Justo cuando estaba planteando como enfocar de manera original este artículo sobre la tercera entrega oficial de la carrera en solitario de Björk, con motivo del 25º Aniversario de su publicación, sucedieron dos hechos determinantes para su consecución. De entrada, durante un reciente pictórico atardecer, me encontré circulando por una autovía poco transitada en la que, hace bastante tiempo, este temario ya fue parte de la banda sonora de un similar trayecto, por imposición (eso sí, pactada de antemano) de mi pareja. Como acotación al margen, si se me permite decirlo, siempre me ha parecido muy curioso que recuerde con precisión paisajes o escenas de mi vida a partir de canciones que surgían, en esos momentos, de los altavoces del reproductor de turno. La segunda circunstancia que repercutió en el desarrollo del presente escrito fue la notificación, en las habituales redes sociales que visito regularmente, de la salida al mercado (el próximo día 30 de septiembre) de Fossora, el demorado décimo álbum de estudio de la islandesa, mediante unos avances titulados «Atopos» y «Ovule». Un par de cortes, en audio y vídeo, que aunque mantienen un gran porcentaje de las señas de identidad de su autora, sorprenden (principalmente el primer single) pero no hechizan, especialmente si los comparo con la mayoría de sus espléndidos frutos de aquellas añejas cosechas comprendidas entre los años 1993 y 2001.
Homogenic no es mi redondo favorito de la ex vocalista de los olvidados The Sugarcubes (dicho honor le corresponde al excelso Vespertine) y su portada, a mi juicio, es de las peores (igualada o incluso superada por las carátulas frontales de Volta y Utopia) de su característica discografía, pero en sus entrañas contiene irresistibles creaciones como «Jóga» (el nombre de su mejor amiga), «Bachelorette» y «All Is Full of Love»; etéreos pasajes como «Unravel», «All Neon Like» y «Immature»; chispeantes composiciones como «Alarm Call» y «5 Years»; y, por supuesto, una inquietante pieza de apertura. En cambio, y también para mi gusto, la furiosa «Pluto» no encaja en la global secuencia musical, aunque sí en el profundo discurso emocional.
Finalmente hay que destacar que esta holística obra fue registrada en El Cortijo, un chalet convertido en local de grabación por el batería Trevor Morais, situado en la urbanización cerrada de El Madroñal, en Benahavís (Málaga). Sin embargo, la influencia mediterránea únicamente aparece en «So Broken», un bonus track en el que colaboró el guitarrista Raimundo Amador y que solo fue incluido en la edición japonesa y en la española en su formato de doble CD.
Once meses después, mi compañera sentimental y yo cogimos una vez más el coche para asistir al Festival de Benicàssim de 1998, en el que Björk, dentro de la gira de presentación del alabado Homogenic, triunfó en un cartel donde, entre muchos otros artistas, participaron Sonic Youth, Mogwai, PJ Harvey, Tindersticks, Placebo, Tortoise, Primal Scream, Migala, Yo La Tengo, The Jesus and Mary Chain, Manta Ray, Spiritualized y su anterior novio Goldie.