Si hay una banda de por aquí que sepa diferenciarse y que sea experta en asomar el hocico por encima del resto de raposos, esos son los vigueses Aphonnic. Chechu (voz), Iago (guitarra), Richy (bajo) y Alén (batería) ya llevan en esto demasiados años como para dejarse engañar por nadie y sé de buena tinta que el no perder el rumbo de su propia brújula, les está llevando hasta parajes que, seguramente, pocas bandas de este país han pisado. Es más: ni tan siquiera olisqueado.
Tras unos primeros álbumes algo irregulares, fue 6 bajo par, su trabajo del año 2009 –que llegó a mis manos gracias a la gentileza de la revista musical Rockzone– es el que les puso en un mapa que ya jamás han abandonado. Álbum tras álbum, la banda ha ido madurando a pasos agigantados. Su punto de maduración óptimo llegó con Héroes (2013), y cuando ya nadie les creía capaces de superarse, nos obsequiaron con Indomables (2016), su trabajo más redondo hasta la fecha. Nada más iniciar el año, nos presentan La reina (2020), una colección de 11 temas que no hace otra cosa más que reafirmar que siguen siendo unos magos, unos maestros de eso que comúnmente se conoce como «hacer música». Y de nuevo, comandando la nave, está el productor Vasco Ramos, vocalista de la banda lusa de metalcore More Than a Thousand, sacando lo mejor de todos y cada uno de ellos hasta conseguir exprimirlos al máximo, dando como resultado un trabajo que roza la perfección. Como viene siendo costumbre durante los últimos años, todo esto no habría sido posible de no ser por la generosidad de esos 621 mecenas que aportaron un total de 17.560 € que hicieron que este trabajo, el sexto de su carrera, vea la luz. Eso sí, un poco más tarde de lo pensado, pues el álbum tenía previsto salir a la venta el pasado otoño.
La contundente batería de Alén nos presenta «En globo», primer single del trabajo, que ya fuera presentado semanas atrás. Como ya pasara anteriormente con «Ahora que tengo 33» y «Ombligos», la banda nos presenta su nuevo trabajo con un tema con un gancho encomiable, y no hablo solamente de la composición del tema (letra y música), sino de lo que subyace, de la temática que encierran sus versos. Crítica social, sin pelos en la lengua, como viene siendo costumbre en ellos. La estructura del tema es muy Aphonnic pues encontramos todo lo que hace que sus temas sean especiales: un estribillo pegadizo y unos coros impresionantes. «Autónomos» les llaman…
Si hay una cosa que abunda en este trabajo, empezando por la portada y su titulo, son las continuas referencias a la figura femenina, y «Raposa», el segundo corte, es un claro ejemplo de ello. Buscando con su lengua, llegan hasta la herida más profunda y lejos de acariciarla con ternura, se adentran en ella de la única manera que ellos saben hacerlo: con clase.
Si en su anterior Indomables teníamos un tema tan crudo como «Honrada avestruz», aquí nos topamos con «KaleboRock&Roll», el corte más potente de esta nueva entrega, un claro ejemplo de los dos Aphonnic que tanto amamos: de los melódicos, de esos que te cuelan unos coros insuperables, y de los más crudos y directos. Si ellos dicen que sí que se puede, habrá que hacerles caso, ¿no? Cualquier le lleva la contraria a cuatro galegos…
«Vestigios» es el tema más grandioso aquí contendido, y uno de los más épicos jamás escritos por la banda. Es un tema que, a simple vista, se me antoja bastante simple y repetitivo, pero basta con prestarle un poco de atención -con las dos orejas- a lo que se esconde tras la letra, para, una vez más, caer rendido a los pies del cuarteto. Todo aquí es perfecto, y esos teclados que se mecen a a través de ratas bailando al son de flautas y de cerdos que construyen casas, no hacen más que poner la guinda perfecta a tan bella composición. ¿Que si se me han saltado las lágrimas? Joder, sí…
Con «Mickey & Minnie» la banda me recuerda a su época de 6 bajo par, mientras que con «Necios» se mecen a las mil maravillas sobre las olas de ese mar de calma contenida que tanto dominan. Me encanta como la banda ha sabido incorporar a su sonido -con el paso de los años, disco tras disco- los sintetizadores, y gran culpa de ello la tiene un portugués peludo.
Tras siete minutos de «descanso», llegamos al séptimo corte, que responde al título de «Tres deseos», y con éste Aphonnic vuelve a poner una directa que ya no decae hasta casi el final. El tema en cuestión cuenta con una estructura un tanto atípica que le convierte en uno de mis preferidos. Aquí mandan las guitarras de Iago, un tipo que parece que no… pero ahí está, el cabrón. Acto seguido, llega «Dulce de leche», que lejos saber dulce cuál postre argentino, sabe a amarga sangre. El sexo, otra constante en la trayectoria de la banda. El riff inicial por el que se mueve «Zurda oveja negra» me parece exquisito, pero no le acabo de encontrar la chispa al tema. Donde sí hay chispas de sobras es en la que le sigue, «4 putas», con guiño al «Get Back» de Ludacris incluido, no sé si intencionadamente. La banda se deja unos cuantos cartuchos para avasallarnos justo antes de regalarnos una pequeña joyita de apenas dos minutos y pico de duración. «Crisantemos» es bella y cruda, y si no hace que se te erice el vello, es que no corre sangre por tus venas. La crudeza de las cuerdas vocales de Chechu, que sus compañeros de mil batallas casi siempre se empeñan en querer ocultar tras riffs y tambores, aquí brilla con luz propia, arropada únicamente por las teclas de un piano. Una manera diferente, edificante, contundente y liberadora de concluir un brillante nuevo trabajo.
Aphonnic son unos corredores de fondo de manual. Allí donde algunos no pasan de la primera recta, ellos han sabido, no solo completar la vuelta entera, sino hacerlo con récord. ¿Superar lo insuperable…? Siempre.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.