Han pasado tan solo tres semanas de este 2019 y, como quien no quiere la cosa, ya hemos vivido la gran gira de metal extremo de toda la temporada primaveral. Encabezada por el sorprendente fenómeno de masas (metálicas) en la que se han convertido los polacos Behemoth a día de hoy, establecidos ya como punta de lanza de todo un género (para horror y desesperación de muchos), y con la presencia de dos bandas tan sumamente atractivas (ambas podrían haber encabezado tranquilamente sus propias giras) como son At the Gates y Wolves in the Throne Room, este concierto se vivió como un día grande del metal extremo barcelonés desde que lo anuciaron hasta que el último de los presentes se fue a su casa.
Porque meter unas 1300 personas (esto es una especulación nuestra, ya que lo del aforo del Razz daría para una tesis doctoral) en la grande de las Razzmatazz no está al alcance de muchas bandas de black metal, y lo cierto es que desde aquellos tiempos en los que Cradle of Filth o Dimmu Borgir gozaban de gran popularidad no creo que nos viéramos en una situación así. Evidentemente, este éxito tiene un precio, que no es otro que el desdeñoso repudio de los fans más irredentos del género (lo que podríamos llamar los trves), algo inevitable en cualquier banda que triunfe y abra su propuesta un poco más allá del nicho que teóriamente le corresponde.
Porque por algun motivo u otro, Behemoth es ahora hype. Y me parece fascinante que una banda que lleva su par de décadas batallando en el underground y moviéndose en una cómoda segunda división (no hablo de calidad, sino de popularidad) durante tantos años, de golpe y porrazo se vea con el cetro de rey del black metal en la mano. Bien, de golpe y porrazo no, que el catalizador de este éxito fue la publicación del brillante The Satanist en 2015, un disco inspiradísimo que supo accesibilizar su esencia a través de una colección de temas impecables e infecciosos. La presencia escénica de la banda y la ambición y la personalidad mediática de Nergal han hecho el resto hasta constatar una evidencia: a día de hoy, Behemoth son top.
Entre ello y el hecho que quienquiera que diseñó el cartel de esta gira sabía muy bien lo que se hacía (ya que había gente que venía, específicamente, para cada una de las tres bandas), Razzmatazz presentó un aspecto magnífico que nada tuvo que ver con la media entrada larga de la última visita de los polacos en 2016 junto a Mgla y Secrets of the Moon, dos bandas infinitamente menos mediáticas que las de hoy. De hecho, no recuerdo un concierto en el que me encontrara a tantas caras conocidas. Era dar tres pasos y ahí estaba uno, el otro o el de más allá, poniendo de manifiesto lo ineludible de la cita en la mente de casi todo el mundo. Con deciros que hasta siete miembros (y pico) de nuestro staff estaban ahí ya os lo digo todo.
Un tema recurrente de la previa, por cierto, era la desafortunada coincidencia de este concierto con el CEW – Catalonia Extreme Winter en la Sala Upload, que entre ello y un cartel más oscuro que nunca temíamos que se iba a pegar un señor batacazo. Pero incluso eso funcionó bien y muchos fans decidieron hacer doblete y, de paso, sacudirse el confeti con el que nos había embadurnado Behemoth con algo de black metal de verdad. Nosotros también estuvimos en ambos, certificando lo que fue (y es posible que acabe siendo) la gran noche extrema del año en Barcelona.
Wolves in the Throne Room
Cuando los componentes del quinteto americano Wolves in the Throne Room se subieron al escenario ya había dos tercios largos de sala esperándolos, algo previsible teniendo en cuenta que en los últimos años los del estado de Washington se han convertido en una de las bandas de culto por excelencia dentro del panorama black contemporáneo. Los americanos son capaces de empaquetar todo un abanico de influencias dentro de su ondulante propuesta, desde el post black más moderno a partes acústicas y melancólicas, toques simfónicos, añejos y atmosféricos, blast beats a discreción, coros inquietantes y guiños inevitables a los clásicos más crudos del genéro. Un ritual imponente que sonó sorprendentemente bien y que convenció sin reservas tanto a los que los conocían como a los que no a pesar de lo complejo de su música y de que, a oídos no entrenados, muchas partes podrían sonar muy parecidas entre ellas.
