En el ideario popular no se tiene una conciencia clara sobre el inicio del rock en nuestro país, quizás debido a que nunca se ha dado la prensa suficiente a esta época tan valiosa, unido a lo poco comercial que solían ser los grupos de la década de los 70. Este es el caso del grupo que vamos a tratar hoy y que, como otros tantos, han marcado una desconocida historia del rock español, la cual ha quedado totalmente en el olvido. Discos que bien podrían haberse codeado a nivel internacional con sus coetáneos extranjeros por su calidad compositiva y que, por las circunstancias de la época y la precariedad, nunca llegaron a oídos ni tan siquiera de los propios españoles contemporáneos de esta música.
Tapiman fue un power trio barcelonés, pionero en este tipo de formación en España, más aún cuando el batería también era cantante. Su música podría decirse que es un hard rock progresivo con pinceladas psicodélicas, algo extraño en la España de los primeros 70. Hasta la llegada de los 80 era muy raro poder escuchar rock pesado español; quizás se podía intuir algo en ciertos grupos que en realidad se dedicaban a hacer otra música y trataban de experimentar con sonidos más fuertes, pero nada que estuviese establecido como tal, hasta la aparición en escena de estos tres jóvenes: Josep María Vilaseca «Tapi» (batería y voz), Pepe Torres (bajo y voz) y Miguel Ángel Núñez (guitarra).
Tapi era el mejor batería de su época, toda una leyenda del rock nacional, un talento con un carisma especial. Según cuentan quienes le conocían era un chaval con ideas adelantadas a su tiempo al que le gustaba mucho beber y pasárselo bien. Un portento con las baquetas que desprendía una energía incomparable. En los años 60 ya se movía en la vanguardia musical, tocando primero en el grupo Vértice y en 1969 entrando en Maquina!, grupo referencia del rock catalán en la época.
Formó Tapiman tras la disolución de este último y tras conocer al guitarrista Miguel Ángel Núñez, al que se les unió Pepe Fernández, el antiguo bajista de Vértice. Con un puñado de temas bajo el brazo consiguen que en 1971 Edigsa produzca su primer single con los temas “Hey, You!” y “Sugar Stone”; dos temazos que serían la antesala de lo que vendría más tarde con su LP. Destaca la voz desgarradora de Tapi que, aunque no supiera mucho inglés ni tampoco cantar, supo defenderse muy bien pese a las típicas críticas que le puedan caer. “Sugar Stone” es un tema de puro hard rock (muy probablemente, el primero en nuestro país), con letra de claras alusiones psicodélicas.
Para situar un poco el contexto, debemos mencionar que en 1971 Black Sabbath acababa de sacar sus dos primeros discos un año antes, los cuales llegaron a repercutir en la música de Tapiman, al igual que podemos apreciar claras influencias de Cream o Jimi Hendrix, entre otros.
Ese mismo año, sacan otro single, “Love Country” y “Walking All Along the Life”, pero ya con otro guitarrista tras la marcha de Miguel Ángel para hacer el maldito servicio militar; fue sustituido por Max Sunyer, otra leyenda viva del rock español que también había tocado en Vértice y que ya era un guitarrista profesional con experiencia, cuyo estilo tan personal es sin duda un símbolo de la música patria. Este single pierde la fuerza del anterior y es un paso en falso teniendo en cuenta lo que vendría al año siguiente en su LP.
