Cada vez que tengo ocasión (y últimamente la he tenido bastantes veces) aprovecho para comentar que los californianos Bad Religion son y siempre han sido una de las bandas más importantes de mi vida. Suelo decir que mientras por un lado me llegaban grupos como Guns N’ Roses, Aerosmith o Héroes del Silencio (que poco a poco evolucionaron en Metallica, Megadeth, Sepultura o Slayer), por otra vía recibía cintas de Pennywise, NOFX, 7 Seconds o los primeros (y entonces aún incorruptos) Offspring. Esa adolescencia pasada entre tachuelas y tablas de skate (figurativamente, porque nunca he sido muy fan de las unas ni de las otras) sirvió para dar forma a mi yo musical, y aunque este hardcore melódico (o punk rock, como querais llamarlo) me ha seguido gustando con más o menos intensidad durante todos estos años y he ido siguiendo los movimientos de la escena, la banda que ha quedado ahí para no marcharse nunca, por encima de todas, ha sido siempre Bad Religion.
Si bien el conjunto de la carrera de los californianos es de una regularidad que da miedo y que, en consecuencia, casi todos sus discos fluctúan cómodamente entre el notable y el excelente, creo que este Stranger Than Fiction es uno de los álbumes más especiales y con más chicha de su catálogo. Ya no tanto porque aqui experimenten demasiado (tampoco es que lo necesiten, aunque algo de «popificación» sí que introducen en algunos temas), sino más bien por las circunstancias tanto internas como externas que rodearon su grabación y publicación. Tambien a nivel personal es un disco como los demás, ya que se trata del primero que publicaron una vez ya me podía considerar fan de su música.
Conocí a Bad Religion allá por 1993 gracias a dos cintas mal grabadas que contenían, por un lado, el Suffer y el No Control y, por el otro, el Generator y el Recipe for Hate (ésta última, una TDK de 90 que acabó hecha trizas, se completaba con el debut de Pennywise… ¡casi nada!). Entonces todos esos discos tenían un valor parecido para mí, en el sentido que no sabía (ni probablemente me importaba) identificar qué iba antes o después de qué. Además, es curioso que el momento en que yo conociera a un grupo en concreto marcaba la frontera entre «lo viejo» y «lo nuevo». Así, Fear of The Dark, Seasons in the Abyss, Countdown to Extinction, Arise o el Black Album son y siempre han sido, en mi mundo, discos clásicos, mientras que The X Factor, Divine Intervention, Youthanasia, Chaos A.D. o Load, discos cuya publicación viví en directo, son todos «nuevos». Y Stranger Than Fiction, claro, fue el primer disco «nuevo» de Bad Religion que llegó a mis manos.
No sé si es casualidad o que mi llegada al mundo del rock supuso fue el desencadenante de tal terremoto, pero si lo observamos bien, es verdad que esos ejemplos que menciono significan, en la mayoría de casos, cambios tanto estilísticos como de formación que verdaderamente marcan un antes y un después en la carrera de muchas de estas bandas (Maiden, Metallica, Sepultura o Slayer, por ejemplo). Y eso también es cierto para Bad Religion, ya que aunque estilísticamente este nuevo disco de los de Greg Graffin es otro pepinazo en la cara con matices pero en esencia exactamente igual de potente que los anteriores, la banda lo vivió con con ciertas expectativas de dar un salto de popularidad y, en consecuencia, con un montón de cambios.
El principal fue la marcha de su principal mastermind Greg Gurewitz, al que sustituyó una leyenda como Brian Baker (ex Minor Threat y ex Dag Nasty) poco después de la publicación del álbum, pero también hubo un sonado cambio de sello: de la independiente Epitaph (dirigida por Gurewitz) al gigante Atlantic. De ahí que se ganaran el apodo de vendidos por parte de los fans más antisistema de una banda que había sido bandera de la independencia discográfica en este sentido.. Esta acusación tuvo su anécdota definitiva, almenos para nosotros, el día en que tocaron en el Doctor Music Festival en Escalarre y un chico subió al escenario para llamarles gordos y vendidos ante la incredulidad de un Greg Graffin siempre impasible.
Pero es que no solo la banda estaba cambiando, sino que el mundo de la música también. Gracias al boom de Green Day y The Offspring (estos últimos, nuevos abanderados de Epitaph), el punk rock (en su vertiente más pop) alcanzó cotas de popularidad casi nunca vistas, copando listas de éxitos y abriendo el camino para toda una nueva generación de eternos adolescentes. Como referencia en el estilo, y a pesar de que su éxito no tuvo comparación con el de estas dos bandas u otras que llegaron después, está claro que Bad Religion también se beneficiaron, y mucho, de esta renovada fiebre por el estilo. Evidentemente su impacto comercial fue menor, pero Stranger Than Fiction es un discazo que, a mí juicio (ya sé que no soy objetivo, pero lo pienso muy en serio), le da muchas vueltas tanto a Smash como a Dookie, trabajos ambos publicados unos pocos meses antes.