Debido a la longitud de sus canciones, en la breve media hora de que dispusieron solamente pudieron interpretar tres temas, los tres pertenecientes a su muy buen último trabajo Thrice Woven, publicado en 2017. Con una sencilla pero cuidada puesta en escena tanto a nivel de atrezzo como de iluminación a pesar de las limitaciones de tiempo y de espacio, los Wolves demostraron ser unos teloneros de auténtico lujo, y tanto su calidad como la respuesta que recibieron pidió a gritos un tour propio más pronto que tarde. Tan corta fue la cosa que cuando la mayor parte del público se puso del todo en situación (en mi caso, ese momento llegó con la genial y por momentos preciosa «Born From Serpent’s Eye» con la que cerraron su descarga), ya fue hora de bajarse del escenario en pleno coitus interruptus, despertándonos de golpe del viaje hipnótico y cavernoso en el que nos habían atrapado.
No me gusta ser vinagre, pero no quiero dejar de mencionar que en los momentos más calmados, acústicos y atmosféricos de su actuación, el cuchicheo que se oía a mi alrededor superaba en volumen lo que salía de los altavoces. Y sí, está bien que vengáis todos temprano para que la sala haga patxoca, pero tampoco estaría mal que estuvierais algo atentos a la música. O por lo menos, calladitos.
Setlist Wolves in the Throne Room:
Angrboda
The Old Ones Are With Us
Born From the Serpent’s Eye
At the Gates
Tal y como pasó hace poco cuando Accept telonearon a Sabaton o cuando Testament hicieron lo propio con Amon Amarth, en determinados sectores había una cierta ola de indignación ante el hecho que una banda del historial de At the Gates se tuviera que conformar con un papel secundario a la sombra de unos «novatos» (que no lo son en absoluto, pero ya me entendéis) como Behemoth. Evidentemente, y aunque a mí At the Gates también me motiven bastante más que los polacos, esto obedece puramente a un criterio comercial, y si bien está claro que la presencia del quinteto de Göteborg le da una enjundia al cartel que se tradujo en una mayor repercusión (ergo, venta de entradas), guste o no Nergal y los suyos están un escalón por encima en cuanto a popularidad a día de hoy.
Dicho esto, muchos de los que nos reunimos el viernes teníamos a At the Gates como principal reclamo de la noche (incluso algun que otro valiente amenazó – de farol, ya os lo digo – con irse una vez terminaran), y ellos salieron a comerse el mundo como si de los cabezas de cartel se tratara. De hecho, su descarga me gustó bastante más que su última visita a la sala Razz 2 hará cosa de tres o cuatro años, en un día en que ni Tomas estaba especialmente inspirado ni el sonido les acompañó del todo. Desde entonces han cambiado algunas cosas en el seno de la banda sueca, empezando porque han sacado un nuevo trabajo (un oscuro To Drink from the Night Itself que ha sido recibido con opiniones divergentes) y, sobretodo, que ya no cuentan con su gran alma mater, Anders Björler, en sus filas.
Sé que no todo el mundo piensa lo mismo, pero que una banda de culto como At the Gates llegue a 2019 y, lejos de vivir de rentas, centre su repertorio de manera tan flagrante en sus dos últimos discos me parece algo realmente genial. En total, hasta nueve de los trece temas que sonaron (once de quince si contamos un par de intros pregrabadas) pertenecían tanto a este último To Drink from the Night Itself como, sobretodo, al anterior At War With Reality, del que tocaron hasta seis cortes. Una decisión valiente y aplaudible pero sin duda sorprendente, ya que los suecos ignoraron completamente su material pre-Slaughter of the Soul a pesar de que las canciones de este disco fueran, por supuesto y de largo, las que se llevaron la respuesta más entusiasta de la noche.
Bajo las notas de la inquietante «Der Widerstand» que sirve de intro para su último disco, Tomas Lindberg y los suyos saltaron al escenario y, siguiendo la secuencia del álbum, se lanzaron inmediatamente con «To Drink from the Night Itself», recibido con una pasión que se triplicó tan pronto se pusieron a meterle caña a «Slaughter of the Soul», una de las pocas concesiones a su disco estrella que pudimos escuchar hoy. Desde un primer momento el sonido acompañó y la banda respondió, con un Tomas muy activo y un Jonas Björler tomando una posición muy protagonista ante la ausencia de su hermano. Mientras tanto, los dos guitarristas Martin Larsson y Thomas Stälhammar (éste último, reclutado hace poco menos de un año), se mantuvieron a ambos lados del escenario, adoptando un cierto segundo plano.
