Si aún no estás familiarizado con Ànteros te lo voy a poner en bandeja. Se trata de una banda joven de post hardcore – scremo encabezada por Víctor García-Tapia conocido por su trabajo en Toundra y Minor Empires. Junto a él encontramos otros artistas reconocidos de la escena nacional como Endika Pibabea (Krilin, Erroma), Óscar Caselles(Syberia), Rúben Martinez y Mauro Barbazza.
Tras el buen sabor de boca que dejó Cuerpos Celestes (2017), la banda recoge en 35 minutos una nueva explosión de contrastes que ya son marca de la casa. El quinteto muestra un paso firme en su evolución hacia la madurez compositiva. El nuevo disco es firme, compuesto con gusto, ejecutado con igual pasión que contundencia. Grabado entre Galicia y Barcelona en plena pandemia a las órdenes de Carlos Santos y Jorge Mur, la sombra de esta incertidumbre global planea sobre las líneas del disco.
En … y en la paz oscuridad encontramos un trabajo enorme en la creación de atmósferas envolventes. Todas ellas adornadas con un brutal trabajo en las voces, sobretodo en la versión screamo de las mismas. El duo de voces que enfrenta a Endika Pikabea y a Rubén Martínez es una de las principales lineas de atracción de Ànteros. Un juego de contrastes entre los gritos y la melodía, entre la oscuridad y la luz, entre el desgarro, la herida y la curación.
Con líricas de corte agónico y unos contrastes bien reflejados en la preciosa portada del disco, los 8 cortes de … y en la paz oscuridad son la mejor receta screamo del año (con permiso del brutal trabajo de Touché Amoré). Pocos discos del subgénero han logrado tener el impacto del de Ànteros este curso.
El álbum comienza con una intro de guitarra limpia titulada “Legado”. Un interludio de minuto y medio que sirve como precalentador para el primer ostión titulado “Espectros”. El primer avance del disco sirvió para hacernos a la idea de cómo estaría orientado el potencial del disco. Se trata de una canción muy intensa y a la vez la más comercial por así decirlo.
Con el torrente de emociones que aporta “Cenizas” bajamos previamente las revoluciones de la máquina para llegar al ecuador de la misma con la mejor exposición de la dualidad de voces entre Endika y Ruben. Una canción destinada al directo, pues es fácilmente coreable por parte de la audiencia.
“Solo mar, solo tierra” es fácilmente mi preferida del disco. Y es que en ella Endika se desgarra el alma de una forma brutal. Impresionante el contraste de guitarras mimalistas vs. Endika. Una canción que riza el rizo del concepto de Ànteros. “Sombras” y “Escorpión” siguen la dinámica sin distanciarse de la linea principal del disco, dos canciones intensas con contrastes de todo tipo. No les resto importancia pero no es preciso insistir más en las virtudes ya conocidas.
Y llegamos a la recta final con la ligera “…el pasaje” con sus dos minutos de duración. Un receso a la violencia sonora, un viaje por un pasaje nítido y delicado, una tregua antes de la explosión final de “Ultravioleta”. La canción que cierra el disco es simplemente la canción top del mismo. Más de seis minutos y medio de éxtasis musical con detalles por doquier. Un arranque in crescendo de casi dos minutos, un implecable juego de voces, un solo hardrockero de corte Slash, una trompeta de fondo…”Ultravioleta” es la guinda de un pastel que se come sin tener hambre, lo devoras por vicio.
… y en la paz oscuridad es posiblemente el mejor disco nacional del curso, aunque para un servidor lucha contra el disco homónimo de Moura para el “prestigioso” premio honorífico. Pero bien, en cualquier caso, Ànteros han creado un disco enorme. Han logrado emocionar a los fans y enamorar a los que no conocían el potencial de este supergrupo. ¡Enhorabuena!