Ayer cumplió ni más ni menos que 30 añazos el The Grand Leveller (1991) de los ingleses Benediction, un gran álbum de ocho temarrales al ritmo del old school death metal más estremecedor de principios de los noventa. Este fue su segundo disco de larga duración, después de debutar con el gran Subconscious Terror (1990). Posteriormente, Barney Greenway (Napalm Death) fue sustituido por Dave Ingram, que le añadió una voz extremadamente profunda a la banda, siendo este el punto extra que le faltaba para hacer su death metal aún más subterráneo.
En The Grand Leveller, el estilo old school death metal que caracteriza la banda es todo riffs simples pero densos de Rew y Brookes. Además, los golpes contundentes de batería y la voz oscura de Ingram juegan un papel muy importante y transportan a las tinieblas desde el primer segundo. La producción es buenísima y no solo porque todos los instrumentos tienen su sonido clavadísimo, sino porque el conjunto suena algo distorsionado, un recurso que veríamos normalmente en bandas de black metal. Así, consiguen que todo suene más en la penumbra, desde la parte más lúgubre de su ser. De hecho, es gracias a la producción que se escucha perfectamente el bajo de Paul Adams, que se funde con las guitarras aportando dinamismo y profundidad a las composiciones.
La primera canción es “Vision in the Shroud”, que arranca con un sonido tenebroso, como si los muertos se hubieran levantado del suelo en busca de sangre. Enseguida comienzan a sonar las campanadas y con ellas la distorsión de las guitarras. La voz arrolla a su paso y Ian Treacy hace que el ritmo del tema se te meta en la cabeza. Este es un tema que describe claramente el tono del plástico, así como el ambiente opaco que seguirán las pistas siguientes. En resumen, un sonido intenso e infernal muy pegadizo.
A continuación vienen “Graveworm” y “Jumping at Shadows”, posiblemente los temas más densos y propensos al headbanging que se encuentran en este CD. Todo está sumido en las tinieblas, incluso las letras, que en el caso de este tercer tema, hablan del asesino David Berkowitz, que seguía las órdenes del perro de su vecino, aparentemente poseído por el demonio.
El cuarto tema es “Opulence of the Absolute”, una pista en la que se pueden contemplar los cambios de ritmo de la banda, consiguiendo establecer relaciones entre los grooves lentos y los breakdowns más inquietantes. El death no cesa y pasamos a “Child of Sin” y “Undirected Aggression”, que siguen con el tono macabro del disco y las referencias a bandas como Bolt Thrower, Autopsy, Obituary o incluso Slayer en algunos momentos más thrash en la batería que complementan los temas.
El bajo resulta de lo más intenso en “Born in a Fever”, la canción anterior al cierre con “The Grand Leveller”, aunque en la versión CD hay dos temas más, “Senile Dementia” y el cover de Celtic Frost “Return to the Eve”. “The Grand Leveller” es puro old school death metal, con un riff abrumador, solos de guitarra y muchísima potencia en cada nota. Los gruñidos de Ingram relucen por doquier en esos momentos de densidad máxima y, desde luego, el tema suena de maravilla. Un tema brutal para terminar un discarral de death irremplazable.
Aunque, bendita sea la versión en CD, que nos regala dos temas extra más. “Senile Dementia” es rapidísima, las guitarras suenan frenéticas y la batería va a todo trapo. “Return to the Eve” finaliza el álbum, y madre mía, qué bien suena. Si sois conocedor@s de Celtic Frost habréis notado que meter este cover aquí fue una buenísima idea, porqué cuadra perfectamente con la atmósfera general del álbum además de estar interpretado con gran técnica y personalidad propia.
Después de este gran lanzamiento, Benediction han sacado otros álbumes tan o más brutales que este, siendo el Transcend the Rubicon (1993) quizás el más destacable, ya que es el tercer álbum de larga duración de la banda. También sigue siendo OSDM en la línea tradicional, pero más compacto, más potente, y con los músicos aún más compenetrados. Está claro que Benediction tiene un gran recorrido, y esperemos que no se acabe nunca.
En definitiva, The Grand Leveller fue y sigue siendo un discazo que merece la pena seguir escuchando a día de hoy. Los riffs pegadizos y la voz penetrante hacen de este álbum una genialidad.