Cuando comencé a escribir este artículo, me imaginé como el típico protagonista que al principio de la película se dirige a los espectadores y les dice: “os preguntaréis cómo he acabado aquí. Es una larga historia”. Y en efecto, ¿cómo terminé en Madrid para cubrir el Kristonfest, el evento que congrega bajo el mismo techo a aficionados a las melodías lisérgicas, stoners pasados de rosca y rockeros de variado pelaje? Pues que la música no entiende de fronteras pero sí de distancias, y el menda era al que más cerca le quedaba el festival. Y así es como abandoné mi cómodo sillón de crítico para transformarme en intrépido reportero y traeros una crónica llena de rock ‘n roll (sexo y drogas también había, pero eso va para otras publicaciones).
Tengo que reconocer, eso sí, que de primeras el encargo no me hizo saltar de alegría. Los géneros en torno a los que orbita el festival se encuentran bastante alejados de mi zona de confort y a los únicos grupos a los que conocía eran Kadavar y The Hellacopters, bandas por las que no siento una especial devoción. La tarea que tenía ante mí se antojaba ardua y ni siquiera la esperanza de que en directo todo desprendiese una mayor energía mejoraba el panorama. Con esos ánimos me dirigí a la Sala Mon para la primera jornada del festival, que funcionaba también a modo de fiesta de presentación. Esta era la primera vez que el Kristonfest apostaba por dividir la programación en dos días y había cierta curiosidad por ver cómo funcionaría la nueva metodología. El ambiente poco a poco iba cargándose de energía a medida que la gente llegaba y los murmullos y conversaciones generaban una armonía de fondo que prendía la expectación. La oscura atmósfera que dominaba el recinto parecía prometer algo inefable, un regalo desconocido pero deseado. Un presente que reveló su exótica naturaleza cuando Årabrot ocupó entre quedos aplausos su lugar en el escenario tras una rimbombante intro y desencadenaron las melodías graves y pesadas de “The Gospel”. Con el cantante y guitarrista Kjetil Nernes y el bajista Emil Nikolaisen ataviados con atuendos reminiscentes de los rincones más religiosos del medio oeste americano, la Sala Mon se convirtió en una gran capilla por la que reptaban lóbregos ritmos. Nernes entonaba como un predicador entregado a una fe fanática con gestos medidos y elocuentes mientras el grupo esparcía su música, absorbente y e hipnótica. Con “And the Whore is the City” aceleraron su propuesta hasta crear una avalancha sónica pletórica de energía gracias a su magnífica labor sobre el escenario. La poderosa batería de Magnus Nymo dio a continuación la bienvenida a “Tall Man”, una pieza con la que Nernes y los suyos se esmeraron para crear una atmósfera enloquecida repleta de distorsiones, disonancias y gritos enloquecidos que apagaron para “Maldoror’s Love”, corte de naturaleza algo más callejera en el que los rasgueos de guitarra y la voz de Kjetil Nernes tomaron el protagonismo mientras la teclista Karin Park se contorsionaba sobre su instrumento convertida en pura electricidad.
“The Dome” nos devolvió al lado más oscuro y atroz de Årabrot, allí donde la oscuridad camina con firmeza y sus pies golpean el suelo con la fuerza de una tormenta. Las espectrales luces que envolvían al grupo se fusionaban con sus avasalladores ritmos en una danza umbría que culminó con la voz de Karin Park sumergiéndose en una letanía de condenación que mereció el aplauso del público. “Sinnerman”, “The Horns of the Devil Grow” y “Story of Lot” compusieron una trastornada sinfonía final que descendió a los infiernos a través de desquiciadas melodías antes de concluir en una orgía de luces y sonido, culminación de un show con el que Årabrot escapó a cualquier definición genérica para revelar su naturaleza insondable.
Setlist Årabrot:
The Gospel
And the Whore is the City
Tall Man
Maldoror’s Love
The Dome
Sinnerman
The Horns of the Devil Grow
Story of Lot
Pocos conciertos podrían presumir de contar con una apertura como la que Årabrot había concedido al Kristonfest, y le tocaba al ex Kyuss Nick Oliveri y sus Mondo Generator tomar el testigo y demostrar que su elección como parte del festival no había sido baladí. Durante la actuación de los noruegos la sala se había ido llenando poco a poco hasta completar el aforo y el público se removía enfervorizado ante el salto al escenario del veterano músico. Las camisetas de su antiguo grupo podían verse por doquier acompañando rostros emocionados y alegres, y era fácil vislumbrar la emoción que acompañaría sobre el escenario al veterano músico.
