Desde que Altarage apareciera en escena como por arte de magia con su primer disco Nihl (2016), dejándonos a todos con la boca abierta, lo volvieron a hacer con Endinghent (2017). Su música es caótica, densa, oscura, minuciosamente elaborada como su imagen que aunque sencilla y algo manida en la actualidad pero que ellos han sabido darle un punto de personalidad, ocultando encapuchados sus identidades tras unos negros velos, algo que nos trae recuerdos de la mística que existía durante los primeros años del metal extremo.
Repasando sus dos anteriores trabajos veo en este nuevo asalto sonoro una evolución en su sonido sin abandonar su genial mezcla de black con death metal disonante que tan bien saben hacer. A destacar también la intrigante y excepcional portada llena de cuerpos flotando en el agua conectados entre ellos como si fuesen neuronas y vaya, nos tienen más que acostumbrados a unas portadas que son excelentes cartas de presentación.
No es sencillo meterte en el mundo musical de Altarage y seguramente necesites ser una persona con gustos musicales bastante particulares y estar metido de lleno en esto del metal extremo menos heterodoxo. No son de fácil digestión y la sensación que tienes al escuchar alguna de sus canciones es que la oscuridad te abraza, el caos se hace real y un vórtice de energía maligna te absorbe sin remedio, una bacanal de ritmos acelerados junto a otros más calmados pero siempre con un sonido denso, poco definido pero que una vez comprendes te atrapa.
Tras unas pocas notas de guitarra acústica en plan lo-fi te atacan sin piedad con «Sighting». Cuando entra la voz no sabes si es un demonio o una persona la que emite esos sonidos y es aquí donde han cambiado. Todo parece un caos pero está más ordenado de lo que parece. Eso sí, a las primeras escuchas te apabullan un poco y se hace un poco cuesta arriba pero luego es una delicia. Ir por la calle con los auriculares puestos y escuchando esta oda a la energía oscura te hace verlo todo diferente, sobre todo miras a la gente con ganas de… bueno, mejor lo dejamos.
Siguen con «Knowledge» que viene a ser un devenir de notas caóticas con una batería de pura locura. Su propuesta disonante podría asegurar que es una de las más extremas e inaccesibles si no contamos a los australianos Portal o a los locos americanos Imperial Triumphant. Os puedo asegurar que me sigo quedando con los vascos, sin dudar. Ritmos machacones con riffs de guitarra cortantes y esas voces que acompañan a todo el conjunto, en serio, crean adicción.
En este punto nos ofrecen una canción extraña que se mueve más en terrenos drone recordando a los mismísimos Sunn O))) pero tras unos dos minutos y medio se meterán en tu cabeza una horda de repugnantes orcos. Guitarras arrastradas, baterías imposibles y nuevamente esas voces que te mantienen en tensión. Joder, esta gente lo que hace lo sabe hacer muy bien. Te hacen sentir desasosiego, incertidumbre y te da la sensación de estar en un yermo inerte donde el aire huele a azufre y muerte.
Pero vamos, con la siguiente no es que te vayas a encontrar un mar de calma, todo lo contrario. Una locura en la que cuesta definir que están haciendo cada uno. No es ninguna novedad ya que desde su primer disco lo llevan practicando pero aquí han optado por elevarlo a la enésima. «Hieroglyphic Certainty» es como un viaje lisérgico de menos de tres minutos, pero un mal viaje, aunque insisto que engancha. Tener grupos de este calibre aquí es un orgullo.
«Cyclopean Clash» fue el primer adelanto que nos ofrecieron y me gustó mucho. Sus partes más lentas y contundentes me parecieron sublimes y sus partes rápidas no son tan caóticas como en otros cortes manteniendo una estructura algo más clásica. Aquí hay destellos de grandeza creando una tensión sin igual con un final marca de la casa.
La siguiente «Inhabitant» fue el segundo single de presentación y sigue más o menos por los mismos derroteros aunque en su vertiente más densa y pesada donde las guitarras se arrastran en un sórdido mundo. Al escuchar su música muchas veces me vienen a la cabeza imágenes del videojuego Silent Hill 2 (2001), sobre todo del personaje Pyramid Head y de otras escenas grotescas y macabras. No os creáis que se mantienen calmados, su voraz ansia de someter tus neuronas a base de blast beats y disonantes atmósferas no la abandonan jamás, incluso en ese abrupto y contundente final.
Ya empiezas a sentir un cierto agotamiento, tu mente ya no está tan lúcida como al principio y el riff inicial de «Chaworos Sephelln» (menudos títulos se gastan también) no es que le ponga remedio a esta situación. Cargada nuevamente de oscuridad te va guiando a ciegas a través de sus pasajes. Aquí es cuando nos encontramos ese halo de experimentación creando una tensión que bien podría formar parte de la banda sonora de una película de terror. Su desarrollo posterior es sublime.
Sin avisar empalman con «Werbuild» donde te vuelven a engañar con un inicio muy calmado que no dura mucho y de nuevo te invitan a adentrarte en su laberinto particular, en su maraña de confusión y disonancia. Y que bien lo hacen.
Tras otro corte que te deja loco llegamos a la última con «Engineer» en las que unos sonidos perturbadores e industriales nos dan la bienvenida a la absoluta desolación, a un festín de suciedad cósmica que vaga sin control en su universo particular.
Si me preguntan como debe sonar un agujero negro absorbiendo una galaxia entera le pondría este disco sin dudarlo, no creo que difiera mucho.