían convocado, siete de la tarde, la coincidencia con toda esa gente era inevitable, con lo que el festival tuvo a bien montar el acceso al concierto no por la puerta principal, sino dando toda la vuelta al recinto para acceder desde la punta contraria.
¿Es eso un problema? Pues para una servidora, que se acompaña estos días por una persona con movilidad reducida, lo es, ya que el Poble Espanyol está ubicado en una avenida en pendiente, que a medida que rodeas el recinto se hace mayor. Así que ni cortos ni perezosos nos plantamos en la puerta principal arguyendo que eso de dar toda la vuelta, como que no… Después de unas cuantas llamadas de unas amables personas de seguridad, todo hay que decirlo, nos dejaron pasar, pero a nadie se le ocurrió traernos una pulsera de acreditación como la que llevaban todos y cada uno de los asistentes que sí dieron la vuelta y entraron por el sitio correcto.
Parece un detalle sin importancia, pero cada vez que pasábamos por un acceso con seguridad, saca la entrada y vuelve a contar la historia de que te han dejado pasar por el tema de la movilidad reducida… El caso es que una hora tarde a lo anunciado, nos dejaron acceder a la plaza donde se ubicaba el escenario y allí que nos fuimos a inspeccionar in situ nuestras posibilidades para poder ver bien el espectáculo, Ahí sí estuvieron de lujo, un diligente chico nos indicó la zona reservada para las personas con problemas de movilidad, una especie de glorieta cubierta que hay en un lateral en todo lo alto de la plaza, detalle que se agradece mil.
Tras las explicaciones pertinentes sobre las rampas, baños…, le preguntamos por el segundo escenario, el del Village, donde se ubicaba la zona de restauración y actuaba Dizzel, la otra banda anunciada para la noche. Sorpresa el descubrir que una vez entrados a la plaza ya no puedes salir de ella (¿para qué ponen pulsera entonces, sólo para identificarte y ya?). Parece ser que las personas que entraron por el acceso correcto atravesaron ese otro espacio y pudieron decidir si quedarse en él o no, pero el caso es que se hace un poco raro de entender por qué no puedes dar marcha atrás si así lo deseas, con la de tiempo de margen que hay entre la apertura de puertas y el inicio del concierto de Alice Cooper.
De verdad que deberían entregar un manual de instrucciones con la entrada explicando qué puedes hacer y qué no en un recinto destinado a acaparar muchos eventos a la vez en él… porque la cosa no acaba aquí, justo al lado de la glorieta donde nos situamos para ver el concierto, la pequeña sala Upload estaba también en funcionamiento, solapándose a ratos el sonido con el del escenario principal. Lo dicho al principio, ubicación excepcional pero complejo el manejo de la situación con tantas cosas sucediendo al mismo tiempo.
Entremos ya en materia, que a eso hemos venido. Alice Cooper, el hombre de la mirada negra, el pionero del shock rock, nos convocaba una vez más a vivir su pesadilla de noche de viernes. No diría que hubo un sold out, pero desde mi atalaya sí pude percibir un llenazo importante de la plaza de gente variopinta con un rango de edades bastante amplio. Es evidente que, tras más de 50 años de carrera, muchos de los seguidores del artista tienen una edad considerable, por lo que muchos de ellos también vinieron acompañados de una siguiente generación, así que lo dicho, un poco de todo en cuanto a público es lo que pudimos ver.
Puntualmente a la hora convenida, dos personajes disfrazados sobre el escenario en cada punta, portando cada uno de ellos una campanilla, nos avisaron con su toque que la cosa estaba ya para empezar inminentemente. Tras un telón en blanco y negro central que simulaba la portada de un diario nacional, donde pudimos leer la noticia de que se prohibía la presencia de Alice Cooper en nuestro país, éste hizo aparición desde detrás del mismo para abordar el primer tema de la noche, “Lock Me Up”, desafiando tan solo empezar el mensaje del rotativo.
Dos escaleras laterales flanqueaban ese espacio central, dando mucho juego a la hora de ubicar a todos los músicos que acompañan al artista (Ryan Roxie, Tommy Henriksen y Nita Strauss a las guitarras, Chuck Garric al bajo, y Glen Sobel a la batería). Tras todos ellos, unas imágenes proyectadas sobre el fondo del escenario acabaron de aportar el toque mágico de la noche, combinando tomas del mismo directo con fotografías relacionadas con los temas que iban tocando. La verdad es que el escenario se veía muy completo a pesar de ser enorme; en eso de la escenografía, se nota que son todos unos maestros.
Y en eso de ofrecer espectáculo… ya son de otro planeta. Si alguna vez has visto a Alice Cooper en directo sabrás que lo que sucede encima del escenario va más allá de la mera descarga musical. Personajes variopintos, entre los que se encuentra la mismísima hija de Alice, Calico Cooper, amenizan la velada entrando y saliendo a escena cuando el guion de la noche así lo requiere. Lo de estos recitales parece más bien una obra de teatro musical que otra cosa, pero lo mejor de todo ello, es que la banda que está sobre el escenario son parte activa de la misma.
