Las dudas que podíamos tener sobre si esta edición del Rock Fest iba a funcionar o no quedaron disipadas al ver la aglomeración de gente congregada a las puertas del festival. Pocas veces recuerdo a tantísimo gentío agolpado. Se demoró la entrada al recinto, así que los chiringuitos de Can Zam sacaban humo de la intensidad de la demanda de bocadillos y cervezas. La cola fue creciendo y hubo un punto en el que la gente se cabreó manifestándolo con gritos. Pero fue un espejismo… Una vez dentro las cosas funcionaron bastante bien.
Dentro del recinto pocos cambios, pero se notaba ciertas prisas a la hora de colocarlo todo. Buena oferta de comida, puestos de cerveza que en algún momento colapsaron (no el jueves) y una hierba artificial que parecía haber sido tomada prestada de los campos de la Meiland y dispuesta con prisas por un pintor cubista. En ocasiones mirabas al escenario, pero te daban ganas de mandar a tus amigos a que subieran a rematar el córner, que tú la colgabas al área.
Como el resto de los tres días, hubo conciertos para el recuerdo en una de las mejores ediciones del Rock Fest que se recuerdan, y sí, el jueves fue el día con menos público.
BlackØwl aprovechan el escaparate con nota
Como si fueran los ganadores de Eurovisión BlackØwl terminaron tocando dos veces en el festival, echando una mano a la organización y dejando una gratísima sensación de grupo. Puro groove austral con las reminiscencias de AC/DC, Rose Tattoo y los más recientes Airbourne. Añadiría en el plano más regional alguna conexión con los también catalanes Hardbuds.
El quinteto lució en ese gran escenario y no se les hizo ni grande, ni los nervios se los comieron. Muy buen sonido y comandados por un vocalista, Dani Martos, que realmente transmite y tiene una voz perfecta para meterse en terrenos de rock australiano.
Lo que más me gustó es que no necesitaron de tirar de versión alguna para convencernos. “Napoli Street” o “Smoking Rock ’N’ Roll” bien lo valen. Aprovecharon bien la (doble) oportunidad que les brindó el festival sacando muy buena nota, y se ganaron el aplauso de los presentes ganando unos cuantos fans. BlackØwl ejemplifica lo que hay que hacer cuando te dan una oportunidad de este calibre.
Stormzone quedan deslucidos por sol y tempranía
Siempre he tenido cierto apego por las bandas irlandesas y he podido reseñar algún disco de Stormzone, pero… no creo que para ellos el concierto de Rock Fest sea el bolo soñado, con un “Harv” incluso desafinando en la entrada de “Where We Belong”. Sonido bastante mejorable y tampoco entiendo el por qué no tocaron nada de su más reciente Ignite the Machine.
En su defensa diremos que tiraron de coros reales muy meritorios en “Three Kings” y en la entrada suave de “Another Rainy Night”. Como curiosidad decir que su guitarrista Steve Moore lucía una camiseta con la cara de Gene Simmons. Quedaba claro, como así nos hicieron saber, que se quedaban allí hasta el domingo. Belfast podía esperar… Fueron a más con ese “Coming Home” de reminiscencias Queensrÿche y ese ejercicio totalmente Helloweenero que es “You’re Not the Same” (muy “Future World”).
Cerraron remontando bien con “Death Dealer” formando los cuatro en primera línea antes de cerrar con “The Legend Carries On”, con ese bello punteo y con el esfuerzo vocal de su cantante. Cumplieron sin enamorar y dejando la sensación de ser una banda más de heavy metal clásico, con dejes power y con el sello de la escuela irlandesa.
Myrath no merecieron la cueva-carpa
He podido ver a Myrath bastantes veces ya y siempre es un placer verles encima de las tablas. Les tocaba carpa a pesar de que tienen directo, carisma y presencia para el escenario grande. Hubo elementos arábigos en su directo como esa especie de caja de la que aparece Zaher Zergati. Esos cojines de las mil y una noche o las vueltas ojivales de fondo. Entraron con el “Born to Survive”, con la batería elevada de Morgan en una plataforma y con un Zaher espectacular.
