Hablar de At the Gates es hablar de historia de la música, historia viva. No voy a entrar en lo trillado de si fueron, junto In Flames y Dark Tranquillity, pioneros del death metal melódico, el llamado “estilo Gotemburgo”. Estilo copiado y también más que alterado (para bien y para mal) donde hay una infinidad de grupos que curiosamente aún siendo del mismo género, difieren entre sí. ¿O me diréis que por ejemplo, Amon Amarth, Kataklysm y Arch Enemy se parecen mucho?
El triunvirato del melodeath primigenio antes comentado, iniciaron un camino cogidos de la mano, valga la redundancia, ya que eran todos amigos o al menos conocidos, para poco después tomar sendas distintas.
In Flames justo hacer sus (para mi gusto) dos mejores álbumes a finales de los 90, prefirió experimentar con lo alternativo y allí es donde tuvieron su primera división de fans, pero también abarcaron más público, todo hay que decirlo. Dark Tranquility por su parte continuó la línea original establecida, aunque con el tiempo se decantó por un poco más de teclado y también por poner voces claras. Mientras, el grupo que hoy analizamos, At the Gates, directamente y por una decisión que aún hoy no se acaba de entender, se separaron cuando acababan de hacer, probablemente, el trabajo emblema del death melódico. Con Slaughter of the Soul, editado el 1995, les salió el disco redondo, totalmente atemporal y que no ha perdido ni un ápice de su carisma, donde continúa sonando directo y agresivo; vamos que te viene una persona y te pregunta: oye, el death melódico cómo es? Le dejas Slaughter of the Soul y le queda CLARÍSIMO. Justo sacar el trabajo en cuestión y cuando estaban en la cresta de la ola, en 1996 se volatilizan por la presión acumulada. Los hermanos Jonas y Anders Bjöler (bajista y guitarra) junto con el batería Adrian Erlandsson formaron un muy buen grupo como es The Haunted, con un estilo mucho más thrashcore, mientras que el cantante Tomas Lindberg se decantó más por proyectos personales en varios grupos. Hablando de thrash, At the Gates siempre ha tenido una esencia de este estilo, comparado por ejemplo con In Flames, donde eran muy harmónicos con las guitarras con una esencia más heavy, recordemos, siempre tocando desde la base death.
Como ya sabemos, al cabo de prácticamente diez años se volvieron a reunir para hacer una serie de giras, que posteriormente sirvió para que en 2014 editaran su primer trabajo después de casi veinte años. Con At War With Reality les salió un buen álbum donde, quizá no arriesgaron mucho y aunque si que volvían un poco a un tono más oscuro como en sus inicios, se podía considerar continuista respecto a Slaughter of the Soul.
Pues bien, hoy tenemos en nuestras manos lo nuevo de los suecos. Puedo decir de entrada que To Drink From the Night Itself tiene mucha frescura y es como si hubieran dejado de lado unas limitaciones creativas, que supongo había por las altísimas expectativas impuestas antes de sacar At War With Reality. Recordemos que Anders Bjöler a comienzos del año pasado abandonó definitivamente el grupo y según palabras del mismo Tomas Lindberg “siempre hemos sido una banda hambrienta, buscando la verdadera esencia de lo que queremos lograr y la marcha de Anders hizo que yo y su hermano Jonas nos pusiéramos las pilas y comenzáramos el álbum”. Pero para todo esto, primero faltaba buscar a alguien para reemplazar a Anders, y ficharon a Jonas Stålhammar, un guitarrista que los chicos de At the Gates ya conocían de hace décadas y más o menos cuando estaban haciéndole la “prueba” sabían que era el idóneo para el puesto a las seis cuerdas.
To Drink From the Night Itself conceptualmente está basado en la novela “La Estética de la Resistencia”, del escritor alemán Peter Weiss. Como sabéis, al grupo del que estamos tratando le gusta que sus álbumes tengan un poco de “historia” o “mensaje” y en este se basan en la desesperación de una lucha o resistencia, donde la victoria es inalcanzable pero la lucha sigue adelante, donde además, el arte, en cualquiera de sus formas, sirve como un arma de opresión o señal de oposición. Según Lindberg, escogieron este libro por todo esto: “Hay discusión sobre el arte y como puede ser utilizado como herramienta para la opresión o revolución, y nuestro nuevo disco representa esto. Vivir a través del arte, no mirar atrás. Nuestro arte significa mucho para nosotros, la razón de levantarnos por la mañana”. Como veis con At the Gates, metal y filosofía van ligadas de la mano.