Evidentemente, y aunque las canciones nuevas sonaron muy bien y no desentonan para nada en un set muy compacto y de ritmo elevadísimo, los momentos álgidos de la noche vinieron de la mano de los clásicos. Así, una genial «Cold» puso la sala patas arriba de una manera que no consiguieron ni por asomo las buenas interpretaciones de «A Stare Bound in Stone» o «Daggers of Black Haze». El ya icónico discurso de «El Altar del Dios Desconocido» (un texto en español de Ernesto Sabato), que por cierto, no se entendió de nada, dio paso a un «Death and the Labyrinth» que sonó un poco embarullado hasta que llegó ese pasaje machacón, casi al final, en el que todo el mundo se puso a sacudir la cabeza con violencia.
Por algun motivo me dio la sensación que a en esa parte del concierto el sonido no acabó de responder como lo hizo al principio (ni lo haría después), y ni «Heroes and Tombs» ni la brutal «Suicide Nation» acabaron de sonarme del todo bien. Eso no fue óbice, por supuesto, para que el público se volviera loco a golpe de gatillo ante tal temarral, contrastando con la genial «The Book of Sand» (uno de mis temas favoritos de At War with Reality), que recibió una respuesta más bien tibia. Para el final, la esperada interpretación del clásico «Blinded By Fear», locura y sorprendentes «lo-lo-lós» incluidos, y esa «The Night Eternal» que se han empeñado en poner para cerrar y que no sé si tiene más razones para ello que un último par de minutos hipnóticos y repetitivos, pero que es un pequeño bajón después de que todo el mundo enloqueciera con su gran hit (si se le puede llamar así)
At the Gates dispusieron de unos cincuenta minutillos en los que cumplieron de sobras, dando un concierto muy bueno con algunas partes excelentes, y como digo me gustaron más que cuando vinieron en gira propia hace tres o cuatro años. Los suecos demostraron que creen en ellos mismos, en la música que hacen a día de hoy y que, sobretodo, aman su disco At War With Reality, sorprendente protagonista de, casi, la mitad de su repertorio de esta noche. Para muchos, fueron los grandes triunfadores de la noche, y no niego que estoy en parte de acuerdo, pero la grandiosidad y la exhuberancia del espectáculo de Behemoth y toda la expectación y opiniones que esos generaron durante y después del concierto acabaron dejando el bolo de At the Gates un poco en un segundo plano.
Setlist At the Gates:
Der Widerstand
To Drink From the Night Itself
Slaughter of the Soul
At War With Reality
A Stare Bound in Stone
Cold
Daggers of Black Haze
El Altar del Dios Desconocido
Death and the Labyrinth
Heroes and Tombs
Suicide Nation
The Book of Sand (The Abomination)
Blinded by Fear
The Night Eternal
Behemoth
Si los que amenazaron con irse tras el concierto de At the Gates cumplieron su promesa, la verdad es que no se notó demasiado, ya que la densidad de humanidad en la pista se intensificó notablemente en preparación por la llegada de los protagonistas de la noche. En el tiempo que transcurrió hasta que el escenario estuviera preparado (una media hora casi), y en vez de deleitarnos con clásicos atemporales del heavy metal como es habitual en la mayoría de conciertos, por los altavoces de la sala sonó una versión muy extendida de la intro de I Love you at Your Darkest, el último disco de los polacos: ruiditos atmosféricos e inquietantes sazonados ocasionalmente con alguna voz inocente infantil. Una prueba más de que la puesta en escena de Behemoth está cuidada hasta el ultimísimo detalle.