En la étnica “Dance” apareció una chica bailando esos ritmos arábigos. Su combinación de oriente con power metal y detalles técnicos progresivos hacen de ellos una mezcla explosiva. Gran parte de ello es gracias a los envolventes teclados de Kevin Codfert, que sustituía por vez primera a Elyes, ya fuera de la banda. Incluso su líder se atrevió a hablarnos en castellano con eso de: “Estamos muy contentos”.
Arrancaban con la tremenda “Storm of Lies”, y me hubiese quedado, pues su disco Legacy me parece una maravilla y uno de los grandes discos de oriental metal de toda la historia, pero salían Gotthard a escena. Myrath debería haber estado en el escenario grande. Si los podéis ver en sala, ni lo dudéis.
Gotthard pueden tocar cada año, si así lo quieren…
Aparecieron los suizos con la portada del disco 13 de fondo, con esas dos vacas enfrentadas para marcarse un show festivalero, bastante completo y variado, pero que quedó lejos de otros ofrecidos en estas lides. La única concesión a ese disco fue la rockera y directa “Everytime I Die” seguida de una de las históricas: “Top of the World”. Un sonriente Nic Maeder disfrutaba del calor catalán bajo un sombrero de cowboy.
“Feel What I Feel” reivindicó su etapa más reciente con él como vocalista, sonando protagonista el bajo de Marc Lynn, seguida de la directa y rockera “What You Get” del mismo disco. Sinceramente creía que Leo Leoni estaba más para Coreleoni que por Gotthard, pero su entrega y disfrute fue total, además, decidió incluir en el directo una pieza tan olvidada como el “Master of Illusion”, con dosis extra de los teclados.
El habitual “oéoéoé” les sirvió para plantar taburetes y cantar la maravillosa “One Live, One Soul”, una de las mejores baladas del rock de todos los tiempos, con coros de su líder y guitarrista para después pasar a tocar “Remember It’s Me” con Nic a la acústica. Empalmaron con la exigente “Starlight” y tiraron de pregrabado para dar comienzo a “Lift U Up”. Inmensa canción, festiva donde las haya y que supuso una revolución con esa maravilla de disco llamada Lipservice. Leo terminó tocando la guitarra de espaldas…
No quedaba tiempo para mucho y había mucho himno en la recámara. Afortunadamente optaron por el otro gran hit del mismo disco: “Anytime Anywhere”. ¿Alguien recuerda que se hizo en su día una versión en español llamada “El traidor”? Cumplen como siempre, pero he vivido momentos más emotivos y con más entrega en el mismo Rock Fest. Eso sí, para mí que vengan a tocar cada año, si así quieren.
Jinjer avanza hacia la consolidación en algo más que un concierto
Que una banda ucraniana de heavy metal haya alcanzado un nivel internacional es toda una noticia, pero la tristeza hace que este país esté sufriendo una invasión de la vecina Rusia. Desconozco los entresijos que les han permitido girar, pero tengamos muy en cuenta que varios de sus músicos están en la reserva del ejército. Por lo que verles en estas circunstancias es casi un milagro y una reivindicación. Aquello fue más que un concierto.
Ya en “Call Me a Symbol” vimos que los guturales de Tatiana petaban mucho. Uno de los grandes atractivos es la imagen angelical de su vocalista, vestida de impecable negro esta vez, con los guturales endemoniados que gastan en “On the Top”. Son bastante originales, modernos y muy técnicos. Mención aparte merece el agudo y juguetón bajo de Eugene en piezas como “Disclosure!”. Quedó patente en Can Zam que Jinjer tienen una buena representación de fans y que tocar tras Gotthard y antes que Accept es un logro que va mucho más allá de las banderas o de la imagen de su vocalista.
Una de las favoritas de la gente es “Teacher, Teacher”, pero sigue siendo “Pisces” ese clásico absoluto que les define. Hubo luego una mención a la actualidad: “Putin: ¡queremos volver a casa!”, para presentar “Home Back”. Para “Vortex” tiraron de ese gran groove con la guitarra de un Roman que lucía gorra. Salpicaron las chispas de la pantalla de fondo ese final con “Colossus”, una joya técnica capaz de recordarte en algún pasaje a Death.