Por fin graban su primer long play, y aquí llega lo gordo. Tapiman (1972) es un bombazo de hard rock adelantado a su tiempo, un disco crudo, sucio y con fuerza. Pepe y Tapi hacen una sección rítmica bien empastada. Las baterías de Tapi son una autentica delicia, y dejan un buen terreno para que Max pueda desplegar todas sus habilidades a la guitarra. Pese a la energía del disco, no destacan precisamente por ser ni muy pesados ni muy progresivos, tienen una personalidad muy marcada e inconfundible y una importante y lograda labor en las partes más psicodélicas. Son canciones que se parecen más a lo que se estaba haciendo en el resto de Europa o Estados Unidos, destacando temas como “Wrong World” que abre el disco con un riff que deja bastante claro lo que vamos a oír, un tema de hard rock que se va convirtiendo en una enérgica jam. “Dont Ask Why” tiene, probablemente, el mejor solo del disco. Las manos de Max Sunyer son todo un desfase. “Moonbean” es aplastante. Es un tema instrumental y sin duda el más pesado, recordando en ocasiones incluso a los mismísimos Blue Cheer o Pappo’s Blues. “No control” es una bomba de puro heavy rock con unos solos de guitarra increíbles. “Paris” es otra instrumental acompañada de órgano, donde despliegan su parte más relajada y psicodélica, recordando a los primeros Pink Floyd. “Jenny” es una preciosa balada en la que nos traen su lado más suave y refinado; probablemente aquí tenemos las mejores voces del álbum. El disco cierra con “Driving song”, tema de contrastes, con las partes más enérgicas y relajadas. La batería podríamos decir que es cercana a un ritmo de thrash, pero en 1972. La canción termina con una parte lenta y psicodélica que sin duda es una auténtica delicia.
El disco es bien recibido y tiene buena crítica en la escasa prensa de la época. Pese a no ser el mejor disco de hard rock grabado en este país, en su momento sin duda lo fue. Tampoco tuvo mucho éxito en ventas, pero debemos mirar hacia atrás con perspectiva y darnos cuenta de lo extraño y original que era este disco en su contexto.
Como suele ocurrir, diferencias entre ellos en cuanto a la seriedad con la que tomarse el grupo acabaron en su disolución. Max era un profesional que se ganaba la vida con la música y exigía un nivel de trabajo que Pepe y Tapi, al parecer, no estaban dispuestos a dar.
Pero la historia no acaba aquí. En 2017 Guerssen Records edita unas grabaciones olvidadas de material sobrante y sin acabar de la primera etapa del grupo en 1971, rescatadas por el periodista Alex Gómez Font tras localizar a Miguel Ángel Núñez. Sin duda todo un hallazgo que será el disfrute de los más fanáticos. El disco, titulado Hard Drive, nos trae una serie de canciones con una calidad de grabación muy precaria pero que de nuevo demuestran la crudeza y agresividad que podemos ver en el Lp.
Muchos grupos, al grabar sus discos en el estudio con las nuevas tecnologías de la época, perdían bastante de la fuerza y potencia que sí desprendían en el escenario. La crudeza de un directo de aquellos años con los amplis crujiendo al 10 nunca puede ser equiparada a la calidad limpia y clara de un disco de estudio. Cabe destacar que también influye el que los temas de este disco, en lo que a composición se refiere son más duros y primitivos en algunos casos, lo que ayuda aún más en esa dirección. Canciones como “Hard Drive”, “Time on Space” o “No Title” son temas de auténtico proto-metal, con baterías brutales, riffs sucios y cortes trepidantes. Por otra parte, también nos dejan su lado más suave y onírico y siempre menos mencionado, pero que considero de gran importancia y digno de reconocimiento, con temas como “Eight”, “Long Sea Journey” o incluso una versión de “Planet Caravan” de Black Sabbath.
Tenemos aquí un rock no muy elaborado pero directo y crudo, con algunas canciones inacabadas pero que deben ser admiradas por lo que son, no por lo que pudiesen haber llegado a ser. Escuchando este disco nos podemos hacer una buena idea de lo que podría haber sido ver en concierto a este grupazo. Hoy en día, gracias a las maravillas de internet, ya puede ser disfrutado por todo el mundo, siendo una delicia aún mayor para gente del extranjero, quizás más apreciado que en nuestro propio país, donde la parte más auténtica del rock nacional ha quedado totalmente eclipsada por grupos que nunca llegarán a tener la esencia de Tapiman.