Cuando este discazo llegó a mis manos, bien poco después de que saliera, yo aún lo encasillé plenamente en la casilla del doom. Es cierto que esto de las etiquetas, a la hora de la verdad y a medida que uno va creciendo, es un poco una parida, pero durante esos años formativos adolescentes lo eran todo, hasta el punto que la gloria o la miseria de uno podía depender enteramente de su dominio y su fidelidad a ciertas de ellas. Dicho esto, no fue hasta al cabo de un tiempo que vi que sí, que estos finlandeses tenían mucho de doom, pero también mucho de ese death metal melódico que acababa de salir en la vecina Suecia y que, por cierto, iba a acabar haciéndose tan fuerte en Finlandia. Y por si fuera poco, con el tiempo también nos dimos cuenta que también había algo de rock progresivo, de hard rock e incluso del folk pizpireto y alegre que tan popular se iba a hacer en todo el continente a finales de los noventa y principios de los dosmiles.
Así que vaya, resulta que en este disco y en esta banda tan interesante pero de popularidad bastante modesta y secundaria, podíamos ver ya algunas pinceladas de todos estos estilos que lo iban a petar en años venideros. En un movimiento muy sobrado por su parte, los propios Amorphis se cansaron pronto de todos ellos, y tanto en el siguiente Elegy como, sobre todo, en Tuonela, se dedicaron a explorar sin miedo sus vertientes más alternativas y más progresivas, estilos que con el tiempo ya hemos visto que han llegado a dominar a la perfección. Es curioso, por cierto, ver como la mayoría de estas bandas norteñas (tanto escandinavas como británicas o incluso holandesas) que salieron a principios de los noventa se pegaron sus viajes por múltiples estilos muy lejanos de su propósito original, demostrando una inquietud que no suele ser especialmente bien vista entre el público trve pero que, en perspectiva, les ganó una dimensión y un respeto que, quizás, en otras circunstancias no tendrían.
Tales of the Thousand Lakes es el segundo disco de Amorphis, publicado dos años después que The Karelian Isthmus, un trabajo que sí que era un poco más estrictamente doom. Ambos (y lo mismo ocurrirá con muchos de sus trabajos posteriores) toman inspiración lírica de la Kalevala, un libro que recoge los mitos folklóricos del pueblo finlandés, mientras que algunas de las melodías tradicionales de ese país están también muy presentes en el desarrollo musical de este trabajo. De ahí que lo de las «Historias desde la Tierra de los Mil Lagos», otro de los nombres que se suelen asociar con esta tierra, plana, fría y llena de cuerpos acuáticos de múltiples tamaños, le viene verdaderamente como anillo al dedo. Por cierto, que acabo de mirarlo y eso de los mil lagos se le queda muy corto a Finlandia, ya que hay concretamente 187888. Apuntad, que esta información quizás os será útil algún día jugando al Trivial o algo.
Éste fue el último disco que contó con la participación de Tuomi Koivusaari como vocalista principal de la banda, ya que a partir de aquí los guturales dejaron de ser la voz predominante en la música de Amorphis. Tuomi aún soltó algún gutural ocasional en Elegy, y ahí sigue como guitarra rítmico y como uno de los principales compositores de la banda hasta hoy, pero tras este trabajo dejó paso a la incorporación de Pasi Koskinen para que asumiera las tareas al micrófono, mucho más limpias y melódicas a partir de entonces. También la de este disco fue la última portada que presentó el logo original de la banda, ya que en Elegy introdujeron la tipografía redondeada y ligeramente retro que aún les representa a día de hoy. Todos esos detalles dejan claro que Tales From the Thousand Lakes significa el final de la brillante primera etapa de la banda, una etapa que muchos han seguido añorando desde hace veinticinco años, pero que para ellos hace tiempo que ha quedado muy atrás.
La evocadora y preciosa introducción «Thousand Lakes» nos proyecta un estado melancólico, frío, dulce, pesado y plenamemte doom a base de ese bonito piano que encaja perfectamente, tanto en ritmo como en espíritu, con el inicio de «Into Hiding», un temazo lento y cadencial con un riff casi icónico y maravillosamente creciente ante el que nadie pensaría que estos chicos iban a huir del estilo al cabo de nada. Este corte inicial no es más que el primero de una colección de temas sencillamente impresionantes que se pasean entre melodías frías y melancólicas, riffs épicos y densos, pasajes progresivos y abrasadores guturales que acaban por constituir una valiente y sólida bacanal de creatividad que convierte este disco en todo un icono en el desarrollo de la música extrema. Un disco que, por otra parte, he escuchado tantísimas veces a lo largo de los años que dudo que sea capaz de valorar de forma nada objetiva.
