Dicen que cuando un disco te marca durante la adolescencia, sea mejor o peor, ese va contigo para siempre. Y este es uno (de tantos de la época) que me acompañará para siempre, por los buenos momentos que me aportó.
En una época donde Soziedad Alkoholika ya lo petaba —el tráfico de cintas grabadas y vinilos corrían de mano en mano, martilleando nuestros jóvenes tímpanos en aquellos Walkman de la época—, había otras tantísimas bandas contemporáneas que luchaban por destacar a la sombra de sus paisanos.
Hoy en día, olvidados o desconocidos para much@s, los bilbaínos Beer Mosh eran ese claro ejemplo de banda cañera, gamberra y reivindicativa que disfrutaron de una relativa fama dentro del metal extremo nacional. Su estilo thrash / hardcore en la onda de Ratos de Porão o Tankard, repartió cera durante la primera mitad de los 90.
Tras la publicación de un par de demos, consiguieron cierta repercusión con el EP Pesadilla (1992), que les dió la oportunidad de poder publicar su primer larga duración un año después. El disco del que hablamos es el A todos los cerdos les llega su San Martín (1993) del cual celebramos, cerveza en mano, como no podía ser de otra manera, su 30º Aniversario.
No era de extrañar que este, junto a su posterior y lamentablemente último trabajo Injusta prisión (1996), un disco que mejoraba en sonido y letras, aparecieran destacados en revistas de la época, sobre todo en aquel tristemente desaparecido y recordado catálogo Tipo (la Tipo), herencia directa del Discoplay.
Con un título tan sugerente y una más que impactante portada, era obvio que aquellos adolescentes de la época nos sintiéramos atraídos por su propuesta. La portada la protagonizaba la mascota de la banda, un pato antropomórfico y zombi que ya ilustraba las portadas de sus primeras demos. En el EP Pesadilla (1991) empezaba a mutar, cual Eddie, adaptándose a la temática del disco en cuestión. Si en el Pesadilla lo veíamos gritando en el centro mientras su alter ego era convertido en Freddy Krueger, en el disco que nos ocupa lo vemos enfurecido machacando la cara de, literalmente, un cerdo nazi. En esta ocasión, nuestro pato zombi luchaba contra los cerdos, representados en los diferentes estamentos de la sociedad como la iglesia, militares o políticos. La tele basura, ya en auge en aquella época, también queda reflejada. ¿De verdad hemos evolucionado en estos años…?
Dentro nos encontramos con un conjunto de canciones crudas y directas. Las letras, que no se caracterizan por unas estrofas de gran riqueza léxica, van destinadas a ser reflexivas para el oyente o hirientes para aquella escoria que querían combatir.
Con un minutaje que apenas sobrepasa los 30 minutos, engloba 13 cortes en el que el más largo corresponde a los cuatro minutos de la apocalíptica “Esperando el fin” que abre el disco.
Una de las canciones que más tirón tuvieron fue “Estoy harto” en la que desglosa y suelta bilis sobre los representados en la icónica portada. Para no ser la canción que da título al disco, como sí lo hace el corte número ocho, es bastante gráfica.
Pero como no todo va a ser soltar bilis y veneno, también tenemos canciones más divertidas y desenfadadas como “Viva el infle”, oda a las borracheras de fin de semana o “El coco”, recogiendo el testigo de su anterior EP, en esta ocasión relatando el macabro cuento infantil que nos contaban para que nos portáramos bien.
Finalizaba con una versión, algo habitual en sus trabajos. En esta ocasión adaptaron el divertido “Baila pogo sobre un nazi” del grupo punk La Broma de SSatan. Tan bien la versionaron que durante bastante tiempo llegué a creer que era un tema propio. Divertida y desenfadada, pero con un sencillo estribillo que gritábamos sin parar, llegó a sonar en alguna de las fiestas que organizamos en la época.
Este disco representa la sociedad de la época, lo que provoca que ciertos temas queden algo obsoletos como la insumisión, con el mismo título situado en el corte 11, pero que tantos otros lamentablemente quedan en vigente actualidad. Sólo hay que sintonizar cualquier noticiario y ver la escoria que está saliendo a las calles brazo en alto o la crisis climática.
Nunca está de más volver a rescatar estos clásicos de nuestro underground para tomar más conciencia de lo mayores que nos hemos hecho, pero que lamentablemente la sociedad no ha evolucionado tanto como pensábamos. ¿Será demasiado tarde? Cálzate tus botas, aún podemos salir a bailar un buen pogo…
Amante del metal en su variedad de estilos. Vivo con la esperanza de poder llegar a viejo acudiendo a salas de conciertos y festivales. Si los rockeros van al infierno, que me guarden sitio y una cervecita.
Salud y Heavy Metal.