Un nuevo álbum de Benighted siempre es motivo de alegría, y es que la formación francesa lleva una racha de lanzamientos bestiales que ningún hooligan del metal extremo puede ignorar. En la actualidad, la banda liderada por Julien Truchan adopta el formato de cuarteto, con Emmanuel Dalle a la guitarra, Pierre Arnoux al bajo y Kevin Paradis a la batería. Parece que esta nueva etapa les está sentando de muerte, tanto en directo como en el estudio, como veremos ahora.
Si bien en el anterior Obscene Repressed (2020) ya eran una apisonadora sonora, en esta ocasión han refinado aún más su sonido y composiciones. Más rápido, más brutal, pero a la vez y paradógicamente, más pegadizo y coreable, nos presentan este Ekbom. Y era difícil, pero les lleva aún más lejos en cuanto a extremismo musical.
El concepto del álbum es tan curioso como escalofriante. Los pacientes que sufren el síndrome de Ekbom, o delirio de parasitosis, están convencidos que su piel está infestada de parásitos, gusanos o bichos, que solo están en su mente. Vaya un temazo para hacer un disco de death metal, ¿eh? Por ello, tanto el arte como la música parecen estar llenas de cositas pequeñas, con muchas patas.
Tras una intro un poco prescindible, entran a saco con todo con «Scars», que es toda una declaración de intenciones. Y es que esto es un absoluto ataque de deathgrind que te coge, te sacude y no te suelta hasta el final de «Mother Earth, Mother Whore».
Como siempre, un Truchan en plena forma escupes sus gritos desgarradores y berridos de matadero. Realmente una voz impresionante no apta para todos los oídos. También gran trabajo guitarrero de Dalle, con una serie de riffs loquísimos, disonancias y partes cromáticas que nos van recordando a los bichitos y algunas partes melódicas esporádicas muy bien encajadas.
Inspirada por la velocidad y técnica absurdas de sus colegas de Archspire, «Nothing Left to Fear» cuenta precisamente con Oliver Rae Aleron como invitado a la voz. Una de las cumbres del disco, aunque no es fácil elegir las favoritas en un trabajo tan equilibrado. Tenemos el caos absoluto de «Le vice des entrailles», «Ekbom» o «Fame of the Grotesque», mientras que en «A Reason for Treason» o «Flesh Against Flesh» nos dejan algún que otro estribillo para gritar en los conciertos.
Pero para mí, lo que destaca por encima de todo es la batería brutal de Kevin Paradis. Tocar este instrumento en un grupo como Benighted es un reto muy desafiante, no en vano han pasado bestias pardas como Kevin Foley (Abbath), David Diepold (Obscura) o Romain Goulon (Necrophagist) por el puesto. Pero parece que todo lo que toca Paradis se convierte en oro, el tío llega a velocidades sobrehumanas sin perder contundencia ni creatividad en los detalles que mete por todos lados. Un fuera de serie.
Poco más queda por añadir, otro pedazo de álbum que se han marcado Benighted, que parecen no tener techo. Ya los esperamos otra vez para escuchar esta barbaridad en directo.
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Me metí en esto del metal a los 14 años, y de concierto en concierto he ido descubriendo las bandas nacionales e internacionales que forman parte de este mundillo. Ahora aporto mi grano de arena a Science of Noise contando lo que pasa en los eventos de la zona y algunas novedades discográficas.
También toco la guitarra y el bajo en algunos grupos de la escena local. Tengo los huevos pelaos de tocar en el Ceferino.