A finales del pasado año 2022 saltaban todas las alarmas, especialmente entre los cultivadores de marihuana del Maresme:
«No se puede ir para atrás. Lo que fue no volverá. 2012-2022.»
Bellako, la banda de hardcore más de puta madre al oeste de la Riera de Sant Simó, parecía estar poniendo el punto y final a su carrera musical tras 10 años de vida con una escueta nota en redes sociales acompañada de una foto en la que se les veía sentados en las escaleras de un cementerio. «¡No puede ser!», «¿Estáis de coña, no?», «Las leyendas nunca mueren. Larga vida a Bellako«… La reacción de los fans no se hizo esperar y tod@s los que hace años que les seguimos la pista, nos temíamos lo peor.
Pocos días más tarde, ya en 2023, la misma banda confirmaba que su actuación en la sala Razzmatazz junto a Lendakaris Muertos, la misma que se había reprogramado 1.500 veces por culpa de la puta pandemia, seguía en pie, por lo que las esperanzas de que aquél infame post no fuese más que una broma de mejor o peor gusto, iban ganando enteros. La gente andaba to loca porque las cosas no cuadraban: «¿Qué puto grupo se cambia la foto de perfil de Facebook pocas semanas después de dejar entrever que se separan?». A ver si están de coña y todo esto no es más que parte de una campaña que tiene como objetivo final el anuncio de un nuevo trabajo de los de Mataró, que Demonios (2018) ya queda muy lejos… Dicho y hecho. A finales de enero se anunciaba la publicación de un nuevo EP, este que aquí nos ocupa… y tod@s tan content@s, fans y dealers incluíd@s.
«Si sustituyes el tabaco y el alcohol por la marihuana, añadirás de ocho a 24 años a tu vida.» (Jack Herer, autor y activista del cannabis)
Un nuevo disco de Bellako, por corto que sea -este dura 16 minutos-, es siempre motivo de orgullo y satisfacción. El primer adelanto, «Hazte otro», veía la luz, bien liadito y prensado, a mediados de febrero. El hardcore más fresco y gamberro y los porros más tochos y cargaditos, estaban de vuelta. El tema, que lleva la firma de la banda grabada a fuego, dejaba entrever que la habilidad de Bellako para crear temazos peligrosamente adictivos se mantenía intacta. Si Rober te pide que te hagas otro, te sacas el material, lo lías, lo rulas y te callas… hijo de puta.
Un par de semanas antes del 24 de marzo, fecha prevista de publicación del EP, llegaba «Éxtasis en el infierno», el segundo single que también es el segundo corte de este Mala hierba, en cuyo videoclip podemos ver imágenes de su apoteósica descarga en Razz del pasado 15 de febrero, la misma que se menciona párrafos más arriba. El tema, rápido por momentos, más melódico en otros, destaca por el juego de voces, alternando entre guturales y limpias. Fino, pero que muy fino.
El resto del trabajo, tralla por un tubo, como no podía ser de otra manera. La inicial «No volverá» -que si miráis la portada, el tema está representado por ese reloj de oro que todos nuestros abuelos tenían-, empieza con su controvertido «No se puede ir para atrás. Lo que fue no volverá», y quizá peque de duración, pues te deja con ganas de más. Quizá por ser la primera, actúa a modo de intro. Es la canción más corta del EP, si no contamos «Porro al sol», que no es más que un punchline de «Hazte otro». «Porro al sol» es como la célebre «Go Veg» de Deez Nuts; un divertimento, sin más, pero cambiando verduras y Heura por OCB y maría. A continuación, «Estamos condenados», que con sus 3:19 es la más larga del trabajo. Los coros y el ritmo machacón de batería funcionan a la perfección, y la sección instrumental central es gloriosa. La canción parece ir perdiendo un poco de fuelle hacia el final, pero no es más que un espejismo.
La canción que menos me suena a Bellako es, precisamente, la que más me gusta; por favor, que no se me malinterprete. Me refiero a «Pobre rico», que nos muestra a un Rober regalándonos unos versos en limpio de lo más contagiosos. Aquí también nos ofrecen un cambio -mal llamémosle de tercio- muy bien encajado hacia el final. Eso de que el dinero no puede comprar la felicidad podríamos debatirlo, pero de lo que sí estoy seguro es que no puede comprar el talento… a no ser que seas un vago guitarrista que no sabe seguir el metrónomo y contrates a Nuno Bettencourt para que te grabe los solos del álbum. Entonces, sí. Obviamente, esto no es ninguna indirecta dirigida a Roy y a Pal, que cumplen con creces. ¡Ah, hablando del greñudo! Imagino que ya habéis catado su nuevo proyecto thrasher llamado Terminal Violence, ¿verdad?
«Ctrl + Alt + Supr», además de ser un atajo de teclado imprescindible en Windows, es también la canción que cierra Mala hierba. Eso de meter un cambio casi al final de la canción parece ser muy del agrado de los de Mataró, pero en esta ocasión, quizá rememorando tiempos pretéritos al mando de los gloriosos Hyde Abbey, lo que nos salpica en toda la cara es un pig squeal de manual. A pesar de su final, más cercano al deathcore que al hardcore, el resto de la canción es de lo más melódico de este trabajo.
La carrera de Bellako continua en todo lo alto. Desconozco si este EP es la antesala de un nuevo larga duración que pueda ver la luz más adelante, antes de que finalice el año en curso. Si así fuera, la excitación no ha hecho más que empezar, pero si la banda tiene pensado tomarse un respiro antes de volver a encerrarse con Gerard Rigau de Blaze Out en los Amplifire Studios, no les pienso perdonar jamás que me hayan dejado así… a medias. ¡Que hay ganas de hardcore, coño! Sea como fuere, Mala hierba deja un regusto en el paladar la mar de agradable. Grans, Bellako! Putos amos.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.