«The Castaway» es un buen ejemplo de todo eso que comentamos, empezando por ese riff folkie magnífico y motivante y acabando en una parte casi acústica absolutamente preciosa. Los acertados punteos melódicos que salen de las guitarras de Tomi Koivusaari y Esa Holopainen son la seña de identidad incuestionable de esta banda, mientras que la atmósfera que crean los teclados del sueco Kasper Martenson (en su único trabajo junto a la banda) le dan este toque único que no podemos escuchar en muchos más sitios. «First Doom», como dice su propio título, es un poco más estrictamente doom, y por ello no tiene quizás tantísima fuerza creativa como tienen otros temas. A ver, es un corte notable, de eso no hay duda, y la sucesión de partes que lo componen son a cual mejor, pero al no abrazar con tanta decisión el vasto abanico de recursos que podemos ver en el resto del disco, es posible que no destaque tanto.
Aunque para mí no es la mejor, si hay un tema de todos los que componen este disco que ha acabado quedando para la historia es «Black Winter Day», publicado aquí y también en un EP con su mismo nombre. Que no sea la mejor no quiere decir que no sea todo un temazo también, con sus alegres y culebreras melodías de guitarra y de flauta, sus partes nasales y la contundencia de sus momentos más pesados. Más allá de sus evidentes virtudes musicales, que son muchas, y de lo hondo que haya calado en los fans de la banda, quizás una de las principales razones por la cual han seguido manteniéndola viva es que es posiblemente uno de los temas más progresivos del disco (y solo hay que ver el solo de teclado en su parte intermedia), y por ello el que más ha acabado encajando en sus futuros virajes estilísticos.
La lentitud de «Black Winter Day» contrasta con la fuerza y la velocidad (dentro de los cánones de Amorphis, ojo, que no estamos hablando de thrash ni de grind aquí) con la que empieza la espectacular «Drowned Maid». Este temarral, probablemente uno de los mejores del disco, tiene todo lo que hizo de esta banda y de este disco una absoluta genialidad: melodía, melancolía, genialidad y un groove pegadizo e irresistible. La voz nasal vuelve profusamente en la lenta y pesada «In the Beginning», otro corte maravilloso con un riff melódico de nuevo genial y unos teclados saltarines que no te permiten quedarte quieto. Un recurso que repiten en varias ocasiones es empezar las canciones con un solitario redoble de batería, y la melancólica «Forgotten Sunrise» hace exactamente eso mientras ahonda en las vertientes más folk y progresivas de la banda sin dejar de lado algún riff pesado y contundente.
Llegamos casi al final de esta maravilla de disco, cuyos cuarenta minutillos se hacen irremediablemente cortos, con otro par de temas para caer de culo. «To Father’s Cabin» tiene un riff principal muy de los Metallica del Justice, aunque rápidamente los teclados y el rock progresivo que empieza a sacar la patita con más decisión en esta segunda mitad del disco toman un protagonismo más descarado, hasta el punto en que hay momentos que Kasper parece un Jon Lord de la vida. La final «Magic and Mayhem» es sencillamente preciosa, con esa melodía espectacular que lo abre, y ese cambio casi hardcoreta (ya sé, quizás me he pasado) que lleva a cabo en el minuto y pico. Pero la sorpresa de verdad llega en los múltiples cambios que se van sucediendo, desde riffs (entonces) modernos y de nuevo ametalliquizados hasta un pasaje prácticamente electrónico y clubero que, seguro, dejó del revés a más de un metalero de la época.
Amorphis es un bandón absurdo y Tales of a Thousand Lakes es un discarral como una casa. Lo fue cuando salió y sigue siéndolo a día de hoy, en el que esta revisión me ha hecho disfrutarlo como un auténtico gorrino. Y no solo eso, sino que me atrevo a decir que se trata de un trabajo mucho más influyente y decisivo que lo que todos nos pensamos. Doom, death metal melódico, hard rock y folk metal se mezclan con las semillas del metal progresivo que veremos abundantemente en sus futuros trabajos para configurar una obra pivotal en la evolución de la banda y, también, del metal extremo. Uno de los mejores álbumes de unos Amorphis que demostraron aquí toda su genialidad y, quizás, también uno de los mejores de toda una década. Nosotros no le ponemos nota a los clásicos, pero si tuviera que ponerle una a éste, no dudéis de que sería un 10 bien grande.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.