Todos ellos rebosan una energía fuera de lo normal, moviéndose de arriba abajo y de lado a lado sin cesar, sin tener una posición específica definida, cambiando de micro sin problema para los coros. Éste es un detalle que no recordaba de mis dos veces anteriores en las que había visto a la banda en Rockfest, el hecho de que todos los músicos a excepción del batería apoyan con coros a un gran nivel al maestro de ceremonias y lo bien que esto hace al sentir general de las canciones.
Alice no es un cantante que tire de grandes registros sino de personalidad y es por ello que todo ese equipo arropándolo a nivel vocal le sienta a las mil maravillas para dar empaque a su música. Esos escasos dos minutos comprimidos de “Lock Me Up” ya nos dejaron claro que el público venia entregado de antemano, recompensando al artista de manera inmediata tras esta intro exprés en las que se mostraron las cartas de la noche. Primera y única concesión a su último disco de estudio, Road (2023), a continuación, con la adecuada y fácilmente coreable “Welcome to the Show”, un manual en toda regla de lo que Alice propone a su público en cada uno de sus espectáculos.
De manera magistral empalmaron con el primer clásico de la noche en caer, “No More Mr. Nice Guy”, cuyo estribillo fue coreado sin duda por todos los allí presentes. El pabellón bien alto nos dejó con tal descarga, y aunque el siguiente “I’m Eighteen” bajó un poco la intensidad, vuelve a ser de esos temas en que el estribillo se hace pegadizo al máximo, y si encima te lo canta Alice jugando con una muleta como si en vez de eighteen tuviera eighty years old, el descojone ya es máximo.
“Under My Wheels” nos propuso un viaje al pasado al Detroit de donde es oriundo el artista, regalándonos unas curiosas imágenes en blanco y negro proyectadas al fondo del escenario. Los solos de guitarra de los tres guitarristas de forma seguida —y no todos a la vez— se dejaron escuchar por primera vez en este tema, fórmula que vimos repetir en bastantes ocasiones durante la noche.
Momento para abordar otro clasicazo más actual por decirlo de alguna manera (nada más ni nada menos que del 89) de la banda, el infalible “Bed of Nails” que no dejó títere con cabeza. Es evidente que la época dorada de hits fueron los inicios de los 70 para Alice, aunque no podemos obviar que tanto Trash (1989) como Hey Stoopid (1991) volvieron a verle brillar en este sentido. Unos contundentes toques de batería de Glen Sobel, quien se lució al máximo en este tema, dieron inicio a otro emblema imprescindible, “Billion Dollar Babies”, que hizo las delicias de los presentes. Tocó tirar de terror invocando al espíritu de las películas de Viernes 13 con el tema “He’s Back (The Man Behind the Mask)”, durante el cual se simuló un asesinato sobre el escenario de forma muy teatral. “Be My Lover”, de vuelta a los 70, tuvo seguimiento máximo a las palmas gracias a ese toque tan divertido que posee, destensando un poco el ambiente después del shock causado por el tema anterior. Un poquito de patriotismo en entredicho nos quisieron mostrar en “Lost in America” a continuación, con un Alice enseñando la bandera americana de la parte trasera de su chaqueta en diversos momentos y acabando su actuación con un alto y claro «I’m Lost!».
La capacidad de empalmar tema tras tema sin un segundo de descanso entre ellos es algo que no deja de asombrar en estos recitales, no dando tregua, y así ocurrió una vez más al enlazar con “Hey Stoopid”, otro clasicazo como el que más de estribillo infalible que no hay alma que se resista a cantar. Pero es evidente que tanta intensidad no puede durar eternamente, con lo que, llegados al ecuador de la noche, Glen Sobel se hizo cargo de la situación abordando un solo de batería que dio algo de aire al resto de la formación. Emotivo el inicio de ese segundo tramo de la noche con un Alice en todo lo alto de la escalera derecha del escenario recitando esas primeras estrofas de “Welcome to My Nightmare”, dirigiendo con su bastón, como si de una orquesta se tratara, al resto de su cuadrilla en la parte de abajo del escenario. Jugueteos con una muñeca hinchable es lo que pudimos ver a continuación durante el desarrollo de “Cold Ethyl”, un momento distendido que acabó con la susodicha y maltrecha muñeca volando hacia la parte de atrás del escenario para que la banda pudiera abordar sin pausa “Go to Hell”, temazo aderezado por unas maracas que hizo sonar Alice en su parte central, en el que se vino teatro del bueno. Un numerito de lucha sado, látigo incluido, entre Alice y una mujer (que descubrimos más tarde que se trataba de su hija), acabó con este como vencedor de la misma.
