Durante una buena temporada Avalanch dejó de ser un grupo de música para convertirse en el nombre de un culebrón que garantizaba agitados titulares día sí y día también y generaba numerosos cotilleos a costa de la dignidad del grupo, que se acercaba cada vez más a una suerte de parodia o meme salido de las entrañas del Metal Today. El que escribe nunca había sido seguidor del grupo y más allá de haber escuchado alguna canción suelta (merced sobre todo de la reproducción automática de YouTube o Spotify) mi contacto con los asturianos era nulo. En la época yo era más de Tierra Santa, qué se le va a hacer. Posiblemente aquellos fuesen los días que más cerca estuviese de sentir un atisbo de curiosidad por el grupo, dado el ruido mediático que generaban sus problemas internos. Pero obviamente aquel circo no era la mejor puerta de entrada al universo musical de Alberto Rionda y compañía, así que mi reproductor siguió siendo territorio libre de Torquemadas y ángeles caídos.
Hasta que un buen día mi compañero me pidió que cubriésemos el concierto que Avalanch iban a dar el 11 de abril en Zaragoza, y me tocó ponerme las pilas para poder dármelas de periodista serio que se toma la molestia de saber al menos quién está tocando delante de sus narices. De esa forma descubrí, para sorpresa mía, que Rionda había recompuesto la banda con un grupo de músicos de altísimo nivel como son Jorge Salán a la guitarra, Mike Terrana como batería, Dirk Schlächter al bajo, Manuel Ramil en calidad de teclista y contando con los servicios de Israel Ramos como vocalista. Vamos, casi nada.
Y aunque estos no parecieron ser motivos suficientes para atraer a la gente, pues el Teatro de las Esquinas presentó un aspecto algo desangelado en la noche del jueves, aquellos a los que pudo el fervor pudieron ser testigos de una masterclass de primer nivel sobre excelencia musical y actuación en directo que debería convalidarse con cualquier bolo de aquí a final de año. Lejos de constituir un conjunto de piezas sueltas ensambladas de manera artificial, el grupo mostró una enorme compenetración y un entusiasmo envidiable a la hora de asaltar el escenario, lo que encontró eco desde el principio en sus seguidores, muy entregados y enfervorecidos. Cada uno de los miembros del grupo mostró el valor de su amplia experiencia y su enorme talento como músicos al convertir el concierto en un recital de maestría en el que cada uno de ellos parecía un puntal en el que los demás podían apoyarse para dar lo mejor de sí mismos. Avalanch hizo de su show una experiencia tremendamente dinámica en la que abundaron las ostentaciones de habilidad, ya fuese con Terrana protagonizando un impresionante solo de batería de más de 7 minutos durante los cuales mostró todas las facetas de su gran técnica o con Schlächter interpretando una pieza del Concierto de Aranjuez al bajo que dejó a todo el mundo con la boca abierta. Por su parte, Israel realizó una gran labor como maestro de ceremonias y supo incitar y animar al público para convertirlo en una parte viva del proceso, mientras compartía numerosas bromas con sus compañeros en un ambiente distendido que mitigaba el dolor de madrugar al día siguiente. Ciertamente era difícil imaginar siquiera un mañana, pues el presente era un momento demasiado dulce como prestar atención a cualquier otra cosa. Puede que esta sea la mejor forma de reconocer a aquellos grupos capaces de marcar la diferencia sobre el escenario: su capacidad para crear una barrera entre lo que ocurre dentro y lo que nos espera fuera, entre la vida que nos espera una vez cesen las últimas notas y el viaje que emprenderemos mientras la música pueda impulsarnos más y más allá.
Ese es el secreto de Avalanch.
Setlist Avalanch:
Oráculo
Demiurgus
El Peregrino
Otra Vida
Delirios de Grandeza
Pies de Barro
Mil Motivos
Alborada
El Alquimista
Decepción
Baal
Alas de Cristal
Alma Vieja
La Flor en el Hielo
Xana
Lucero
Torquemada