Recuerdo perfectamente el día, el momento exacto en el que me hice con una copia de este Charmed Life (1990). Fue en una tienda de discos de Laredo, Cantabria, en una lluviosa tarde durante el viaje de fin de curso de mi Bachillerato Unificado Polivalente. Efectivamente, así de viejo soy ya. Recuerdo que nos dieron la tarde libre antes de tomar el bus de regreso al hotel, y deambulando por las calles de la localidad, me encontré con esta tienda. Estuve bastante rato dentro del comercio remirando entre las filas de CD’s y vinilos hasta decidir qué adquirir. Pero el CD que aquí nos ocupa no fue lo único que compré, pues también me hice con una copia en vinilo del hit de Vanilla Ice To the Extreme (1990). Así de amplio era y es mi exquisito gusto musical.
Los 90… ¡menuda década! No merece la pena extenderse demasiado -aquí y ahora- en esa época, pues siempre que puedo os meto la chapa sobre lo bellos que fueron los años comprendidos entre 1990 y 1999. Echad un vistazo rápido a otras cositas que haya escrito sobre la época y ya… no es plan de repetirse.
Billy Idol, ¡menudo figura! Sinceramente, no sé qué me hizo comprar el CD, pues me extrañaría mucho que un chico de 14 años de Sant Boi de Llobregat hubiese oído hablar de él. ¿Fue su portada quizá la que me indujo a gastarme aquellas pesetas? Tras un para nada arduo trabajo de investigación, y tras conocer un dato clave, creo saber porqué me lo pillé. Su primer single, «Cradle of Love», vio la luz el 17 de abril de 1990, semanas antes del viaje de fin de curso, así que me imagino que para cuando entré a la tienda yo ya había visto el videoclip en el programa musical de turno. En Del 40 al 1, imposible, pues la versión televisiva no se estrenaría hasta septiembre de ese mismo año. ¿Fue en el Sputnik quizá? Sí, creo que sí, pues en 1990 ya llevaba un par de años emitiéndose por TV3… la teva. Putos catalanes adoctrinadores de mentes adolescentes inocentes.
Billy Idol es un músico británico. Vivió en Worthing antes de asistir a la University of Sussex en la que aguantó solo un año justo antes de unirse al mítico Bromley Contingent, un grupo de jóvenes ingleses que, inicialmente no era más que una especie de club de fans de los Sex Pistols. Este grupo sería el pilar del desarrollo del movimiento punk británico. El grupo incluía, entre otr@s, a Siouxsie Sioux y Steven Severin (vocalista y bajista de Siouxsie and the Banshees), Philip Sallon (miembro destacado de la cultura pop subcultural y nueva ola romántica del punk) y a Billy Idol. Durante este período, Idol decidió convertirse en músico y formó su primera banda Generation X en 1976.
La banda firmó con Chrysalis Records y lanzó tres álbumes exitosos antes de separarse. Idol se mudó a la ciudad de Nueva York y comenzó a trabajar como solista, y pronto se convirtió en protagonista de la MTV gracias a sus célebres «White Wedding» y «Dancing with Myself». El segundo LP de Idol Rebel Yell (1983) fue todo un éxito y le convirtió en una rutilante estrella en los Estados Unidos. «Eyes Without a Face» o «Flesh For Fantasy» son un ejemplo del éxito cosechado por el artista.
Idol no lanzó un nuevo álbum hasta 1986. Whiplash Smile aprovechó el éxito del anterior trabajo y se vendió muy bien. Justo antes del lanzamiento de Charmed Life en 1990, Idol tuvo un accidente de moto en el que casi pierde una pierna. El álbum se vendió extremadamente bien. Parte del éxito se lo debe a la película Ford Fairlane (1990), que incluía en su banda sonora el primero de sus singles, la exitosa «Cradle of Love».
La verdadera «vida encantada» de Billy Idol con toda su controversia terminaría eclipsando su música real. Además, la escena musical en constante cambio de los años 90 no se lo puso demasiado fácil -más bien al contrario- a artistas como él, que fueron grandes iconos de la cultura pop durante la gloriosa década anterior. Al mismo tiempo, sin embargo, el Idol de 1990 es un tipo que lanzó un álbum tan potente como dulce lleno de un rock altamente pegadizo. Su mezcla de rockstar con una actitud punk impulsada por la new wave y las influencias del power pop es posible que por aquél entonces ya hubiera comenzado a quedarse sin punch, pero los fans fueron recompensados con un lanzamiento que estaba a la altura de sus trabajos anteriores.
El single «Cradle of Love» sigue siendo un placer absoluto, y su atractivo pegadizo surge de su descaro y de esas insinuaciones tan alegres que hoy en día resultaría cuasi impensables. Pero no estamos ante un álbum de un solo tema, pues la mayoría de los temas aquí contenidos merecen repetidas escuchas también. Su excelente versión de «L.A. Woman» de The Doors, en particular, junto con las canciones de apertura «The Loveless» y «Pumping on Steel» son una auténtica delicia. No es de extrañar que este lote de 11 canciones se convirtiera en todo un éxito comercial, alcanzando el Top 20 en las listas de países como Canadá, Suiza o hasta su Reino Unido natal.
