En todo el tiempo que llevo escribiendo sobre música (que de hecho tampoco es mucho tiempo, solo unos dos años y medio, pero con tanta proliferación y verborrea parece que lleve toda la vida) he tenido la oportunidad de hablar de casi todas las bandas que me han marcado de verdad. Pero nunca he escrito, creo, ni una sola línea sobre Bad Religion. Y mira que los californianos han sido y son una de las bandas de mi vida desde el preciso momento en que, a mis tiernos catorce años, cayera en mis manos una cinta horriblemente grabada que contenía el Generator por una cara y el Recipe for Hate por la otra.
Yo, como muchos metaleros que crecieron musicalmente en los noventa, viví toda mi época formativa musical a caballo entre el metal y el hardcore: mientras por un lado avanzaba hacia el thrash, el death, el doom y el black metal, por el otro descubría a clásicos como Minor Threat o disfrutaba del hardcore melódico moderno de bandas como No Use for a Name, No Fun at All, Satanic Surfers o Millencolin. Muchos fans de cualquiera de los dos géneros han mirado siempre al otro con cierto desdén, pero en mi caso, mi concepción de la música no tendría sentido sin alguno de los dos.
Y la banda por excelencia de ese universo hardcore / punk personal siempre ha sido Bad Religion. Fue la primera que conocí y seguí y, al final, es la que sigue estando ahí arriba. Otras han caído en el olvido, pero ellos siempre han tenido un hueco en mis listas, tanto los discos clásicos como el que vamos a revisar hoy como sus producciones más recientes, ya que álbumes como The Process of Belief, The Dissent of Man o True North siguen teniendo un nivelón que ya quisieran muchos. Y es que su estilo, su talento, su habilidad por crear te-ma-zos motivantes y cantables como pocos y la energía contagiosa y brutal que desprenden sobre el escenario tienen poca comparación posible en todo el espectro rockero.
Hoy toca centrarnos en Suffer, quizás el primer trabajo de los Bad Religion «de verdad», publicado cinco años después de que debutaran con dos álbumes como el muy buen How could Hell be Any Worse? y el no precisamente celebrado Into the Unknown. Pero es Suffer el disco que define a la pefección el sonido y el estilo que la banda iba a mantener desde entonces, encaramándose al trono del punk rock hasta el punto de llegar a publicar hasta seis trabajos merecidamente idolatrizados y absolutamente icónicos desde 1988 hasta 1994.
Como digo, yo conocí a la banda con la pareja Generator / Recipe for Hate, así que mi exploración de los tres discos anteriores (este Suffer, Against the Grain y No Control) tuvo lugar a posteriori, cosa que en ese momento no me permitió darme cuenta del todo de la influencia masiva que ha tenido este disco en la carrera de la banda y en el devenir del punk rock (y más allá). Temas cortos, veloces, con esas letras que dan que pensar y esas espectaculares melodías que solo un auténtico genio como Greg Graffin sabe crear. ¿Y no era facinante comentar entre los colegas, en esos tiempos mozos, que Greg no era un pelacañas cualquiera, sino todo un tío listo profesor de biología en la universidad?.
El resto del line up lo formaban el siempre fiel bajista Jay Bentley, el batería Pete Finestone, y la icónica pareja de guitarristas que, al lado de Graffin, iban a ser clave en el éxito futuro de la banda: el ex-Circle Jerks Greg Hetson y el reformado Brett Gurewitz, co-fundador junto a Graffin y también de la pivotal discográfica Epitaph, que había pasado unos años en rehabilitación, causando el parón que sufrió Bad Religion a mediados de los ochenta.
No me voy a poner ahora y aquí a desgranar canciones una por una, y solo voy a decir que escucharse los 27 minutos que dura Suffer está lejos de ser el sufrimiento que insinúa el título. Por el contrario, el disco (como todos los clásicos de Bad Religion, por otro lado) te atrapa con una facilidad tremenda y te hace saltar de canción a canción, de melodía a melodía, de estribillo a estribillo con creciente motivación. Una sucesión de temas ultra-veloces (excepto quizás «What Can You Do?», inspiración para otros «medios tiempos» futuros de la banda) entre los que se cuentan maravillas incontestables de menos de dos minutos como la inicial «You Are (The Government)», «How Much is Enough?», «Forbidden Beat», «Suffer», «Best of You», «Pessimistic Lines» o mis dos favoritas personales: «Delirium of Disorder» y el himno brutal que es «Do What you Want».
Suffer es un disco imprescindible que todo el mundo que tenga interés por el rock más o menos agresivo en cualquiera de sus vertientes debería escuchar almenos una vez en su vida. Y lo más fascinante de su calidad y personalidad es que, en cosa de un año, los californianos iban a ser capaces de sacarse de la manga una colección de canciones de similar nivel en No Control, y al cabo de otro año, saldría Against the Grain. Tres clasicazos incontestables que han marcado a toda una generación y que, sin duda, me han marcado a mí. Tanto que, de hecho, si tuviera que escoger a solo cinco bandas para escuchar durante el resto de mi vida, Bad Religion sería una de ellas.
Aunque las canciones de Suffer forman parte habitual, evidentmente, de cualquier concierto que Bad Religion haya dado en los últimos treinta años, durante este 2018 Greg Graffin y los suyos, ahora convertidos en sexteto, han estado celebrando las tres décadas de este disco descargándolo al completo en sus directos (por ejemplo, lo hicieron en el Tsunami Xixon que tuvo lugar el mes pasado en la ciudad asturiana). Aunque no hay intención de que vuelvan por aquí este año, si tenéis la oportunidad de verlos por favor no os privéis de una experiencia musical que no olvidaréis. ¡Larguísima vida a una de las mejores bandas que existe y ha existido!
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.