Como un reloj suizo, los navarros aparecieron al punto de la una del mediodía del sábado en su furgoneta, con algo de resaca y mucha inspiración. Venían de tocar en el Ragnarock de Terrassa, sede y cuna de moteros, heavies y amantes de la música en directo. Ante una barra que emula una embarcación vikinga y bajo la mirada del dragón del mascarón de proa, en el Ragnarock, Attikus Finch presentaron su segundo álbum de estudio, acompañados de Renegades, banda tributo a Thin Lizzy.
Los de Iruña llegaban para tocar en La Grange de Manlleu, la sala heavy por excelencia de la Cataluña interior, liderada por Loren y los suyos, todos ellos entusiastas de la música en estado puro, de las bandas que se lo curran, de los músicos que se entregan. Attikus Finch tocaban acompañados de The Ramons, banda tributo a los Ramones. Aprovechando la visita de éstos vascos del norte de Navarra, nos sentamos con ellos a charlar de lo humano y lo divino, de la música y los directos, de las cervezas y la carretera.
La banda: de Pamplona al mundo
Attikus Finch, como el personaje de Matar a un ruiseñor. Las novelas de Harper Lee y la cara de Gregory Peck. “Es un personaje que mola mucho” y “suena bien”, cuenta Gorka Barrena, el cantante del grupo. Attikus Finch son Gorka Barrena, Eneko Elizalde, Iban Piedra, Iñaki Pulido y Patxi Morillas; el integrante más joven de los cinco tiene veinte-largos y contrasta con los cincuenta-y-pocos del mayor. Es una banda formada por la inquietud musical y las ganas de hacer un rock pulido, ninguno de ellos se conocía antes de entrar en la formación. Es fácil darse cuenta que el grupo es una amalgama musical con diferentes influencias, hay quién escucha rock anglosajón y quién es un aficionado al punk de litro y cresta. Eneko, uno de los guitarristas, cuenta: “Somos tan diferentes en cuánto a edad y gustos musicales que sale una mezcla. A veces me han dicho que nos parecemos a no sé qué grupo, que no he escuchado en la puta vida”. “Nos han llegado a decir que somos medio grunge, rollo setenta o noventa” continua Gorka.
Con su nuevo trabajo terminado, Arcadia Feliz, tienen ganas de echarse a la carretera y enseñar lo que saben hacer en los directos. Gorka señala a sus compañeros y explica que cuándo montó el grupo no había ninguno de ellos: “Queríamos hacer un grupo de funk rock. Después fuimos evolucionando aunque seguimos teniendo un poco el rollo del groove. La base rítmica es fundamental, el bajo y la batería tienen que ir empastados y con mucho rollo”. Barrena sigue contando que han perdido “un poco el toque más funk y hemos ido hacía un rock con más guitarra, más crudo”. Arcada Feliz se grabó a la americana, todos juntos en el estudio de grabación, la explicación es simple, según Eneko: “Sale más natural y empastado tocar todos a la vez”. “Lo hicimos así porqué nos parecía más orgánico y más parecido a lo que vamos a hacer a los directos” añade Patxi, el otro guitarrista de la banda. Gorka cuenta que llevaban las canciones muy trabajadas del local de ensayo y que el proceso de grabación fue intenso y corto: “Dos o tres tomas en cada canción y ya está. Cuatro días de trabajo de estudio”.
Arcadia Feliz, una distopía
En el nuevo disco “las letras son distintas entre sí, pero tienen un denominador común de nostalgia, de un pasado que al igual ni siquiera ha existido, melancolía de un sitio que parece un lugar feliz, que se ha perdido”, destaca Gorka, “es casi una distopía, se llama Arcadia Feliz pero al final lo que estás haciendo es huir de ese sitio idealizado”. El cantante continua explicando que “había unos cuántos títulos posibles, ahí estaba Arcadia Feliz. A éstos -se refiere al resto de la banda- no les gustaba”. “El que menos gustó al resto, ese escogió” sentencia Eneko. En este trabajo las letras beben de la nostalgia, la juventud, la infancia y la inocencia. Gorka, letrista oficial, cuenta que busca referencias en la literatura y el cine para inspirar-se. Aunque “la prioridad es la música sobre la letra”, añade, “yo intento que mis letras sean lo más dignas posibles”.
