Allá por 1997 la carrera en solitario de Bruce Dickinson hacía ya tiempo que había despegado. Aún militando en las filas de Iron Maiden, en 1990, ya había publicado un disco en solitario. Este Tattooed Millionaire, que se podía entender más como un intento de explotar la marca Bruce Dickinson que como el producto de unas inquietudes musicales (aunque tenía parte de ambas cosas) era mucho más cercano al hard rock de Deep Purple que al heavy metal de Iron Maiden.
Una vez que Dickinson hubo partido peras con la que había sido su banda los últimos once años, el siguiente asalto de nuestro polifacético protagonista fue Balls to Picasso (1994). En este segundo trabajo nuestro esgrimista favorito contó con la colaboración de los miembros de la banda norteamericana Tribe of Gypsies (Roy Z a la guitarra, Eddie Casillas al bajo y Dave Ingraham a la batería), quienes, si bien no parecían ser unos asiduos de la escena metalera, sí que es cierto que supieron resolver la papeleta de forma bastante airosa.
Ya en 1996 y con un Bruce Dickinson con el pelo corto cual Sansón esquilado, nuestro piloto de aviones comerciales favorito reclutó a una banda más heterogénea que su formación anterior. Con Alex Dickson a la guitarra, Alex Elena en la batería y Chris Dale al bajo, el siguiente trabajo tuvo por título Skunkworks y se publicó el 9 de febrero de 1996. Este Skunkworks ofrecía un sonido menos metalero y más cercano al grunge y al rock alternativo. La reacción no se hizo esperar, especialmente del típico purista de turno que siempre anuncia el Apocalipsis en cuanto un artista se mueve medio pelo de lo que se supone que se espera de él.
Tras este experimento “fallido” llegamos a 1997, año en el que Dickinson vuelve a reunir a su Tribe of Gypsies, pero esta vez ampliando la sección de guitarras con Adrian Smith, que había sido su compañero de filas en Iron Maiden años atrás, y que, desde su dimisión como guitarrista de la doncella en 1990 había pasado por su proyecto en solitario A.S.A.P y por la completamente desconocida (aunque muy recomendable) banda Psycho Motel.
Así las cosas, la perspectiva de volver a unir en un disco a la voz de Iron Maiden y al guitarrista que había firmado solos y temas tales como “2 Minutes to Midnight”, “Dance of Death” o “Paschendale” parecía a priori halagüeña.
Accident of Birth nos devuelve a la senda del buen heavy metal, el de los temas magistrales, el de los matices e influencias, el de las canciones que no suenan todas a lo mismo, pero que sí tienen todas algún elemento en común. Buena prueba de ello son, por ejemplo, “Taking the Queen” y su aire de música celta, “Starchildren”, un mediotiempo casi ochentero pero cargado de furia, o “Road to Hell” que tantísimo suena a gloriosas épocas pasadas por cortesía del amigo Smith. También merecen una mención especial la balada “Man of Sorrows”, a la que podríamos considerar la versión mejorada de “Tears of the Dragon”, o “Darkside of Aquarius”, un tema que parece anunciar lo que años más tarde serían los Iron Maiden progresivos post-Dance of Death.
En definitiva, la llegada de Adrian Smith sirvió para completar una banda que ya era enormemente buena en todos sus aspectos. Accident of Birth es un trabajo muy bien equilibrado, con sus partes melódicas, pero también con su agresividad. Tiene un sonido duro, crujiente, pero a la vez artesano y descendiente de una tradición perfectamente reconocible. Un trabajazo en toda regla que 25 años después sigue siendo ejemplo de muchas cosas.
Soñador en tiempos de hierro, solitario corredor de larga distancia, disfruto tanto de leer un libro en el más absoluto silencio como de la música más salvaje imaginable. Y a veces escribo algo.