Magnífica la noche de blues que nos ofreció Ana Popovic este miércoles en la bonita Sala La Nau de la Ciudad Condal.
Enhorabuena a los organizadores del evento, Etin Produccions, después de muchísimos años sin visitar este local tengo que felicitarles por su elección para el concierto que nos ocupa pues hay que reconocer que las instalaciones que en la actualidad ofrecen están muy, muy acertadas, tanto por las dimensiones de la sala como por la calidad de su luminotecnia y sonido. Estoy seguro de que, a poco que lo intenten, quienes la gestionan van a conseguir muy en breve convertir el lugar en uno de los locales de referencia en la ciudad.
Pero vamos a lo que nos interesa…
Con una muy buena entrada y ante un público que esta vez, no sé por qué motivo, era mayoritariamente masculino, salió al escenario, aunque con algo de retraso, una sorprendente y espectacular Ana Popovic. Y digo sorprendente pues, al menos yo, no esperaba tanto de su show.
Antes de acceder a la sala ya había oído comentarios acerca de sus habilidades y de su natural belleza (alguien hasta tuvo la osadía de pedirle muy educadamente “dos besitos” a lo que Ana hizo caso omiso ya que que al pedírselo en catalán ella por supuesto no se enteró de lo que le decía) y la verdad es que es de ley reconocer que, cuando la artista coge su guitarra y suenan las primeras notas, el carácter hipnótico que desprende Mrs. Popovic es enorme y te atrapa para ya no soltarte hasta que, por desgracia, desaparece del escenario.
Acompañada por una banda que para esta vez sólo estaba compuesta por un excelente teclista y dos monstruos de músicos tocando el bajo y la batería, el concierto en sí consistió en una fantástica sucesión de blues, los mejores temas de la mayoría de todos sus discos, 12 editados hasta la fecha, más algunos guiños a las grandes figuras del género como una fantástica cover de Tom Waits entre otras.
La “Rubia de Oro del Blues”, que demostró una enorme destreza con la guitarra y una voz muy adecuada para la música que interpreta, supo en todo momento manejar los tempos de su descarga sabiendo alternar de manera magistral los momentos más álgidos de la noche con esos otros que podríamos calificar como de más íntimos o con los inevitables solos de todos sus acompañantes.
Habiendo oído detenidamente sus discos, os puedo asegurar que en sus directos podéis encontrar a una artista mucho más explosiva y contundente que logra imprimir a sus canciones de una fuerza y un sentimiento mucho más notable que en sus grabaciones de estudio.
Y así, deleite tras deleite, después de algo menos de hora y media, Ana puso fin a su actuación, abandonando primero ella el escenario, para dejar que, como al inicio que fue la banda en solitario la que inició el show, fuera ésta la que pusiera el punto final a una perfecta velada de blues.
Pero después de decir todas estas excelencias de una noche que a buen seguro quedará grabada para el recuerdo, me gustaría comentar dos aspectos que no acabaron de convencerme, uno desde mi humilde punto de vista bastante grave pero muy fácil de solventar y otro que, por desgracia, estimo de más difícil solución.
El primero y el más importante es la falta de picardía de Ana ya que, teniendo en cuenta que casi la totalidad de las bandas, aunque desconozco el porcentaje real me atrevería a decir que puede estar alrededor del 99,8 %, nos tienen acostumbrados a ofrecernos a modo de “regalo” una o dos canciones cuando finalizan su show, no me parece muy acertado que ella no hiciera esta pequeña concesión cuando la mayoría del público lo estaba demandando. Ella, si es que únicamente tiene un setlist cerrado que ofrecer, creo que demostraría mucha más generosidad para con sus fans si, en lugar de tocar todo el repertorio seguido, dejara el escenario aunque solo fuera por unos instantes dos canciones antes de finalizar, simulando que su espectáculo ya ha concluido, para volver a salir a la palestra, como todos, para corresponder con esos inevitables bises que el entregado respetable le estaba solicitando fervientemente. Fácil, ¿verdad?
Por otro lado, pero esto creo que ya es más complicado de remediar, es, como dijo un compañero que de música entiende bastante, esa casi imperceptible frialdad que desprende la artista serbia en el escenario. Imagino que, como todos, marcada por sus orígenes, en este caso balcánicos, y entendiendo esto como algo ya intrínseco a su personalidad, creo que a Ana le falta establecer ese punto de complicidad con los asistentes que tanto se agradece por nuestra parte y que tan beneficioso resulta para los artistas a la hora de labrarse una mejor reputación y fidelizar de por vida a sus entusiastas seguidores. Los que vieran a Mr. Sipp la semana pasada creo que entenderán perfectamente esta última consideración.
Repito, no pretendo para nada enturbiar con estos nimios detalles lo que resultó una gran actuación, nada más lejos de mis intenciones. Mi único objetivo es reflejar unos sentimientos que, al parecer, son compartidos por más de uno y, en el mejor de los casos, poner mi humilde granito de arena para mejorar si cabe un show que ya de por sí es prácticamente inmejorable.
¡¡¡Excelsa!!!