Me da mucho miedo enfrentarme a esta review, tanto como escuchar el disco. Angra, desde que los conocí con el Angels Cry (1993), el mejor disco debut de la historia, en mi opinión, y hasta el Temple of Shadows (2004), ha sido uno de mis grupos de cabecera. Lo tenían absolutamente todo: composiciones geniales, instrumentaciones aún mejores, un cantante bueno y otro, el que le sustituyó, que rápidamente se convirtió en mi preferido… vamos, un grupazo como la copa de un pino. Hasta que vi a Fabio Lione en la portada de un DVD. Y más tarde a Kiko con Megadeth.
Si Aurora Consurgens (2006) y Aqua (2010) me parecen discos flojos, aun conservando todo lo que supone el nombre de Angra, su disco anterior Secret Garden (2014) ya supuso una decepción. Y este Ømni (2018) le sigue los pasos. No nos confundamos, este último trabajo, al igual que todos los del grupo, está magníficamente compuesto y aún mejor ejecutado, colaboraciones de lujo (mi Alyssa de Arch Enemy o el propio ex Angra Kiko Lureiro) y una producción asombrosa… pero ya no me suenan a Angra. El giro hacia sonidos más progresivos es evidente, y aunque el disco contiene cortes muy del estilo «Carry On» o «Spread Your Fire» como «Light of Transcendence» o «Travelers of Time» (primero y segundo, respectivamente), si las escuchara por ahí no sabría reconocer al grupo.
En «Black Widow’s Web» empiezan las colaboraciones, esta vez con Alyssa cantando limpio y gutural. También empiezan esos toques más oscuros y progresivos. Es un buen tema, pero me repito (y creo que lo haré mucho durante esta crónica): estos no son mis Angra. Eso sí, el trabajo de todos los miembros es destacable, pero lo del grupo con los baterías ya es digno de estudio. Lo del jovencísimo Bruno Valverde es espectacular.
«Insania» recoge lo más sinfónico del grupo en cuanto a coros para dar paso a sonidos más experimentales, en ciertos casos acústicos. «The Bottom of My Soul» empieza muy melódica y acústica, y así se mantiene. Un respiro entre tanto barullo. «War Horns», el primer single, es otro de los temas rápidos del disco. Un buen tema, pero… ya lo sé, me callo. «Caveman» me parece de las más experimentales que tiene el álbum, una de las más progresivas. La influencia de Dream Theater en su inicio es innegable.
«Magic Mirror» sigue la estela. Lione lo domina todo, y eso, dicho por mí, no es un halago. Eso sí, los interludios tranquilos, semi acústicos, son preciosos. «Always More» tira a balada. No está mal, pero a mucha distancia de temas como «Make Believe» o la versión acústica de «Rebirth».
El álbum cierra con dos temas o, quizá, un tema dividido en dos partes: «Omni – Silence Inside» y «Omni – Infinite Nothing«. El primero, el más largo del disco con más de ocho minutos, me recuerda en cuanto a idea (nada que ver la composición, que quede claro) a «Carolina IV», aunque está a muchísima distancia de ésta. Es otro de esos temas en los que, en ciertos instantes, se vislumbra a Dream Theater. El segundo corte empieza de forma mucho más pausada, melódica y casi sinfónica, y así sigue, totalmente instrumental, durante los 5:14 minutos que dura el tema. No sé yo si es la mejor forma de cerrar un disco.
El trabajo, conceptual, gira en torno a la ida de que la inteligencia artificial, en un futuro no muy lejano, cambiará la percepción humana. De hecho, «omni» en latín significa todo. Este tipo de trabajos ya lo hicieron en Holy Land (1996) y Temple of Shadows (2004), ambos con excelentes resultados.
A la hora de valorarlo me encuentro en una encrucijada y muy perdido. Le pongo un 5, no porque sea la nota que merece el disco (ni mucho menos), sino porque es la media entre el 0 y el 10. Ømni es un buen disco, muy bien hecho, muy bien ejecutado y producido. Pero para un friki como yo, ya no son Angra, y creo que principalmente no lo son porque la voz de Lione no le pega ni con cola.
Escúchalo sin prejuicios, olvida qué nombre pone en el folleto, y así podrás disfrutarlo. Yo seguiré poniéndome «Nothing to Say» o «Nova Era», es decir, mis Angra.
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.