Afianzados y consolidados en su estatus lucieron con orgullo una bandera de Ucrania para despedirse en una de las más bonitas imágenes del festival. No son una banda fácil en las primeras escuchas, pero vistos en directo sorprenden y convencen. Todo apunta a que Jinjer no se van a quedar de brazos cruzados y que van a proseguir su escalada.
Accept en piloto automático ya da para conciertazo
Queda ya solo Wolf Hoffman en la nave y ha hecho de Accept una especie de proyecto unipersonal al que le insufló vida don Mark Tornillo, el mejor cantante posible para sustituir a otro Dios: Udo Dirkschneider. Tocar en el Rock Fest no es algo nuevo para ellos, banda que disfruta y se lo pasa en grande en festivales veraniegos desenvolviéndose en ellos cual pez en el agua.
Triple ataque guitarrero en “Zombie Apocalypse” al que a los Uwe Lulis y al propio Hoffman se les ha unido Philip Shouse. Debo decir que el nuevo material de Too Mean to Die funciona perfectamente en directo. Tocaron “Overnight Sensation” del mismo, y me parece ya todo un himno, en el que aprovecharon para tirar de posturitas y lucir imagen. Antes hubo un guiño al pasado con “Restless and Wild”, y como suele ser habitual en ellos: sonando todo aplastante y muy directo.
A pesar de ser los creadores del speed metal también tienen esa otra cara más melódica ofrecida en “Midnight Mover” en la que Tornillo estuvo excepcional. Turno para el coreo masivo del “Princess of the Dawn” y tralla y velocidad en “Fast as a Shark”. Y es que hay temas que no pueden faltar nunca en un bolo de Accept. Sinceramente, el hecho de que a esa hora luciera el sol fue lo único que jugó en contra de su directo, pues la noche y los juegos de focos que utilizan, siempre son una gran baza para los alemanes.
“Metal Heart” contuvo ese fragmento clásico que tanto gusta a sus fans, y luego pasaron a algo muy grande: el ser capaces de darle trato de clásicos a “Pandemic” y “Teutonic Terror”. Ese gran renacimiento con el primer disco con Mark parecía impensable, y “Pandemic”, fue una canción profética de esa obra, que merecía sacarse a pasear en pleno 2022. También os diré, por si no lo sabéis, que el Covid hizo su agosto en el festival. Unos días más tarde se dispararon los positivos entre los asistentes.
A las posturitas estudiadísimas y los juegos de posiciones hay que sumarle cargas de profundidad de la talla de “Balls to the Wall” y “I’m a Rebel”, perfectas para elevar la temperatura del festival y pasarlo en grande. Les prefiero en sala, pero en festival son una gran baza a pesar de que les faltó nocturnidad. También se agradecieron las arriesgadas sorpresas en el set.
Los Celtica están on fire
De camino a los lavabos pasé por la carpa donde pude ver las gaitas flambeadas de Celtica. Parece ser que el show es muy espectacular pero que va decayendo más allá de las primeras tres canciones. No me puedo extender porque fue sólo de paso, lo que sí os aseguro es que la imagen que vi me pareció sencillamente espectacular.
Dropkick Murphys convencen a medias con un set poco festivalero
Iba siendo hora de que el Rock Fest se abriera a cabezas de cartel más allá del sota-caballo-rey del pleistoceno, y toca tomar nota de que el futuro, pasa por “nuevos” estilos musicales y sus muchas variantes estilísticas. Los de Boston son los indiscutibles reyes del punk celta y su estatus ha crecido como la espuma, sin embargo, no terminé de comulgar con un set list demasiado apoyado en el material nuevo, y que olvidó a muchísimos de sus grandes éxitos, los mismos que les han aupado hasta tan arriba. Lo que sí nos sorprendió fue ese himno escocés para dar entrada al grupo.