También supone otro eslabón más en la cadena de perfección en la que los que el combo americano se había asentado desde Suffer y que continuó con No Control, Against the Grain, Generator y Recipe for Hate. Con Stranger Than Fiction completan una hexología brutal que se cuenta entre lo mejor de la historia del género y que ha sido capaz de volcar decenas de temazos absolutamente memorables a la siempre fresca y alegre piscina del punk rock. Y aunque desde entonces quizás sus discos no alcanzan las cuotas de devoción y culto de las que que gozan estos clásicos, a nivel de calidad no están demasiado lejos, nada lejos diría yo. De hecho, la regularidad de la carrera de los californianos es un auténtico rara avis en el mundo de la música, con discazos memorables, casi por sistema, que abarcan cuatro décadas diferentes.
Siguiendo las tónicas más típicamente noventeras, Stranger Than Fiction es un disco muy largo, con 17 canciones que le hacen alcanzar los 42 minutos. No he mirado si esta longitud lo convierte en el más largo de la banda, pero si no lo es poco le debe faltar. También es cierto que más allá de la extraña reintroducción y regrabación de «21st Century Digital Boy», algo que lo que hablaremos más adelante, no hay demasiada paja entre estos temas, pero en mi opinión si se hubieran ahorrado los tres o cuatro menos brillantes este disco se habría convertido en una auténtica obra maestra de diez (aunque tampoco es que ahora ande muy lejos, vaya).
Las seis primeras canciones son crema de la más cremosa. «Incomplete» es un auténtico vicio, es divertidísima y tiene una letra memorable. «Leave Mine to Me» es un tema Bad Religion clásico al 100% y bien podría haber estado en Generator o Recipe for Hate. «Stranger Than Fiction» lo petó y con razón gracias a su culebrerismo y buen rollo. «Tiny Voices» es una canción maravillosa con unos coros y un estribillo de lo mejor que ha hecho jamás la banda (¡y mira que es decir!), convirtiéndola por ello en una de las grandes joyas olvidadas de la vasta discografía de estos genios. «The Handshake» es pegadiza, vacilona y potente como ella sola, mientras que «Better Off Dead» es un temazo magnífico con un gancho innegable. Vamos, un principio de disco me atrevería a decir que inmejorable.
Notaréis que he dicho que las seis primeras canciones son maravillosas, porque aunque la séptima es el gran hitazo de este disco, a mí «Infected» siempre me ha dado un poco de rabia. En directo me callo y la disfruto como clasicazo que es, pero en general su aire más popero nunca me ha acabado de convencer del todo. Aprovecho para apuntar que Bad Religion es una banda cuyas ocho canciones más populares en Spotify pertenecen a ocho discos distintos. Y por cierto, ninguna de ellas es «Generator» o «Punk Rock Song» (ojo). «Infected», en cambio, sí que lo es, y aunque a mí no me parece una de las 50 canciones más brillantes del grupo (quizás incluso más), no seré tan necio como pare negar la calidad y el buen gusto que demostró la banda en este intento de acercarse un poco a las masas.
La primera mitad del disco acaba con una «Television» un poco rara y con una «Individual» brutal , de nuevo uno de los mejores cortes que encontramos aquí. Si bien es cierto que esta segunda parte no es tan espectacular como la primera y no nos hace levantar de la silla tan a menudo, tanto la épica «Slumber» como la veloz «Marked», la sencilla y resultona «Inner Logic» o la absolutamente maravillosa «News From the Front» (que en realidad es bonus track) son temazos brutales que estarían entre los mejores de casi cualquier otra banda del estilo. Lo que sí que me chirría, como he comentado antes, es la presencia de «21st Century Digital Boy», re-grabado tan solo cuatro años después de su aparición original en Against the Grain. El tema mola, claro, pero desde mi punto de vista su presencia aquí es absurda. La razón de su inclusión es que la banda (y sobretodo Greg Gurewitz) sentían que tenía el potencial para convertirse en hit, y meterla aquí (en el que a la postre iba a ser el disco más vendido de su carrera) le iba a dar mayor exposición. Y probablemente es cierto y ayudó a elevar su estatus y su popularidad, pero me sigue pareciendo una auténtica patillada.
Como valoración global, Stranger Than Fiction es un discazo excelente, uno más, de estos auténticos genios californianos, y creo que se coloca sin problemas en los escalafones más altos de su brillante discografía. Tan grandes son Bad Religion que, de un tiempo a esta parte, y después de haberlo hablado profusamente con otros notorios aficionados al punk, he empezado a exteriorizar algo que siempre había pensado internamente pero que nunca me había atrevido a afirmar. Pero ya es hora de que salgamos del armario y lo gritemos a los cuatro vientos, que somos muchos los que estamos de acuerdo con ello: Bad Religion es la puñetera mejor banda de la historia del punk. Por temazos, por trayectoria, por relevancia y por influencia. Ale, ya lo he dicho. Viva.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.