Mi historia de amor con el ahora trío All Hail the Yeti se inició hace unos meses, cuando les ví abrir para 36 Crazyfists en su última visita a la Sala Razz 3. Reconozco que hasta una semana antes del bolo, que tuvo lugar el pasado 31 de enero del presente año, no tenía ni puñetera idea de quienes eran estos tipos, pero me gustaron tanto en vivo que, no solo me compré sus dos CD’s publicados hasta la fecha, sino que me tomé una birra (industrial… una Estrella de mierda, vamos) con ellos tras recoger los bártulos. Fue entonces cuando me hablaron de este Highway Crosses que aquí nos ocupa.
Un producto de Los Ángeles, California. Eso es lo que son All Hail the Yeti, banda formada en 2006, que hasta hace un par de semanas contaba con dos álbumes en su haber, su debut homónimo de 2012 seguido de Screams from a Black Wilderness en 2016, que fue producido por Matt Hyde (Slipknot, Machine Head). La banda practica una suerte de stoner rock sureño altamente adulterado y electrificado, con claras influencias de leyendas sueñas tan icónicas como Acid Bath o Eyehategod, pero también con tintes de clásicos de su zona como podrían ser Mötley Crüe. El álbum ha sido grabado, mezclado y producido por el productor ganador de tres premios Grammy Warren Riker, quien es bien reconocido por su trabajo con artistas de metal como Down, Korn o Crowbar. Este nuevo lanzamiento vio la luz el pasado 16 de noviembre a través de Minus Head Records.
El álbum se abre con «Live Everyday», une tema que no me dice absolutamente nada y que se me hace ser lo primero que escucho, la verdad. Es como si no encajara ahí, de buenas a primeras. Yo lo hubiera metido en a posición cuarta o quinta, no sé… tonterías mías. La siguiente, «See You Never». sí que me gusta, y mucho. Es un tema en el que las voces limpias del bajista Nicholas Diltz mandan, mientras que en un tema como «Withdrawl Delirium» es Connor Garritty quien lleva la voz cantante. Es una de las canciones más pesadas del álbum pero aún y así, las voces limpias de Nicholas encajan a la perfección. Los riffs son eclécticos y el bajo crea un colchón atronador. En «Highway Crosses», tema que cede su título a este larga duración, es el tema más rockero y donde más palpable es la influencia de bandas de hard rock de Sunset Boulevard.
En ocasiones, a la hora de enfrentarse a una nueva crítica, uno opta por hablar un poco sobre el conjunto, en lugar de destripar tema tras tema. «Seymour Avenue», la octava en discordia, es una canción de la que hay que hablar. La pista comienza con la voz de Amanda Berry llamando al 911. Y vosotros os preguntaréis, ¿quién es esta tal Amanda? No sé si lo recordaréis, pero hace unos cuantos años hubo un suceso que conmocionó a la opinión pública norteamericana. El denominado Secuestro de Cleveland fue un acto delictivo que tuvo lugar en Cleveland, Ohio entre los años 2002 y 2004 perpetrado por Ariel Castro. Georgina «Gina» DeJesus, Amanda Berry y Michelle Knight permanecieron entre 9 y 11 años secuestradas, siendo liberadas en mayo de 2013. Pues bien, la letra de la canción está inspirada en esta trágica historia. «Chained to the wall all alone, she’s shaking» y «Is there someone to save me, so cold, memories are covered with scars. Don’t say his name, just fight through the pain». La verdad es que se me hace algo extraño que se hayan inspirado en esta trágica historia y escribir una canción al respecto. La letra realmente captura tu atención y hace que el vello se te erice al darte cuenta de que esos eventos no son ficción. “World Is Cold” es algo más lenta y pesada, como más doom. Los riffs son mucho más gruesos y pesados. La canción “Necktie Party” tiene un riff bastante thrashy que se compenetra a la perfección con los gritos de Connor. El ritmo de batería, a cargo de Ryan “Junior” Kittlitz, realmente hace que la canción avance con coherencia. Una pista como la pegadiza “Slow Season” te hará cantar mientras sacudes la cabeza con fuerza. La última canción del álbum, “The Nuclear Dust”, que precisamente es el primer single, muestra y viene a demostrar todo lo que hemos visto a lo largo de las primeras 11 composiciones: estamos ante un trabajo de alto octanaje, el más crudo, hasta la fecha, de la banda. Las voces ásperas de Connor Garritty mandan, pero enseguida tenemos ahí detrás a Nicholas Diltz con las voces limpias. Juego este que se repite a lo largo de todo este trabajo. La mezcla de ambos estilos vocales es perfecta. E incluso, permitidme la licencia, veo algo de influencia de Mastodon por culpa de ese tufillo tan progresivo. La canción es pegadiza y tiene esos momentos en lo que a uno le entran ganas de presionar el botón Atrás tan pronto como la canción concluye para escucharla nuevamente.
Justo cuando pensabas que los chicos de All Hail the Yeti no podían mejorar, nos regalan este nuevo álbum y te das cuenta que, efectivamente, evolucionar, lo que se dice evolucionar, no han evolucionado mucho que digamos. Aquí no hay nada tan maravilloso como «Witch Is Dead», temarral incluido en su anterior trabajo pero, de alguna manera, han encontrado la fórmula perfecta para componer la mezcla perfecta de voces ásperas y limpias, sin que una domine excesivamente a la otra. Mientras que las habilidades vocales de Connor y Nicholas son fundamentales en el sonido de All Hail the Yeti, la guitarra, el bajo y la batería se mantienen firmes y ofrecen todo lo que las voces necesitan para brillar. Highway Crosses es un buen disco, desde casi el principio y hasta casi su final. Muy en la onda de Screams from a Black Wilderness, pero creo que sin superarlo.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.