Y eso que la cosa empezó de forma inmejorable con un trío de ases como son “The Boys Are Back”, “The State of Massachusetts” y el “Johnny, I Hardly Knew Ya”, pensada para conseguir calar entre los que no les conocen. A nivel de entrega estuvieron muy bien con un gran Ken Casey. Pero a partir de ahí quedó patente que su relativamente nuevo Turn Up that Dial no termina de funcionar…
“Queen of Suffollk County” y “The Bonny” parece que funcionan a medias a pesar de buscar ser festivas e hímnicas. “Blood” perteneciente a 11 Short Stories of Pain and Glory nos convenció a medias, pero tuvo también un parlamento relativo al aborto y a la situación retrógrada que se vive actualmente en Estados Unidos. Con seis músicos sobre el escenario se abordó la versión de Pete Seeger “We Shall Overcome”, pero la sensación general es que no terminaban de convencer ni a escépticos ni a fieles. Tengamos en cuenta que no es nada fácil para los Murphys el tener que lidiar en un templo trve como es el Rock Fest.
Decayó la cosa con las nuevas composiciones, banjos, acordeones y otras gaitas… Pero no nos volvimos a empitonar hasta que cayeron obuses de la talla de “Rose Tattoo”, masivamente coreada, aprovechando Tim Brennan la plataforma para tocar su acordeón. El gran momento (que podrían haber tocado bastante antes) que caló entre el público fue su festiva versión del “T.N.T” de AC/DC a su estilo céltico, con su nuevo bajista a las voces. Aquí sí levantaron Can Zam.
Las dos joyitas guardadas fueron la cachonda “Kiss Me, I’m Shitfaced”, de la que algún día os contaremos de qué va su escatológica y “preciosa” letra de amor. Hímnica, dominada por la gaita, tremendamente divertida y con ese arreón a medio tema, pero claro, incomparable con el “I’m Shipping Up to Boston”, que la bailó hasta el apuntador. Volvieron a enderezar la nave en el último tramo, pero me sucede con Dropkick que siempre que les veo suele ser una noche rara, y que nunca han terminado de emocionarme como sí lo hicieron la primera vez que les vi.
Nightwish hechizan Can Zam sin necesidad de pirotecnia
Los fineses estuvieron de cine, tan fílmicos como sus bandas sonoras, que es a lo que parece que apunta la nueva música de Holopainen. Tan sólo dos peros a su espectacular actuación: primero: echamos de menos a Marko Hietala, un tío que había nacido para tocar el bajo y cantar en Nightwish. Y segundo: la pirotecnia. Siempre han llevado fuego, así que sorprendió que prescindieran de ese elemento tan espectacular.
Bajo un juego de luces rojas impresionantes entraron con “Noise” y “Planet Hell” a la vez que veíamos plataformas enormes para batería y teclados. Floor Jansen es una de las mejores voces que existen, y con unlook impactante, se metieron de lleno en “Tribal”. Soy de los que piensan que su disco Human es de lo más flojo que han sacado nunca, pero de verdad que los nuevos temas lucieron en directo, en un show estudiado y medido, en el que nada se sale del guion.
Esa Sagrada Familia de fondo sirve de fondo para que el gran Troy aparezca en “Élan”, de espíritu totalmente irlandés. Ésta quedó absolutamente brillante, para después jugar con las pantallas de fondo con la aparición de cubos de juegos infantiles con letras en “Storytime”. El balance entre clásicos y material nuevo estuvo realmente logrado, y sin necesidad de fuego, el ritmo nunca decayó.
Jukka Koskinen cumple con el bajo, pero es la imponente Floor la que tiene que cantar esas partes que solía hacer Hietala. “How’s the Heart” demostró ser ese gran single del disco, con aires muy Disney, apoyada luego por algo tan brillante como “Dark Chest of Wonders” y “I Want My Tears Back”. En esta última, la Jansen consiguió que apenas echásemos de menos al gran Marco, y fue algo bestial.
