Salvando las distancias, la inicial impresión que me provocó Debut, el retoño de Björk que hoy celebra su 30º Aniversario, fue muy similar a la descrita por el compañero Toni López en la reseña improbable sobre dicha criatura, publicada hace un par de primaveras en la presente página web.
Sin contar que me había introducido enteramente en el ámbito de la música a través del rock sinfónico, el heavy y el hard rock justo una década antes, durante el primer semestre del año 1993 habían girado asiduamente en el plato de mi tienda de discos los siguientes elepés: Rid of Me de PJ Harvey, Symphony or Damn de Terence Trent D’Arby (actualmente rebautizado como Sananda Maitreya), Frosting on the Beater de The Posies, Where You Been de Dinosaur Jr., Splendor Solis del trío canadiense The Tea Party, Get a Grip de Aerosmith, Everybody Else Is Doing It, So Why Can’t We? de The Cranberries, El espíritu del vino de los patrios Héroes del Silencio, Dream Harder de Mike Scott y sus The Waterboys, Balinese Dancer del ex Green on Red, Chuck Prophet, Are You Gonna Go My Way de Lenny Kravitz, Fate of Nations de Robert Plant (por increíble que parezca, fue el telonero del creador de Let Love Rule en el Universal Love Tour) y los homónimos de Coverdale & Page, Suede y del líder de los Pixies, Frank Black o Black Francis. En consecuencia, era bastante descabellado que me entrará mínimamente aquel tercer trabajo en solitario (los semidesconocidos Björk de 1977 y Gling-Gló de 1990 lo preceden) de la islandesa, a pesar de que el afamado cuarteto irlandés U2 acababa de poner a la venta en el mismo día del mes de julio la continuación del vanguardista Achtung Baby, bajo el título de Zooropa.
Sin embargo, poco tiempo después, condicionado por la veneración que le profesaban varios clientes de confianza y, en particular, mi fanática pareja, volví a escucharlo con opuesta predisposición. Simultáneamente, fundamentales redondos como Blue Lines de Massive Attack, Dummy de Portishead, Exit Planet Dust de The Chemical Brothers, Endtroducing….. de Dj Shadow y otros destacables lanzamientos de artistas consagrados que se subieron al carro, destaparon mis anquilosadas orejas.
Ahora que ya lo he situado en su contexto, puedo valorarlo con conocimiento de causa. Para mí, como insinué en las críticas retrospectivas de Homogenic (1997) y Vespertine (2001), Debut no es el mejor álbum de su autora, pero si un buen preámbulo de su futuro discurso sonoro. Sus dos principales defectos, según mi opinión (a diferencia de la que expresan sus múltiples partidarios) son, por un lado, que abarca demasiados estilos (pop electrónico, house, techno, trip-hop, jazz, reggae e incluso new age) y, a su vez, en consonancia con la cuestión anterior, el desacertado orden de las canciones (por ejemplo, la secuencia comprendida entre “Crying” y “Big Time Sensuality” o el oasis que representa “Violently Happy”), con lo cual ofrece una discordante audición, talmente como si fuera un viaje en una ambiciosa y desequilibrada montaña rusa. En contrapartida, para la posteridad nos deja una seductora foto de portada, unos arreglos atrevidos y originales, unas letras confesionales y empáticas, unos registros vocales portentosos y, por encima de todo, una primorosa perla llamada «Venus as a Boy».
Su fulgurante éxito (hasta la fecha lleva despachadas unas 5 millones de copias a nivel mundial, sobre un previsto punto de salida de tan sólo 20.000 unidades) impulsó una trayectoria singular, prácticamente sin concesiones, que, pese a algunos altibajos, todavía tiene mucho recorrido por delante.