Ahora sí, por fin vamos a comentar un poco que me ha parecido este disco, que no os engañaré, sorprenderá a más de uno por ser capaz de mezclar su death metal melódico tradicional con modernidad, a la vez que cambian un poco el estilo. Pero como diría Dexter Morgan: vayamos por partes…
Comenzamos pues con el primer tema del disco, “Der Widerstand», donde una serie de punteados de guitarra, junto con un canto de sirena, te transmiten calma y tranquilidad a la vez que melancolía; a mitad de canción suena la voz de alarma en forma de que algo está pasando… ¿qué será? ¿Nos atacan? ¿Nos invaden? Vuelve la calma, pero esta vez con un poco de incertidumbre, para acabar con un final de cuerdas in “crescendo” que nos prepara para la inminente confrontación. Como veis, en esta introducción para el disco, se han tomado muy en serio la novela.
Estamos pensando cómo será “To Drink From the Night Itself” y te destrozan la cabeza con su atronadora batería y sus afiladísimas, a la vez que pesadas guitarras. Una “Blinded by Fear”, vamos. La voz de Tomas Lindberg es la misma de siempre, ese shriek o chillido, pero como si lo estuvieran ahogando…y un poco más grave que en sus inicios, vaya que los años no pasan en balde. Después el grupo alterna los riffs rapidísimos con unas partes lentas y melancólicas junto con la voz de eco que le dan un punto moderno, en mi humilde opinión.
Más fuerza por parte de los suecos con “A Stare Bound In Stone”, canción agresiva y con esencia thrash. Pasada la mitad de la canción y ya hasta el final, te hacen un cambio totalmente melódico y trágico, con unos punteados de guitarra que dan el mensaje de estar cansados pero no rendirse jamás y una voz desgarradora, luchando por sobrevivir, alentando para seguir la contienda.
Este final, sumando la voz en como enfoca los estribillos y el efecto eco, le da un aire muy actual, jugando con el “core” pero sin llegar a tocarse. Sin contar los escupitajos típicos del estilo que acabo de nombrar, y que Tomas los hace constantemente en todo el disco, pero sonando más rudos, como si los cogiera para hacérselos suyos y adaptados por y para la vieja escuela.
De momento At the Gates está demostrando como hacer death melódico puro en sus orígenes y al mismo tiempo sacar el polvo a las cosas y sonar más modernos de lo que uno pensaría por su edad. Y con “Palace of Lepers” seguimos con lo que esperamos de ellos y también con lo que estoy contando, ya que el final vuelve a ser melódico y lento.
En “Daggers Of Black Haze”, previa intro de piano, se nos aparece un tema muy oscuro y triste y, como si fuera doom por el tempo de la batería, pero a la vez me recuerda a black metal por como tocan los riffs. Estoy a punto de suicidarme, sé que no saldré de esta. Perderé la batalla y justo a mitad del tema te hacen un cambio brutal, con una consecución de punteado de guitarra y atronadores redobles y una voz de propaganda que te dice que no hay nada perdido aún, podemos seguir adelante. Y te alegran el día con un gran solo, para acabar otra vez con melancolía y esos estribillos con la voz con eco y cambios de ritmo de corte moderno.
Con “The Chasm”, la batería toca un rock “macarra”, y si le sumamos unos cambios que meten de vez en cuando, recuerdan a un grupo y una canción en concreto que diré más abajo. En general la canción es agresiva, con un estilo más trashcore y momentos melódicos death, pero mucho más melancólicos de lo normal.