La sombra del rock radical vasco
Iban, el batería, define su estilo como “una música diferente a lo que la gente está acostumbrada”, y es que no se trata de una música ceñida a un territorio, aclara Barrena, “estamos en tierra de nadie, por eso nos gusta mucho salir a tocar fuera. Es un tipo de música que puede tener mejor respuesta fuera de Iruña”.
Geográficamente cargan con el peso de la sombra del rock radical vasco, aunque su estilo sea completamente diferente. “Es un fantasma que te persigue por todos lados” dice Eneko y Gorka añade que les cuesta encontrar su espacio: “En general, como referencia de grupo rock de Euskal Herria se tiene eso. Aunque creo que se ha abierto mucho el espectro, hay grupos que mezclan electrónica con punk y lo están petando”. Patxi comenta que ahora la etiqueta del rock radical vasco tiene menos peso, “estaba adscrito en una determinada época política y ahora es un poco diferente”. Ligado a este paso del tiempo, el grupo comenta que el aura de contracultura del rock se ha ido disipando con los años. “¿Qué tienes de contracultura si tienes detrás un equipo de producción que es capitalismo puro?” lanza al aire Gorka. “Pero, si entendemos como contracultura el do it yourself, ahora es más que nunca” continua diciendo. Ellos lo saben bien, son sus propios managers, productores y chóferes. “Todo autogestionado” añaden.
“Todo el mar no es suficiente para poder calmar mi sed”
Pasadas las nueve de la noche sonó la intro que da pie al bolo, la banda sonora de Zorba El Griego por Lock and Stock, ¿recordáis la escena del baile? Toda una declaración de intenciones. Salen a escena los músicos y Gorka, ataviado con una camisa hawaiana, salta al escenario como un relámpago. Attikus Finch es una descarga de adrenalina que combina el rock duro con el funk o el punk. Son irreverentes a la par que crudos y dinámicos. Desde el primer instante el feeling con el público se hace evidente y los que en el primer tema solo mueven los pies, en el segundo están saltando.
La característica voz de Barrena entra en simbiosis con unos riffs de guitarra iluminados y perfectamente acompasados con la base rítmica de Attikus Finch, su rasgo idiosincrático. Les vemos en un escenario de tamaño medio, pero ellos son cinco y parecen diez. Les falta espacio, se comen el aire. Dicen de ellos que son un grupo de rock sudoroso, que su directo es explosivo, y no les falta razón, los de Iruña saben lo que hacen y se dejan la piel haciéndolo. Dan las gracias, se cachondean de ellos mismos y presentan el setlist sin muchas filigranas ni remilgos. Lo suyo es tocar, entregarse, morir en cada aliento. Podrían ser californianos y el telón de fondo podría ser un garito del Sunset Boulevard, el efecto sería el mismo, la esencia del rock en estado puro. Son unos gamberros ilustres, unos poetas de carretera, unos salvajes profesionales. Del primer al último tema te avasallan con ésos graves penetrantes y unas melodías pegadizas. A los Attikus no les cuesta hacer lo que hacen, parece su estado natural, su presencia dice: Sí, somos lo que ves y lo que escuchas, si no te gusta, allí está la puerta. Sinceros, honestos, cultos, desinhibidos. Rockeros 100%.
El directo es de vértigo y, como cantan en su single “Cada momento, cada instante que disfruté, es el tesoro que llevo allí donde esté”, nos lo llevamos con nosotros, impregnado en la piel, tatuado en la memoria, desolados y ansiosos después de su Punto y Final.
El futuro es ahora
Con Arcadia Feliz recién salido del horno, el futuro más inmediato de Attikus Finch se centra en llevar los temas al directo y en la realización de un videoclip de una de las canciones del disco. De momento, parece que citas con los escenarios no les faltarán, como mínimo hasta junio seguirán pisado tarimas, entre ellas las del Iruña Rock.
Setlist Attikus Finch:
El Aroma del Miedo
Frenesí
Mal de Altitud
Hombre de Poca Fe
Matar a un Ruiseñor
Asterión
Espiral
Animal de Compañía
Piernas y Disparos
A la Deriva
El Padrino
Punto y Final
Ceremonia
Texto: Roser Montané y Edu Garcia