Monsters of Rock Cruise 2020 (en adelante MORC) Xº Aniversario: un barco grandote en Miami, el Independence of the Seas, cuarenta y pico bandas de hard rock/ heavy metal del nivel de Y&T, Extreme, Doro, Richie Kotzen, Vixen, Winger, Tesla, British Lion, H.E.A.T, Tyketto, D-A-D, Kix,… y un montón de gente deseosa de vivir o repetir la experiencia durante los cinco días que dura.
En los dos días previos al inicio del crucero se celebraron dos pre-parties en las que actuaron varias de las bandas del cartel del MORC. Lillian Axe, Madam X, Raven y Cold Sweat el primer día, y Y&T, Great White, Richie Kotzen y Roxanne, el segundo.
Y por fin llegó el día esperado, embarcamos y empezamos la aventura…
Al contrario de lo que piensa algún alma torturada, tengo conocimientos amplios sobre cruceros y eso es gracias a haber seguido en mi infancia la serie Vacaciones en el Mar y ser fan del capitán Stubing. Tod@s sabemos que la televisión es una fuente de sabiduría de la que hay que beber.
Lo que me inquietó un poco fue que no nos sometieran a ningún test psicológico previo y nos encerraran a tod@s, admiradores y admirados, en un barco sin posibilidad de escape. La única persona que creo que llevó guardaespaldas fue Steve Harris (British Lion/Iron Maiden) a quien, por cierto, cuando te lo cruzas en el comedor, después de haberle visto actuar dándolo todo con British Lion -tremenda energía tiene el tío, todo el tiempo saltando y cruzando el escenario de lado a lado a sus casi 64 años- pierde un poco el encanto. Pero, claro, al final solo somos simples mortales, y tod@s tenemos derecho a tener hambre y a ir a comer con los pelos a lo loco, en bañador, camiseta, calcetines y zapatillas de deporte. En cualquier caso, no hubo actos violentos y el crucero acabó con final feliz (el de las casas de masajes no, el otro).
Para tener una idea, la convivencia con las bandas era total, y fueron muy accesibles; coincidías en el desayuno, comida y cena, en la piscina, en la cancha de baloncesto, en las playas en las dos escalas que hizo el crucero (y que, este año, han sido Belice y Cozumel), en el karaoke, en los bares, en el casino, en los ascensores, en los pasillos donde estaban los camarotes, como público en las actuaciones de los otros grupos… Y claro, yo venga a flipar y eso que no soy nada groupie.
Una de las primeras cosas que descubrías era que había que organizarse muy bien el tiempo porque los conciertos no esperaban por ti. ¿Comer? ¿Lavarse el pelo? ¿Cuándo? Había varios escenarios por lo que algunas actuaciones se solaparon, aunque hubo grupos que tocaron dos veces.
Respecto a las actuaciones, las había durante todo el día. El sonido era bueno en todos los escenarios, tenías espacio para moverte y bailar, veías a los grupos a pocos metros de ti, ibas de concierto en concierto solo cogiendo un ascensor… ahora tocaban arriba en la piscina, ahora en el teatro, ahora en la sala de conciertos… Ideal, dejando a un lado lo de tener que hacer, en algunas ocasiones, colas ridículas que te hacían recorrer un comedor en zig zag para entrar en la sala de turno.
Algunos grupos fueron muy generosos regalando púas y hasta camisetas, como D-A-D, y podías hacerte fotos o acercarte a hablar con casi todos los músicos cuando te los ibas encontrando por las 14 plantas con las que contaba el barco. Uno de los conciertos, el de Kix, lo vi metida en el jacuzzi con una guitarra hinchable al puro estilo Kararocker pero en bikini. Su cantante, Steve Whiteman, un señor que apareció todo vestido de rojo y cuya actuación fue mágica para mí, aunque tal vez fuera el efecto de llevar más de una hora metida en agua caliente para cuando empezaron a tocar.
Hubo una jam session en la que se iban mezclando y cambiando diferentes músicos componentes de varias de las bandas del MORC o de músicos que vinieron como simples pasajeros y cuyo resultado fue fascinante e íntimo. Yo lo vi sentada en un sofá como si estuviera en casa, no podía dejar de moverme de mi asiento e intentar bailar y mi corazón iba a tope. ¿Sería eso la felicidad?
También fue muy divertido -y bastante etílico- el karaoke que había cada noche al finalizar los conciertos. En una ocasión Erik Grönwall (cantante de H.E.A.T) nos deleitó con el tema «18 and Life» de Skid Row; y en otra, un chico salió a cantar un tema de Tesla y apareció Jeff Keith, su vocalista, y lo cantó con él, para asombro de tod@s.
Esperando a que llegara el ascensor, conocí a Tommy Bolan (ex miembro de Warlock), que tocó la guitarra con Doro; un tío encantador y que hablaba un poco de español porque lo estudió en el colegio. En otro momento tuve la oportunidad de hablar con los jóvenes y simpáticos gemelos Steffan y Julian Salas, bajo y guitarra de Lizzy Borden, que también hablaban un poco de español. Este grupo es puro espectáculo, y acabaron bañando de sangre al público más cercano al escenario.
Hubo momentos divertidos y me enteré de cosas curiosas que desconocía. Por ejemplo a Nuno Bettencourt (Extreme) alguien del público le dio unas bragas rojas y él se sentó a tocar la guitarra y las colgó a su lado, en su micro. Erik Grönwall se quitó la ropa hasta quedarse en bañador y se tiró a la piscina en mitad de su actuación y luego siguió cantando. Danny Vaughn (Tyketto) vive en Estepona (Málaga). A Dave Meniketti (Y&T) le encanta hablar de temas vinícolas (tiene viñedos) y me contaron que en la firma de Steve Harris alguien pretendió que hiciera lo propio con discos de Iron Maiden. Really, George? Creo que no le gustó mucho…
En el barco costaba bastante emborracharse… y no porque el alcohol no suba en alta mar, sino porque la cerveza valía unos 9 dólares más el 18% de propina que te incluían automáticamente al pagar. En el precio del crucero (unos 1.600 € por persona el camarote más sencillo) no estaban incluidas las bebidas alcohólicas y no te permitían su entrada a bordo. A pesar de todo, un día lo conseguí gracias -entre otras pocas que tomé- a una cerveza de unos 8 grados que estaba re-buena. ¡Vaya taja! Bueno, yo y el cantante de The Quireboys, que salió cocidito a cantar.
Para mí ha sido una muy buena y recomendable experiencia de la que destacaré, además de lo que pueda resultar obvio de un crucero de hard rock y heavy metal para quien le guste el género, el haber conocido a la gente a la que he conocido y que, sin pretenderlo, han elevado mi viaje a la categoría de súper viaje.
Terminaré diciendo que lo que pasa en el Monsters of Rock Cruise se queda ene Monsters of Rock Cruise, así es que si queréis saber más -esto solo son cuatro pinceladas- tendréis que ir vosotr@s mism@s; yo, si puedo, el año que viene vuelvo.
¡Salud y metal, gente maravillosa!