Troy fue sacando todo el arsenal de instrumentos, apoyó alguna de las voces solistas mientras el eterno Emppu teje las canciones con su guitarra, que siempre parece que en Nightwish sea más un instrumento de acompañamiento que solista. “Nemo” fue recibida como el clásico que es, pero el momento de la noche fue el “Sleeping Sun”. Es todo un detalle rescatar algo así, especialmente para aquellos que les descubrimos con el Oceanborn.
Luces íntimas para “Shoemaker”, que nos convenció de su potencial, y protagonismo para Troy en “The Last Ray of the Day”, con Tuomas de ídolo en su pedestal, rodeado de teclados. Su presencia es tremenda, dando paso a un “Ghost Love Score” que me pareció sencillamente magistral. El sonido estuvo perfecto y para la final “The Greatest Show on Earth” el señor Donockley lució partes solistas en un fondo de imágenes de naturaleza, en un show que no puedo calificarlo de otra forma que no sea hechizante.
Se confirma que el relevo de los dinosaurios del rock pasa por Nightwish, que no tienen rival y que se pueden sobreponer a bajas tan sensibles como la de Marco Hietala. Además, reivindicaron la grandeza de su nueva obra demostrando que a nivel compositivo Holopainen es tan genial como Floor de vocalista.
Avantasia brillan a medias por los fallos de sonido
Habiendo visto y vivido con intensidad brutal el anterior show de Cartagena, me quedé totalmente despojado de emociones y sorpresas en lo que se pudo vivir en el Rock Fest. Eso no me hace como el mejor redactor para realizar esta crónica, así que me basaré en las grandes diferencias entre un concierto y otro: Avantasia estuvieron mucho mejor en el Rock Imperium, pero básicamente porque hubo algunos problemas importantes en el sonido.
Hubo momentos en los que las voces del trío de vocalistas de apoyo eran inaudibles y también hubo algún que otro fallo importante en alguna de las voces solistas. Por otro lado, deciros que en Cartagena la gente no se quedó en masa para ver a Avantasia, que muchos prefirieron largarse a dormir, cosa que no sucedería en Santa Coloma. La expectación por Avantasia en tierras catalanas era la de un enorme cabeza de cartel y la gente estuvo apoyando la actuación.
Deciros que Ina Morgan estuvo mejor que en otro concierto, que Herbie tuvo momentos más solistas y que se alteró alguno de los duetos vocales. Lo que no puede ser es que a Adrianne Cowan no se le oigan los guturales de “Invoke the Machine”… Eso es dejar al público sin una de las grandes sorpresas del repertorio y de la noche.
Todos los vocalistas y músicos estuvieron excelentes en sus partes y Sammet dio un poco de sensación de que se ha hecho mayor, por mucho que nos enamore desde “Twisted Mind” hasta el carrusel final de “Sign of the Cross/The Seven Angels”. El nuevo tema con Scheepers “The Wicked Rule the Night” cada vez me convence más y pinta que el musculado vocalista se va a quedar fijo en Avantasia.
Destacar que Bob Catley dio la talla en esa maravilla titulada “Mystery of a Blood Red Rose”. Lande, Atkins y Eric Martin pasearon sus cuerdas vocales por las pasarelas, subiendo y bajando, al ritmo que marcaban Felix, Sascha, Oliver y el gran Miro. Maestros de sus anteriores bandas de power metal, hacen lucir aquí un elenco de estrellas que cantan canciones excepcionales.
Puede que Tobias estuviera algo más comedido a la hora de los parlamentos, y eso siempre es de agradecer puesto que se nota en el ritmo de directo. Pasamos de la magia de las primerizas “Reach Out for the Light” y “Avantasia” al nuevo material como la extensa “Let the Storm Descend Upon You”.
Lo que sí está claro es que el proyecto Avantasia da para ser cabeza de cartel y que el power metal ha llegado hasta lo más alto con ellos. Para conseguirlo sólo ha hecho falta cargarse a At Vance, Edguy y Heavens Gate, fichar a los mejores vocalistas del género y que el mejor compositor del estilo se dedicase en cuerpo y alma a ello. Recordemos también que tenían el papel de sustituir a Manowar, así que bien por Sammet y… por el Rock Fest.