Para quien no los conozca, Atheist son una de las bandas pioneras en lo que al death metal progresivo se refiere. Los de Florida introdujeron elementos de rock progresivo y jazz fusión al sonido del death metal clásico, innovando de una forma que ha influenciado las siguientes generaciones de bandas que podemos ver hoy en día. En 1990 debutaban con Piece of Time y en 1993 sacaban su tercer disco Elements. Sin embargo, hoy nos vamos a centrar en su segundo Unquestionable Presence (1991) por los 30 años de su lanzamiento. Después de estos tres álbumes, lo dejaron durante más de 10 años hasta que se reunieron en 2006. Jupiter, su último trabajo de estudio hasta la fecha salía en 2010 y en la actualidad siguen en activo y preparando su quinto lanzamiento, que debería ver la luz el año que viene.
El protagonsita de hoy, Unquestionable Presence, salió en un momento difícil para la banda. El hasta entonces bajista Roger Patterson había compuesto las partes de bajo para el disco, pero falleció trágicamente en un accidente de coche. Para grabarlo, el ahora legendario Tony Choy se unió a las cuatro cuerdas. Aún así, consiguieron un resultado que no se puede calificar de menos de excelente. Aclamado por la crítica en su momento, hoy se ha convertido en una referencia para el death progresivo, y no es para menos. Las ocho pistas que lo componen rebosan creatividad y técnica a partes iguales, con una gran cantidad de cambios de ritmo y compás y estructuras retorcidas.
Ya des del inicio, «Mother Man» nos golpea con los rítmos frenéticos de Steve Flynn que se combinan con el tremendo bajo de Choy. Los intricados riffs y solos de Rand Burkey se suceden uno tras otro sin descanso alguno, pasando de partes totalmente locas con compases no cuadrados a ritmos más típicos del death metal de la vieja escuela. Pasados los tres minutos entramos en un final jazzero marca de la casa que acaba el tema de forma más tranquila. Aprovechando esta bajada de intensidad empieza «Unquestionable Presence», aunque no tardan mucho en volver a explotar con otra exhibición de habilidad musical.
Así sigue la cosa, con un Kelly Shaefer a la voz que en ocasiones recuerda a Chuck Schuldiner, los impredecibles cambios de ritmo en «Your Life’s Retribution» y la hipnotizante intro de «Enthralled in Essence». La mayoría de pasajes de estas enrebesadas composiciones no se repiten. Eso hace que estos momentos sean únicos y especiales, aunque su repetición podría hacer los temas más accesibles. De esta forma es difícil que permanezcan en la memoria como ocurre con estilos más cercanos al jazz, que carecen de los típicos estribillos pegadizos. En consecuencia, ninguna canción supera los cinco minutos, algo bastante atípico en el metal progresivo. En la rara ocasión que repitan un riff, se aseguran de hacerle alguna variación, cambiar el ritmo de fondo o la dinámica. Nunca se entretienen demasiado en una sola idea, enseguida tiran adelante, sin descanso.
Nos relajamos un momento con la intro acústica de «An Incarnation’s Dream» antes de entrar de lleno en otro tema con muchos cambios inesperados, sobre todo a partir de la mitad. En «The Formative Years» nos muestran una faceta más thrasher durante unos instantes. Luego entran en una parte bastante técnica con un vibrante solo de bajo.
El final del álbum lo componen dos cortes más oscuros. En «Brains» realmente explotan su dominio de los instrumentos, con una batería completamente loca, un bajo muy activo y una guitarra que de vez en cuando añade toques melódicos a la mezcla. «And the Psychic Saw» contiene posiblemente los riffs más pegadizos del disco. No se por qué, el primero me recuerda mucho al de «Alison Hell» de Annihilator, aunque el único parecido sea en las notas raíz que usan. En la midad de la canción tenemos una de las mejores partes del álbum, con una sucesión de riffs y melodías tenebrosas. El último breakdown acaba con golpe de gong majestuoso que cierra este trabajo de manera inseperada.
En fin, es un álbum que habla por si solo. Una masterclass de técnica y compenetración entre los músicos que, entre otros, abrió la puerta del death metal a otros estilos a primera vista dispares. Si ya lo conocías, seguro que descubres nuevos detalles volviéndolo a escuchar, pues pasan tantas cosas en tan poco tiempo que es muy difícil queadrse con todo. Y si no lo conocías, ¿a qué esperas?
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Me metí en esto del metal a los 14 años, y de concierto en concierto he ido descubriendo las bandas nacionales e internacionales que forman parte de este mundillo. Ahora aporto mi grano de arena a Science of Noise contando lo que pasa en los eventos de la zona y algunas novedades discográficas.
También toco la guitarra y el bajo en algunos grupos de la escena local. Tengo los huevos pelaos de tocar en el Ceferino.