Cuando se apagaron las luces de la sala, y bajo las notas de una solemne y severa introducción, en el telón que cubría la parte frontal del escenario se proyectó un mapa de España (que, cosa rara, ni tan siquiera recibió abucheos) con un gran y clichéico anticristo superpuesto (mira que les gusta a este tipo de bandas abusar de anticristos aquí y allá, algo que me parece un pelín juvenil). A los pocos segundos, y a lado y lado del mapa, aparecieron las gigantescas sombras de los fortachones Orion y Seth, encasquetados como siempre en sus opulentas armaduras, y finalmente fue la pequeña y huraña figura de Nergal la que se pudo divisar en el centro, arrancando gritos de excitación entre el personal y consiguiendo crear expectación y hype, ya, de buenas a primeras.
El telón cayó, y mientras los polacos empezaban su descarga atacando la trallera “Wolves of Siberia”, pudimos observar con detalle la ambiciosa producción, en gran parte parecida a lo que ya vimos en su última visita pero con un extra de espectacularidad en forma de cañones de humo que proyectaban (como no) anticristos constantes, tubos de bengalas y una resultona pantalla triangular posterior envuelta de luces rojas y anticristos (más, sí) trinos de esos que han adoptado como símbolo / logo en esta nueva etapa de su carrera. Todo ello flanqueaba la inmensa y blanquísima batería de Inferno y servía de fondo para que Nergal y sus dos secuaces abusaran de pose mientras se movían con total libertad y amenazadora cara de enloquecidos de un lado a otro.
“Daimonos” sonó algo caótica, pero la genial “Ora Pro Nobis Lucifer”, uno de los dos únicos temas que nos ofrecieron de su exitoso The Satanist (y para mí, el mejor tema del disco), arrancó los primeros alaridos entre el público. Hay que reconocer que el repertorio que los polacos presentaron para la noche de hoy (y para toda la gira, claro) tiene un punto de valiente, ya que no solo The Satanist tuvo un papel testimonial a pesar de ser el disco que les catapultó al estrellato, sino que apostaron por una mezcla entre muchos temas nuevos y una nutrida y equilibrada presencia de cortes de todas sus épocas. Yo, como no soy nada trve, y a pesar de haberlos seguido más o menos desde siempre y sonarme casi todo lo que tocaron, me enganché de verdad a su música precisamente con The Satanist (que me parece un discazo), así que tampoco me hubiera importado que hubieran metido algun temita más.
Aunque toda la banda se esfuerza (y lo consigue) para resultar imponentes a nivel visual, es innegable que el que maneja el cotarro aquí es Nergal, y el que le sigue un poco notará que últimamente está desarrollando trazos algo megalómanos tanto dentro como fuera del escenario. Sobre las tablas, no solo tiene el atril más grande de los tres y se encarga de las guitarras solistas además de cantar, sino que para interpretar la bombástica y ultra pegadiza “Bartzabel” (hasta mi hija de cinco años se tiró todo el finde cantándola) salió con un imponente y solemne birrete de papa que le sirvió para invocar al protagonista de la canción mediante un oscuro e irresistible ritual.
“Ov Fire and the Void” y la brutal “Conquer All” son clásicos incontestables que encajaron la mar de bien al lado de novedades como “God = Dog” (dios, qué de problemas tengo con este titulo tan cutre) o la accesible, antémica y hasta cierto punto facilona “Ecclesia Diabolica Catholica”. El público respondió igual de bien tanto con unas como con las otras, pero durante la poderosísima “Blow Your Trumpets Gabriel”, segunda y última visita a The Satanist, se respiró un ambiente de excitación que la convirtió en otro de los grandes momentos de la noche, demostrando una vez más que ese disco, de verdad, tiene algo especial.
En contraste con la solemnidad y el ritmo pausado de este tema, el histerismo frenético de “Slaves Shall Serve” nos pegó como un gran puñetazo, reafirmado en un “Chant for Eschaton” que cerró el set principal de poco menos de una hora y que vio a la banda embadurnada de sangre. Aprovecho el pequeño impasse para constatar que detrás de toda la parafernalia visual y coreográfica y de toda la imaginería satánica, la música de la banda es relativamente simple y facilona, mayoritariamente basada en cuatro quintas que, eso sí, quedan muy bien adornadas en una batería brutal y unas líneas vocales abrasivas y cada día más pegadizas. Evidentemente, para que una banda triunfe entre las “masas” no hay más remedio de que esto sea así.
