No hay duda de que Jeff Waters y sus Annihilator han sido siempre un ejercicio de supervivencia ante la fatalidad constante. Pese a tener una calidad inmensa, un sonido propio y unas grandes canciones, la fortuna no les sonrió. Con decir que en sus primeros cuatro discos hubo cuatro cantantes diferentes… creo que ya está dicho todo… A pesar de todo el grupo estaba en la cima de su popularidad y que es una obra que supuso un gran impacto para los canadienses, sucedió lo de siempre: su vocalista se largó otra vez.
Es un gran disco, muy original y atrevido después de dos discazos de thrash y speed metal. Un poco el combo se atrevió a virar su estilo hacia el heavy metal y en la melodía de las baladas acústicas. Todo apuntaba a desastre, pero el grupo firmó un disco de culto y, muy posiblemente, el más accesible de su discografía con un Aaron Randall a las voces, que casi podemos decir que pasaba por allí… De las circunstancias hicieron virtud y hay que señalar el tapado trabajo de Neil Goldberg a la segunda guitarra. También contaron con todo un Mike Mangini a la batería…
“Para el siguiente disco esperábamos que Coburn continuara, pero se largó. Y necesitamos a otro vocalista para Set the World on Fire. Ese disco fue muy grande en Japón y en algunos países europeos. También en algunos Estados de Norte América, pero ya estamos hablando de tres discos con tres cantantes diferentes.” (Jeff Waters)
El disco
El tema homónimo es una absoluta maravilla y uno de sus más grandes himnos. El riff reposaba en una métrica marcadísima con la batería de Mike Mangini y luego lo cargaban todos de los múltiples detalles y características del grupo. Hay esos solos inesperados que sorprenden, una voz que combina perfectamente bien y un sonido muy accesible y heavy metal que les queda de maravilla. Tema de directo y una de las más esperadas pues sabes que cae en concierto sí o sí.
“No Zone” no puede esconder el amor absoluto de Waters por Van Halen y esa estructura acelerada es muy de esos primeros discos del grupo estadounidense si bien Waters le pone mucho de cosecha propia. Pero es el groove lo que manda, incluso los detalles de Mangini con los platos. Tema ameno, feliz y otra de las más queridas del disco.
En “Snakes in the Grass” ya hay un ejercicio puramente melódico en el que aprovechan al máximo ese gran vocalista que es Aaron Randall. Acústicas de inicio y una cadencia luego a medio tiempo muy evocadora y en clave triste. El tema evoluciona y termina siendo llevado al terreno de Annihilator. A destacar las trabajadísimas líneas de bajo de Wayne Darley y los juegos constantes de Jeff a la guitarra.
Hay dos baladas preciosas que en su día las tocaban empalmadas en directo. La primera es “Phoenix Rising” que es poco o nada lo esperabas de un grupo como ellos. Pura melodía en base acústica con un rutilante Aaron Randall a las voces y todo rematado por un estribillo de power ballad. Hay incluso un teclado de arreglos muy bien ejecutado que hace de envoltorio junto a los detalles de Waters a la guitarra. Hay solo de acústica, y a pesar de ser algo muy alejado de lo que supones de Annihilator, es uno de los puntos culminantes de Set the World on Fire.
“Sounds Good to Me” es la otra balada del disco y sigue la estela de la anterior, si bien queda bastante más oscura. Está a la altura de la anterior y Randall dobla su voz en el estribillo con mucha clase. Esta vez el solo es en eléctrica. “The Edge” no es un mal tema, pero aquí traspasan la raya hasta el punto de que es un corte que no pasa del correcto y que se sale excesivamente de los patrones del grupo. El solo es puramente Eddie Van Halen, pero la accesibilidad manifiesta del tema resta muchos enteros a la composición. Afortunadamente no siguieron esa senda…
Hay en el disco un par de temas absolutamente brillantes que poseen un aire esquizoide e imprevisible, que es lo que más destaca de este disco. Son unas líneas vocales totalmente arriesgadas, rozando lo atonal en las guitarras y que pasan a ser santo y seña de Annihilator. La primera es “Knight Jumps Queen”, que es clásico absoluto muy a pesar de que no suele ser un tema fundamental en sus directos. Hay ecos al “Alison Hell” y la voz de Aaron es totalmente expresiva. Puente y estribillo son geniales, y a la vez, muy originales.
La canción más especial del disco junto a la que da nombre al disco es la final: “Brain Dance”. Aquí se acentúa ese punto esquizoide del que hablábamos y la métrica vuelve a ser la protagonista. Técnicamente es un tema muy exigente. El pasaje vocal de circo terrorífico-decadente es absolutamente maravilloso y aquí hay que darle todo el mérito a Aaron Randall, pues sus dos anteriores vocalistas no podrían haber grabado algo así en la vida. Y la base rítmica es realmente estelar con tanto cambio a altas velocidades.
Y finalmente me gustaría reivindicar la gran tapada: “Don’t Bother Me”. Una de las grandes joyas ocultas de la discografía de Annihilator. Es vacilona y cercana incluso al power metal americano de la época de los primeros Metal Church o Savatage, pero con todos los ingredientes del grupo. Otro de los grandes errores históricos del grupo fueron letras y temáticas… Y bueno, eso le hace perder enteros.
“Sí bueno, es algo que queríamos hacer: más melódico y suave, pero lógicamente, en Alice in Hell”, con Randy Rampage en la banda, eso era impensable. Luego con Coburn Pharr lo intentamos, y, de hecho, metimos mucha más melodía en Never Neverland, pero aún así, el disco era puro speed metal porque lógicamente el cambio habría sido muy brusco, así que, para el tercero, Set the World on Fire, lo creímos oportuno. Funcionó muy bien en el ámbito de ventas en Europa y Japón, aunque en USA no tanto. Salimos en varias portadas de revistas, hicimos mucha promoción, tocamos en Dynamo, hicimos tours bastante grandes y bueno, digamos que funcionó como deseábamos. Aunque no lo parezca, fue un disco muy importante para Annihilator”. (Jeff Waters)
Veredicto
Soy muy fan de Jeff Waters y de Annihilator y este disco estaría entre mis tres favoritos. Incluso hay días que es mi favorito y de largo, pero… es que sus cuatro primeras obras son capitales a pesar de todos los problemas que padecieron. En otras pesquisas el grupo pudiese llegar mucho más alto, pero la maldición del vocalista mermó al grupo de una forma increíble. Realmente es digno de estudio todo…
Set the World on Fire es un producto de tirar para adelante como puedes y de ser tan bueno que consigues incluso llegar a lo que aspiras y seguir siendo leyenda. Desgraciadamente Annihilator no pasa de banda de culto a día de hoy. Tan hasta los huevos estaba Waters de todo que en el siguiente disco se puso él a cantar. Nunca ha tirado la toalla, y a pesar de todo, sigue haciéndonos disfrutar. Es imposible no amar a Waters y a Annihilator.