Qué sería de un concierto de Alice Cooper sin que sonara la balada “Poison”… ¡un acto imperdonable como poco! Pero no lo fue, el momento que todos estábamos esperando llegó al fin, y “Poison” sonó alta y clara hasta los confines de la tierra. De largo fue el tema más coreado de la noche y por qué no decirlo, el que consiguió levantar más móviles para inmortalizar el momento. Siguió el repaso a los grandes éxitos de la banda, tocándole el turno esta vez a “Feed My Frankenstein”, en el que un monstruoso Alice hizo las delicias de los asistentes mientras Nita y Ryan se disputaban el trepidante solo del tema lado a lado del gigante. Gran aceptación también por parte del público que se encontraba en estos momentos en todo lo alto. Encaramos la recta final de la noche con “Black Widow Jam”, en la que Nita tomó protagonismo introduciendo el tema desde lo alto de una escalera mostrándonos todas sus habilidades a las seis cuerdas. No estuvo sola defendiendo la jam, fue su compañero Tommy quien cogió el testigo del solo, seguido de Ryan, y que terminó con todos ellos tocando a la vez para poner el broche final. “Ballad of Dwight Fry” fue la banda sonora del numerito de Alice cantando atrapado dentro de una camisa de fuerza que acabó con su decapitación en directo mientras sonaban las primeras notas de “I Love the Dead”, tema que se desarrolló mientras su verduga paseaba la cabeza de Alice cual trofeo de caza.
Se necesita más que una guillotina para llevarse a Alice al otro barrio, y pronto lo vimos regresar al escenario para presentar candidatura nada más ni nada menos a presidente de los Estados Unidos en “Elected”. Desde el atril y todavía ataviado con la camisa de fuerza, nos dio un gran discurso convenciéndonos de que su elección a buen seguro sería mucho mejor que las alternativas presentes. Claro que sí, un poco de humor para cerrar la noche también tiene su cabida en un espectáculo en donde, como ya hemos ido viendo, se puede esperar cualquier cosa. Unos sentidos aplausos y un amago de despedida en el que un «One more?» ya nos avisaba de que, efectivamente, tan solo quedaba un tema para llegar al final, dieron paso al hitazo (¡uno más!) de Alice por excelencia. Estamos hablando de “School’s Out”, tema que si has escuchado con anterioridad en directo sabrás que entremezclan con “Another Break in the Wall” de Pink Floyd y de temática similar, para hacerlo un poco más ameno y original, alargando su duración hasta los diez minutos de éxtasis total y unánime seguimiento vocal por parte de un público rendido a sus pies. Era el final de fiesta y eso se tenía que notar, así que mientras Nita, Henrik y Ryan despachaban sus partes respectivas del solo, unas enormes pelotas inflables fueron lanzadas al respetable para jugar con ellas. Por primera vez, Alice se dirigió a nosotros para presentarnos a su plantilla de guapos, tal y como los describió. Mucha ovación a todos y cada uno de los miembros de la banda, pero quien indudablemente se llevó la palma fue hurricane Nita, con permiso de Alice, que por lógica fue el más aplaudido de todos ellos, que para algo fue el protagonista indiscutible de la noche. Con un «May all of your nightmares be horrendous» abandonaron el escenario mientras la audiencia se deshacía en aplausos para despedir a una gran banda que tras escasa hora y media de show en mayúsculas (demasiado corto para mi gusto), nos dejaron con ganas de más. Los precios de las entradas no eran baratos, tampoco de escándalo como los que ponen otras veteranas bandas de renombre, todo hay que decirlo, pero al menos fue más que disfrutable de principio a fin. Revisando el largo setlist previo al concierto, parecía que la cosa iba a durar más, pero es que Alice y compañía no desperdician ni un segundo sobre el escenario, por lo que ese tiempo, aunque justito, fue exprimido al máximo.
Para acabar ya una última reflexión personal. Sea en formato “aquí no va a pasar nada, venimos a tocar y punto” o lo sea en formato ”el espectáculo que no falte”, disfrutar de todas y cada una de las posibilidades que nos brinda la música en directo es un lujo imperdible. Cada artista debe decidir cuál es la manifestación artística en la que se siente más cómodo y nosotros debemos apoyarlos si queremos que la rueda siga girando. En unos tiempos en que la música en sí ya no da apenas de comer, acudir a las salas o a los festivales se hace imprescindible para ayudar a que nuestros artistas sigan dando guerra, y de la buena, hasta pasada la edad de jubilación. Así que, ¡nada de quedarse en casa!
Setlist:
Lock Me Up
Welcome to the Show
No More Mr. Nice Guy
I’m Eighteen
Under My Wheels
Bed of Nails
Billion Dollar Babies
He’s Back (The Man Behind the Mask)
Be My Lover
Lost in America
Hey Stoopid
Welcome to My Nightmare
Cold Ethyl
Go to Hell
Poison
Feed My Frankenstein
Black Widow Jam
Ballad of Dwight Fry
I Love the Dead
Elected
School’s Out
Aficionada a la música y los viajes, aunque no sabría decidir en qué orden. Cuando los combino, ¡lo más! Amante de aprender cosas de allá donde vaya, soy un poco la suma de los lugares que he visitado y las experiencias vividas. Daría la vuelta al mundo de concierto en concierto si de mi dependiera, pero las limitaciones terrenales me mantienen aquí y ahora, así que, ¡a sacarle el máximo partido!