Charmed Life fue en su día el álbum más esperado en la carrera del artista. La curiosidad de los fans por escuchar material hecho sin la contribución del hasta entonces inseparable compañero de viaje Steve Stevens era enorme. A pesar del ya citado accidente, Idol regresó mostrando un valor encomiable y una actitud que le llevó a firmar un trabajo de un nivel y de una calidad enromes. Espero estar a la altura.
Los 55 minutos que dura Charmed Life se abren con la guitarra retumbante de «The Loveless». Unas pocas notas (repetidas durante toda la pieza) que constituyen el punto más fuerte del tema. Tiene un ritmo moderadamente acelerado respaldado por una precisa batería, por un potente bajo y, sobre todo, por unos teclados muy setenteros. ¿Y qué decir de la actuación Billy? Como siempre, llena de carisma y energía.
Los primeros segundos del segundo corte, «Pumping on Steel», con esas referencias electrónicas le pueden hacer pensar a un@ en su etapa con reminiscencias new wave, pero esa es una impresión incorrecta. Si bien el tema se inicia de una forma que podríamos denominar «misteriosa», tras 90 segundos, el ritmo aumenta hasta que alcanza un estribillo apoyado por un ritmo de batería cada vez más atronador y un potente riff de guitarra que le dan a la canción el impulso definitivo.
La tensión se diluye ligeramente con la balada «Prodigal Blues». El tema es una especia de guiño hacia su audiencia que vibró con la mítica «Eyes Without a Face», tema incluido en su Rebel Yell; las similitudes entre ambos temas son más que evidentes. La alternancia entre sonidos acústicos y eléctricos y la presencia de voces femeninas le dan un toque muy cool, pero supone un bajón quizá innecesario siendo como es el tercer tema del álbum.
El cantante nunca ha ocultado su devoción total por los legendarios The Doors. El arte y la filosofía de Jim Morrison han sido un punto clave en el nacimiento y desarrollo del músico y obviamente en su discografía no podía faltar un homenaje a la banda. La elección recayó en el mega clásico de 1971 «L.A. Woman». El espíritu de la versión original permanece sin cambios sobre todo desde un punto de vista vocal. Las únicas diferencias se encuentran en un sonido más denso gracias a unas guitarras que se apoderan de los teclados (solo hay un piano que acompaña a la pieza) y esa parte hacia el final tan psicodélica y misteriosa.
«Trouble With the Sweet Stuff» se mueve entre una melodía facilona suficiente y unos sonidos electrónicos un poco demasiado intrusivos. Lo que más destacan son esos momentos en los que el artista parece querer presionar el acelerador por completo, pero que hay algo que le impide hacerlo. En mi opinión el peor corte del álbum, más aún si tenemos en cuenta la que le sigue. Idol demuestra que aún conoce perfectamente la fórmula para confeccionar singles que huele a exitazo, y «Cradle of Love» confirma plenamente esta tesis. Ritmo rápido y lineal, guitarras afiladas al milímetro, una interpretación vocal soberbia y y por último, pero no menos importante una melodía envolvente que alcanza la máxima exaltación en su memorable estribillo. El tufillo a pop comercial es evidente pero pasa a un segundo plano. Todo un viaje para el oyente a través de un un viaje maravilloso, que se vio reforzado por un video musical con la dosis exacta de sensualidad.
Los ambientes oscuros vuelve aa florar con «Mark of Caine», una canción marcada por un ritmo hipnótico y por unos muy buenos riffs de guitarra. Esta vez, el componente electrónico sí que mola, pues acompaña perfectamente a la atormentada voz de Idol, que nos revela su lado más íntimo y solitario.
«Endless Sleep» es una especie re-interpretación moderna y más visceral del blues. Los instrumentos guían una base rítmica ligera, que forma el colchón perfecto para el timbre cálido y en ocasiones «picante» de Billy. Una canción anómala pero fascinante. En la que le sigue, «Love Unchained», resurgen los tonos más alegres. Se trata de un trallazo pop-rock muy cercano -en estilo y actitud- a los temas de los mejores INXS o Simple Minds.
La recta final la encaramos con «The Right Way», que continúa por esa misma senda con la adición de una dosis masiva de malicia extra. El bajo y la batería dejan su marca con un sonido fuerte e incendiario, mientras que las guitarras suenan duras y combativas. Pero aquí quien manda es, una vez más, la voz rebelde y salvaje del cantante, que le canta con brío y pasión a sus dos pasiones: las mujeres y el rock ‘n’ roll. «License to Thrill» cierra el trabajo haciendo reaparecer un escenario oscuro y sombrío. Un coro casi tribal y unos teclados misteriosos intensifican esa atmósfera oscura, mientras que Idol explora sus tonos más bajos y misteriosos durante las estrofas, para luego volver a rasgar su voz violentamente en su rápido estribillo. Una conclusión más que digna.
Charmed Life marca el final de un camino artístico inaugurado con el EP de 1981 Don’t Stop. Su deseo de evolucionar y dirigir su música hacia territorios electrónicos le llevó en 1993 a publicar el controvertido y experimental Cyberpunk. Para volver a verle ahí arriba sería necesario esperar a la publicación de Devil’s Playground en el año 2005.
Pero por mucho que quisiera resurgir, nada supera a Charmed Life, un trabajo atemporal que, a pesar de haber visto la luz hace ahora tres décadas, es un álbum altamente recomendable para cualquiera que haya amado el rock de los 80.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.