No mucho más tarde, Oliveri y los suyos aparecieron sobre el escenario sin alarde alguno y tras una rápida y casi ajena presentación comenzaron su concierto con la introducción lenta y rasgada de “Molten Universe”, primera de las muchas versiones de Kyuss que completarían el setlist. No tardó el grupo en acelerar hasta el límite, con cada miembro del grupo aporreando su instrumento como si les fuera la vida en ello para continuar la embestida con “13th Floor” y “The Last Train” en una dinámica destructiva de repetición que no permitía descanso alguno. “It’s You I Don’t Believe” nos permitió observar con detenimiento la maravillosa habilidad de Jeff Bowman para destrozar su batería mientras sus compañeros se concentraban en mostrar su lado más salvaje. El anuncio de “Green Machine” enloqueció al público, que convirtió la sala en un pandemónium mientras Oliveri y el guitarrista Mike Pygmie levantaban el vuelo sobre el enorme feeling que desprende el corte. Estaba claro que el grupo había apostado por una fórmula directa y sin concesiones y no iba a apartarse un ápice de ella, como demostró la potente interpretación de “Love Has Passed Me By”. “Listening To The Daze” coronó a los 3 músicos con su invencible interpretación, y tras la dislocada “Shawnette” y la rapidísima “Lie Detector” el vocalista procedió a presentar a sus compañeros de banda. “I Never Sleep” condensó la atmósfera del recinto con su ritmo pesado y metódico antes de que “Kyuss Dies!” relajase el ambiente gracias a su suave feeling.
Llegados a este punto la sala parecía a punto de estallar, y “Allen’s Wrench” permitió canalizar toda esa energía a través de los intensos pogos que comenzaron a sucederse. Una y otra vez la gente se subía al escenario para saltar mientras el público se removía como una bestia que se sacudiese las cadenas. “Up Against the Wall” e “Invisible Like The Sky” cayeron como dos cañonazos sobre una sala que pedía más guerra y tampoco daba tregua a los pies del escenario. Tan solo algunos ocasionales parones derivados de problemas técnicos con el bajo de Nick consiguieron paralizar la inmensa avalancha que había anegado el espacio. Parecía que aquello no podía terminar, que esa energía iba a permanecer siempre en movimiento, pero por desgracia no iba a ser así. Y tras disponer de un momento para recuperar el aliento con la cálida “Gonna Leave You”, “F.Y. I’m Free” destrozó todo lo que encontró a su paso y dejó al grupo listo para rematar la jugada con “You Think I Ain’t Worth A Dollar, But I Feel Like A Millionare” y “Six Shooter” en una apoteósica interpretación que rompió con todo. Nick Oliveri consiguió demostrar que su legado aún vive y su lugar siempre estará al frente de un escenario.
Setlist Mondo Generator:
Molten Universe
13th Floor
The Last Train
It’s You I Don’t Believe
Green Machine
Love Passed Me By
Listening To The Daze
Shawnette
Lie Detector
I Never Sleep
Kyuss Dies!
Allen’s Wrench
Up Against The Wall
Invisible Like The Sky
Gonna Leave You
F.Y. I’m Free
You Think I Ain’t Worth A Dollar, But I Feel Like A Millionare
Six Shooter
La primera jornada del Kristonfest había contado con intérpretes de altísimo nivel capaces de arrastrar la sala hasta sus universos particulares e instaurar un orden basado en sus propias reglas. Le tocaba a Earthless justificar ante sus compañeros su posición como cabezas de cartel y tratar de superar lo visto hasta el momento, algo más fácil de decir que de hacer. ¿Queréis un spoiler? Aquí va: lo consiguieron. Y vaya si lo consiguieron. La demostración de habilidad técnica, talento y espíritu que los de San Diego brindaron parecía una ilusión imposible de aceptar. Tres hombres, tres instrumentos, cinco canciones y casi hora y media de música dirigida con pasión y denuedo, un clímax continuo en vuelo ascendente incapaz de detenerse, que solo podía llegar más y más lejos. Una fuerza con vida propia que se extendía como una onda expansiva hasta atrapar a todos los presentes, entregados a un arrebatado paroxismo que no pararía hasta que las últimas notas agotasen su esencia y tan solo quedase la alegría incrédula de quien ha visto algo que sabe imposible pero ha de creer, porque no hacerlo supone asumir la muerte de una magia a la que queremos aferrarnos. Earthless invocaron todas las virtudes de la música para grabar una noche imposible de olvidar, en la que el mundo dejó de existir para abrir las puertas a algo mucho mayor.
Setlist Eathless:
Uluru Rock
Black Heaven
Electric Flame
Gifted by the Wind
Godspeed