A la vuelta del bis, los miembros de la banda reaparecieron en el escenario con nuevos ropajes, con mención especial para el bajista Orion y un gorrazo de plumas que, supongo, representaba al “Lucifer” al que le dedicaron esa primera canción del tiempo extra. Nergal aprovechó para abandonar su guitarra y se bajó al público a darse un pequeño baño de masas, mientras que los cañones de confeti empezaron a escupir papelitos sobre el escenario y la pista ante la inocente excitación de la mayoría y el horror de los más trves, en proceso de sacarse los ojos mientras contaban los minutos que faltaban para poderse pirar inmediatamente de ahí e irse al CEW a refregarse con un poco de oscuridad de verdad.
A lo largo de la noche y en las horas posteriores escuché múltiples quejas de que el show fue muy exagerado y que sufrió de una cierta kissificación. Supongo que el problema de cara a los fans más acérrimos del black metal es que esa exageración vino acompañada de luz, bengalas y confeti, ya que si ese émfasis estuviera puesto en incidir en los aspectos más oscuros de su puesta en escena no tendrían demasiado problema. Yo ya os he dicho que no soy nada trve, así que el show me pareció perfectamente correcto y apropiado para lo que es la banda hoy en día (y de hecho prescindieron de botafumeiros y otros accesorios que llevaban en el pasado), pero entiendo perfectamente que alguien que proviene del black más estricto y que ha seguido a esta banda durante años considere el abuso de confeti y bengalas como poco menos que una injuria y una ofensa personal. Pero bueno, supongo que se trata sencillamente de un episodio más de banda que apuesta por abrazar un público más amplio y, con ello, “traiciona” a parte de su fanbase original. Nada nuevo bajo el sol.
El tema escogido para acabar fue “We are the Next 1000 Years”, que no es particularmente memorable pero que tiene un final épico que supongo que han querido aprovechar. Lo que vino a partir de ahí fue un poco raro, ya que apagaron las luces y enchufaron “Coagvla” por los altavoces. Cuando estaba al borde de terminar, cuatro sombras aparecieron sobre el escenario con bombos colgando del cuello y se enzarzaron en una bathucada sathanica tirando a cutre que nos dejó a todos con cara de circunstancias y que supuso un pequeño borrón en una puesta en escena, por todo lo demás, prácticamente perfecta.
Evidentemente, ante un concierto así no queda otro remedio que salir con opiniones encontradas: por un lado, Behemoth tiene muy claro lo que quiere, visualmente estuveron fantásticos (si asumimos que se trata de un show de metal extremo mainstream) y en su mayor parte sonaron magníficos. Su ambición y su crecimiento son admirables, y tantos sus canciones como sus personajes acompañan y enganchan a cada vez más gente. Por otro lado, y como punto más negativo, una hora y diez de concierto es una duración a todas luces paupérrima para una banda que aspira a liderar parte del movimiento metálico, aunque también os digo que yo no necesité mucho más.
Lo mejor de todo, evidentemente, es que fueron capaces de congregar tal montón de gente en el Razz 1, porque antes de que a nadie se le olvide, dejadme deciros que el hecho de que haya bandas metálicas que triunfen es una muy buena señal. Porque al igual que muchos entramos con Metallica y Megadeth y hemos acabado montando revistas y hablando de frikadas, hay gente que puede descubrir el metal extremo con Behemoth y acabé enganchado a (por ejemplo), Darkened Nocturn Slaughtercult. Lo que ocurre es que a muchos (a más de los que me gustaría) nos encanta quejarnos de que estamos marginados, pero a la hora de la verdad no queremos salir de esta situación y repudiamos a cualquiera que intente expandir el espectro. Personalmente, ya os lo digo, no creo que vaya a ser ni mucho menos uno de mis conciertos destacados del año, pero sin duda me alegro muchísimo de que haya sido un éxito.
Setlist Behemoth:
Wolves ov Siberia
Daimonos
Ora Pro Nobis Lucifer
Bartzabel
Ov Fire and the Void
God = Dog
Conquer All
Ecclesia Diabolica Catholica
Decade of Therion
Blow Your Trumpets Gabriel
Slaves Shall Serve
Chant for Eschaton 2000
—
Lucifer
We Are the Next 1000 Years
Coagvla
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.