Octavo disco de una de las bandas que más alegrías nos han dado desde que empezaron en 2006 y que, desde su Kentucky natal, han podido llegar a muchos de los rincones del planeta, han entrado en listas e incluso han podido tocar en sitios tan emblemáticos como el Royal Albert Hall londinense. No está nada mal para un grupo de amigos que empezaron en 2001 combinando todo tipo de influencias y llevándolas hacia un estilo propio muy marcado y característico. Esa base de los 90 y ese post grunge de sus inicios es algo que vuelves a encontrarte en esta obra, que no decepciona, como todas las que nos han entregado.
El grupo se basa especialmente en la enorme pegada de Jon Fred Young, uno de los grandes líderes de la banda, que es quien también pone el piano. La otra cara visible del proyecto es el vocalista Chris Robertson, de voz versátil y plenamente reconocible. En cuanto a composición hay canciones realmente logradas, y por vez primera, hay un nuevo bajista en esta panda de colegas de toda la vida: Steve Jewell Jr. que sustituye a ese gran tipo que es Jon Lawhon, pero así es la vida… Homenajeando a su localidad natal, han grabado el disco en un teatro en el que solían ensayar y en el que suelen dar algún que otro concierto.
Imposible no rendirte ante la pegada y potencia de la inicial “Screamin’ at the Sky” en la que el grupo demuestra con ganas y agallas en lo que proponen y aman. Afinaciones graves, voz rasgada, muchos dejes del rock alternativo de los 90, pero también con obvias conexiones con el blues primigenio que siempre han adorado. Un single ideal para dar pistoletazo de salida a un gran disco. Los riffs de la escuela Sabbath asoman en la maravillosa “Nervous”, corte que va a quedar fijo en su repertorio por méritos evidentes. Absolutamente melódica y accesible, con la pegada habitual de Jon Fred Young tras los parches y con un inmenso Chris Robertson a las voces.
“When the Pain Comes” amaga con ser el primer momento reposado del disco, pero hay toda la contundencia de Kentucky en un riff que da paso a un gran estribillo, que convive con un técnico fraseo de guitarra por parte de Robertson. Se atreve John Fred Young con el doble bombo en el tramo final para elevar un poco más la canción. “Out of the Pocket” es pura elegancia y otro de los grandes temas del disco. La han testado en directo y es otro single inmaculado, con mucho protagonismo del bajo de Jewell Jr. Definitivamente el grupo posee un sonido y un estilo propio, lo cual me parece espectacular. Por temas como este nos enamoramos de ellos hace ya muchos años.
“Show Me How It Feels Like” posee dejes a Guns N’ Roses, especialmente en el solazo de Ben Wells, muy de la escuela de Slash. Es lo divertido de este grupo, que escuchan de todo y todo se refleja en sus canciones. El riff base es realmente conseguido e impresiona el volumen y clase en el bajo de Steve Jewell Jr. En “R.O.A.R” casi que podríamos hablar de una fórmula compositiva y hay esos dejes tan deliciosos al Folklore and Superstition que tanto nos gustan. Melódicos, positivistas y felices con aura de tristeza, pero sin renunciar a la pegada ni a la agresividad de la que siempre hacen gala.
“Smile, World” acentúa los tempos y hay un acercamiento al “Blame It on the Boom Boom”, además de los juegos de wah wah y pedalera. En “The Mess You Made” hay pura adrenalina y la base rítmica tiene un papel primordial. Ojo a los detalles de su espectacular baterista pues es un súper-clase. Who Are You Today?” es un gran tema absolutamente pensado para el directo, repleto de subidas y bajadas de intensidad y con otro gran estribillo. En esto los de Kentucky tienen la mano rota. Completan con “Not Afraid” y con un riff base pesado y deudor de Sabbath a pesar de sonar muy actual, intrincado, complejo, pero accesible y eléctrico. Chris Robertson vuelve a demostrar que es un vocalista privilegiado sobrado de clase.
Toca detenernos en un medio tiempo-balada tan bonito y logrado como es la evocadora “Here’s to the Hopeless”. Bella y dotada de uno de los grandes estribillos del disco. Un single clarísimo apto para todo tipo de públicos. Finalizan con un momento tan inspirado como eléctrico en “You Can Have It All” en la que suenan a sus discos más clásicos. Consiguen esa mezcla de post grunge endurecido, afinaciones bajas y ese toque tan personal que poseen. El riff es una maravilla, y a nivel instrumental hay muchos puntos de conexión con Pearl Jam.
Black Stone Cherry tienen mucho mérito y siguen ofreciendo trabajos muy compactos y disfrutables por mucho que parezca que la popularidad del grupo esté quedando algo deslucida. En Screamin’ at the Sky hay grunge, hay sureño, hay blues, hay heavy metal y todo presentado de una forma elegante y variada. Hay un cierto guiño al pasado, a sus dos primeros discos, pero la gracia es que suenan a ellos mismos, al sonido que han forjado y que se sobreponen a la baja sensible de su bajista de toda la vida. Todos los discos de Black Stone Cherry son ampliamente disfrutables y este no iba a ser ninguna excepción.