Las motivaciones habituales que nos animan a celebrar el aniversario de cualquier trabajo mediante una reseña retrospectiva pasan normalmente porque el disco nos flipara en su momento (o después) o bien que sea tan pivotal para el desarrollo del género al que pertenece que no podamos permitirnos dejarlo pasar. En este caso, de todas maneras, no se cumple ni una cosa ni la otra: por un lado, es un álbum que no me gustó demasiado en su momento y que, por ello, dejé totalmente aparcado y olvidado (hasta hoy), mientras que por el otro, se trata posiblemente uno de los elementos menos recordados (hoy veremos si justa o injustamente) de toda la discografía de Amorphis.
Así pues, ¿qué? ¿Por qué haces la reseña ésta? Pues justamente ese es el motivo por el que me he animado. Al tratarse Amorphis de una de mis bandas favoritas a día de hoy, este aniversario me parece la excusa perfecta para darle un nuevo tiento al disco y para mirarlo por fin con otros ojos y de una forma más fresca, probablemente, de lo que lo hice en su momento. Porque aunque siempre he sido bastante abierto de miras y, dentro de lo posible, he intentado dejar mis prejuicios al margen, hay muchas bandas y muchos discos que no he sido capaz de apreciar hasta que he alcanzado una cierta madurez musical y personal (o, mirado de otra manera, he perdido totalmente totalmente el criterio). ¿Será éste uno de ellos?
Esta intentona conlleva un buen trabajo extra, por supuesto, con el que quizás no conté del todo al animarme a escribir estas líneas: las reseñas clásicas que hago habitualmente son discos que me conozco casi a la perfección, pero en este caso no habría sido capaz de recordar ni reconocer ni uno solo de los temas que se encierran aquí. Así que a pesar de que cuento con el contexto temporal y con mi propia experiencia tanto de entonces como de ahora, debo aproximarme a él, casi, como si se tratara de una novedad.
Porque el hecho es que muchos de los que nos habíamos hecho fans de la banda finlandesa a raíz de Tales From the Thousand Lakes (que se publicó solo cinco años antes y que este 2019 cumple también cinco lustros, por cierto) y que estábamos interesados sobretodo en la vertiente más extrema de su música, ya no acabamos de conectar del todo con Elegy por ser un trabajo un poco demasiado pulido y un paso al lado respecto a la sentida ferocidad que habíamos amado de ellos, así que pegarnos de bruces con Tuonela tres años después fue una experiencia, en el mejor de los casos, verdaderamente desconcertante.
Es verdad que estábamos en una época en que la mayoría de bandas de metal extremo melódico que habíamos conocido en los noventa quisieron darle una vuelta de tuerca a su propuesta musical. Ahí estaban Anathema, Paradise Lost, Tiamat, Dark Tranquillity, In Flames, Katatonia y tantos otros, que abrazaron las voces limpias (al menos parcialmente) y las sonoridades alternativas para abrirse camino fuera del doom/death metal más estricto. Gracias a Elegy, Amorphis fueron quizás los primeros de todos ellos a hacerlo, y la verdad es que nunca más miraron atrás, sin importarles lo más mínimo lo que pensaran sus fans primigenios ante tamaña traición. Al contrario, a cada disco han dado un paso más en busca de aquello que puede hacer de su música algo más personal.
Y aunque es cierto que ahora, acostumbrado como estoy a gran variedad de sonoridades, consigo conectar bastante mejor con el disco que lo que lo hice en su momento, puedo entender perfectamente el desconcierto y la decepción que me llevé en su momento. No solo los guturales han desaparecido casi por completo, sino que todo vestigio de death metal está prácticamente desterrado en este disco. Eso sí, con la perspectiva del tiempo, la valentía que demostraron (y que siempre han demostrado) me parece merecedora de mil elogios, y aunque el disco en su conjunto no acaba de alcanzar el nivel de algunas de las maravillas que han publicado antes y después, este Tuonela se trata de un trabajo notable que oscila entre lo curioso y lo disfrutable al que, como mínimo, estoy muy contento de haber dado una nueva oportunidad.