“In Nameless Sleep” es una canción de riffs afiladísimos típicos de At the Gates pero con la misma temática que se está repitiendo en el disco, es decir, el cambio a parte lenta es mucho más pausada y triste de lo que estamos acostumbrados con ellos. Pero no se queda aquí, no señores. En el anterior tema he comentado que había momentos que me recordaban a un canción. Pues bien, en esta “In Nameless Sleep” en el 2:48 te vuelven a meter otra vez el temita en forma de batería y bajo y piensas: no, no puede ser, no es lo que me imagino… y en el 3:01 te lo reafirman. Estos tíos acaban de hacer un homenaje de cojones a Lemmy y Motörhead. Detallazo muy bien implementado y realizado; a parte que, en los estribillos melódicos de toda la canción, es como si chillara de rabia, como preguntándose el porqué de su gran perdida. Como apunte diré que en esta canción hay la colaboración (y no es la primera vez) de Andy LaRocque, guitarrista de King Diamond.
Después del subidón que ha generado escuchar “Ace of Spades”, continuamos con “The Colours of the Beast” donde se está repitiendo la realización de temas cada vez más pesados y melancólicos, mucho más doom con riffs pausados a la vez que blast beats en la batería. Es como si nos transmitieran que la guerra está siendo muy dura y trágica.
Con “A Labyrinth of Tombs” y “Seas of Starvation” volvemos un poco más al comienzo del trabajo con partes rápidas de death melódico puro, con los estribillos lentos modernos. “In Death They Shall Burn” sigue la misma premisa, pero la encuentro mucho más dinámica y directa, el ritmo de la canción me ha gustado bastante y me ha recordado más a los At the Gates originales, pero sin dejar de sonar en versión moderna.
Y acabamos en “The Mirror Black” con otra canción triste, como ha sido la temática de la mitad del disco, con una influencia muy doom, para morir finalmente en una sección de cuerdas que nos indica que todo ha terminado y no puede haber ganador alguno, pues no queda más que caos, destrucción y desolación.
At the Gates ha arriesgado con este álbum, mientras que con At War with Reality seguían donde lo dejaron veinte años atrás, aunque con un formato un poco más oscuro, en este To Drink From the Night Itself han ido mucho más allá. Las primeras canciones son los suecos en estado puro, pero con las partes melódicas mucho más enfatizadas. Después nos encontramos otras canciones que, como he dicho antes, beben del doom, con tempos lentos, atmósferas pesadas y guitarras graves. Recordar también el hecho de las partes cantadas “lentas” juntamente con los cambios de ritmo, les hace sonar un grupo bastante actual, incluso en más de una ocasión jugando, pero sin llegar a rozarse, con la palabra maldita para los más “clásicos”, o sea metalcore, pero para mi gusto muy bien logrado. Todo esto hace que el disco esté lleno de contrastes, con riffs duros, melancolía y tristeza a la par que fuerza y determinación. Un disco diferente, para ser el primero sin Anders Bjöler donde han modificado su estilo y nos pueden recordar vagamente a los chicos de Insomnium, que usan una combinación similar de fuerte melodeath y doom.
To Drink From the Night Itself lo tenéis que escuchar, no tiene nada que ver con esa obra maestra directa que se sacaron hace casi veinticinco años, sino que es un trabajo mucho más maduro y diría que incluso introspectivo, muy elaborado y que no dejará indiferente a nadie.
Soy de esa generación que la “post-pubertad” lo pilló entre el metal primigenio (lo que llamamos ahora old school) y la nueva ola que fue el Nu metal, es decir, pasado mediados de los 90. Me encantan muchos estilos pero sobretodo el rock clásico y evidentemente el metal, este último es una forma de vida y encima me gusta desgranar y reconocer la riqueza de todos sus subgéneros. Uno ya tiene su edad (los mechones blancos en la barba no están por que sí) pero no me cierro para nada a grupos nuevos, eso sí, mientras haya fuerza y calidad, aunque hoy en día hay mucha. Como nacido justo entrados los ochenta también se incluye que soy un friki de cuidado (rol, videojuegos, Star Wars, pelis Gore, literatura fantástica y un largo etc.) vaya que toco de todo un poco. En resumen, espero contagiaros mi pasión metalhead a la vez que disfrutáis de mis aberrantes destripes.