Eso de expresar abiertamente tus influencias como músico no es nada malo, sobre todo si eres nuevo en esto y crees que con ello vas a llegar más lejos. Por otro lado, y dicho sea de paso, es casi imposible hacer música sin basar ésta y orientarla hacia lo que a uno le gusta escuchar. Hagamos un ejercicio de conocimiento musical, va… y así de paso os hablo de Faith No More, one more time, sin venir al caso. Me resulta bastante fácil enumerar todas esas bandas de metal alternativo que han ido surgiendo en las últimas dos o tres décadas cuyo sonido se basa (abiertamente y sin tapujos) en el de Patton & Co.. Pero también hay grupos como Every Time I Die, The Dillinger Escape Plan, Converge o The Chariot, alumnos aventajados de los anteriormente citados, que a su vez han ido impregnando con su esencia y buen hacer el sonido de bandas, más o menos infames, de ese género (o subgénero) conocido como metalcore. Y con razón, pues estas bandas están formadas por grandes músicos. No hay nada de malo en inspirarse, pero la crítica viene cuando esas influencias se desarrollan con tanta fuerza que una banda prácticamente no produce un sonido «propio», y creo que estamos en esa coyuntura al hablar de lo más reciente de Bad Omens. Y eso que Finding God Before God Finds Me (2019) comienza siendo bastante prometedor…
El primer tema, «Kingdom of Cards», es una canción de rock que tiene una atmósfera bastante épica gracias a esa percusión tan reverberante (creo que se llama así), esos gritos tipo pandillero-primitivos en el fondo y la voz rasgada y suave de su vocalista, Noah Sebastian. El tema me gusta aunque se queda como estancado y no arranca como creo que debería hacerlo, pues los primeros dos minutos son exactamente iguales a los dos últimos, y eso no puede ser bueno en un tema que dura cuatro minutos y pico. Es como si lo prometido al principio nos fuera negado al final.
Pero es ahora cuando vienen los problemas de identidad. «Running in Circles», el segundo corte del álbum, suena exacta y calcadamente como los Bring Me the Horizon de su era Sempiternal (2013). Y no, no quiero decir que note la influencia de los de Sheffield. Lo que digo es que… ¡son ellos, joder! Mete este tema entre «Shadow Moses» y «And the Snakes Start to Sing» y te digo yo que nadie, absolutamente nadie, va a notar que el tema pertenece a otra banda. Es más, tampoco desentonaría en el disco del paraguas. Eh, pero esto no ha hecho más que empezar, pues la siguiente, «Careful What You WIsh For», es tan calcada a «Throne» -también de BMTH– que casi da miedo. ¿Seguimos para bingo? «The Hell I Overcame» es «The House of Wolves v2.0» pero con una afinación diferente. De hecho, si no estás familiarizado con Bad Omens y te ponen este tema en el bar musical de turno, y los que tienes en la mesa de al lado no dejan de hablar como unos hijos de puta, te la cuelan fijo. Mirad, yo no soy un hacha encontrando canciones inspiradas en otras, pero cuando escuché por primera vez «The Hell I Overcame», pensé estar escuchando la canción equivocada. Y «Mercy», la número siete, está tan obviamente inspirada en la anteriormente citada «And the Snake’s Start to Sing» que podrías intercambiar las pistas vocales y la cosa quedaría la mar de apañada. Pero, una cosa sí les voy a reconocer. ¿Quién no se ha echado las manos a la cabeza al escuchar lo más reciente de los de Oliver Sykes? ¿Quién cree que ese cambio tan drástico hacia el pop y la electrónica ha sido un craso error? Pues yo creo que Bad Omens se han dado cuenta de que algunos fans del metalcore en general -y de Bring Me the Horizon en particular- estaban decepcionados con esos nuevos derroteros tomados que han decidido llenar ese vacío… en sus corazoncitos.
Y yo me pregunto: ¿por qué todo esto? ¿Por qué esa falta de ideas tan descarada? La cosa es tan obvia que me resulta incluso admirable que los californianos se hayan tomado tan en serio el sonido de los británicos para entregarnos una copia tan convincente y evidente. Pero incluso si las canciones en sí están muy bien escritas (que lo están), uno ya tiene la cabeza en otro lugar y llega un momento en que se les deja de prestar la atención que éstas sí hubieran tenido en el año 2012… siempre y cuando los padres de los componentes del quinteto de Sheffield hubieran usado condón antes de «encargarlos».
Pero, para copiar, también hay que saber tocar, y Bad Omens no son músicos sin talento. Ya en su álbum debut (Bad Omens, 2016) uno percibe muchas influencias, pero en esas 12 canciones el sonido es lo suficientemente «único» como para no sonar como una copia exacta de algo ya existente. Dicho esto, en este Finding God Before God Finds Me hay (por supuesto) algunas canciones que demuestran su talento a la hora de escribir canciones. Además del corte que abre el disco, está la canción más dura del álbum, «Dethrone» (joder, ya podrían haberle puesto otro nombre que no nos recordara (again) a BMTH… jajaja), y la pegadiza «Said & Done», que también contiene el mejor (¿y único?) solo de guitarra del álbum, aunque un poco corto para mi gusto. Aquí, uno sí que nota y percibe a una la banda que está luchando por explotar las posibilidades de su sonido y, en mi opinión, les funciona bastante bien. Lástima que este esfuerzo sea tan minúsculo en comparación a los calcos.
A modo de conclusión, Finding God Before God Finds Me carece de individualidad y la originalidad para emerger de entra las sombras de su tan obvia influencia. Sin embargo, aquellos que se sintieron tocados por la canción «heavy metal» del último álbum de Bring Me the Horizon se volverán locos con este álbum, y tal vez eso, solo eso, ya sea suficiente como para que Bad Omens se gane a unos cuantos miles de fans más.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.