En este disco, cómo no, siguen explorando la mitología narrada en el Kalevala (el libro de poesia folklórica finlandesa que les sirvió de inspiración en sus primeros discos), y de hecho “Tuonela” es como se llama el reino de los muertos en esa misma mitología. También se trata del último trabajo “clásico” que cuenta con el bajista Olli-Pekka Laine en las filas de la banda antes de volver hace tan solo un par de años (es decir, casi veinte después de que lo dejara). Aunque en su momento recibió criticas nefastas (supongo que por culpa del mismo desconcierto que vivi yo), creo que situado en su contexto, y como preámbulo a lo que está por venir, este álbum no está nada mal.
En realidad, el rollo hardrockero alternativo, psicodélico y casi stoner que sobrevuela todo el disco es bastante resultón. La banda se encuentra aún en un estado algo tentativo y transitorio, y eso se escucha en una cierta indefinición en la producción, por ejemplo, pero por momentos este Tuonela es verdaderamente disfrutable. El tema que abre el disco, llamado “The Way”, sin ir más lejos, tiene bastantes cosas que pueden recordar incluso a los Amorphis actuales (en realidad el principio es un poco del palo “The Bee”, la primera canción de su más reciente Queen of Time), sin dejar de lado un sonido y un feeling cercano al doom noventero del que (en parte) procedían. Quizás la voz de Tomi Juotsen (que no entraría en la banda hasta 2004) me parece más apropiada y personal para las partes limpias que ya apuntaban aquí (o es que yo estoy acostumbrado a ella), pero también es verdad que el toque rasgado de Pasi Koskinen le da un aire ensuciado que no le queda tampoco mal.
El hard rock wha-whero y alternativo de “Morning Star”, con su pegadizo estribillo, es todo un puntazo que llega a recordar a unos Audioslave nórdicos. “Nightfall” es un pelín más oscura y progresiva, llena de flautas pizpiretas que le dan un aire muy folk, mientras que “Tuonela” explora una vertiente más melancólica y dramática con voces a lo Paradise Lost. Todas ellas tienen muchas cosas en común, pero a la vez son radicalemente distintas. Y por si hubiera poca diversidad, en “Greed” aparecen los toques orientales que siempre han tenido y, por fin, los ansiados guturales (casi los únicos de todo el disco), convirtiéndolo en uno de los temas estrella con su mezcla de doom / death metal simple y machacón y de rock psicodélico e hipnótico.
La melodía y la dulzura de “Divinity”, otro tema bastante resultón, certifican que, por encima de todo, estamos ante un disco de contrastes. “Shining”, por ejemplo, podría haber salido tanto de las manos de los Therapy? como de los Cathedral más vacilones de The Ethereal Mirror. Es verdad que el tema se acaba perdiendo un poco (y el estribillo a mí, por ejemplo, no me gusta nada), pero tiene momentos en los que es imposible mantener la cabeza quieta. En “Withered” vuelven los ritmos orientales, una de las facetas en las que la banda finlandesa se desenvuelve mejor, y en esta ocasión vienen trufadas de una psicodelia que lo convierten en un tema muy completo, con una melodía muy ligera, una guitarra que se te incrusta en el cerebro y, eso también, una línea vocal algo irritante por momentos.
Entramos en la recta final de un disco que pasa bastate rápido con una “Rusty Moon” muy lírica y folkie. Tanto, que si no fuera por el sonido de las guitarras y por la voz limpia, quizás podría haber colado en sus primeros trabajos y todo. Para acabar, y aunque musicalmente “Summer’s End” no está nada mal en su evidente y quizás exagerada accesibilidad, tiene una serie de líneas vocales que, la verdad, no veo demasiado claras. Eso sí, el sencillo y magnético riff te puede tener un rato atrapado.
Fíjate lo que son las cosas, de ser un disco que tenía absolutamente marginado, la reescucha tan detallada de este Tuonela ha acabado resultando una experiencia muy disfrutable, mucho más de lo que me esperaba. Es algo irregular, sí, pero más allá de buenos temas, que hay unos cuantos, es muy interesante ver los primeros pasos de una banda como Amorphis hacia un decidido proceso de transformación que, posiblemente, concluyó y se redondeó con la llegada de Tomi Joutsen cinco años más tarde. Ya lo dicen: uno es lo que es gracias a lo que le ha ocurrido en su camino. Y Tuonela es parte, quizás incluso parte importante, del camino que ha traído a los finlandeses hasta lo que son hoy. Así que bienvenido sea.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.