Brujeria – Pocho Aztlan

Nuestra Nota


6 / 10

Ficha técnica

Publicado el 16 de septiembre de 2016
Discográfica: Nuclear Blast Records
 
Componentes:
Juan Brujo - Voz
Pititis - Guitarra
Hongo - Guitarra
El Cynico - Bajo
Fantasma - Bajo
Pinche Peach - Samples
Hongo Jr. - Batería

Temas

1. Pocho Aztlan (4:10)
2. No aceptan imitaciones (3:11)
3. Profecía del Anticristo (4:11)
4. Ángel de la frontera (3:23)
5. Plata o plomo (4:04)
6. Satongo (3:26)
7. Isla de la fantasía (2:17)
8. Bruja (4:09)
9. Mexico campeón (2:25)
10. Culpan la mujer (2:48)
11. Códigos (5:35)
12. Debilador (3:20)
13. California Über Aztlan (Dead Kennedys cover) (3:11)

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El revuelo que causó Brujeria cuando aparecieron a mediados de los 90 fue muy entretenido, al ser presentados como miembros anónimos de un cártel satánico de Tijuana que odiaba a los gringos y repartía justicia y venganza a machetazos, tal y como se ilustra muy explícitamente en la portada y el libreto de su primer disco, el mítico Matando güeros (1993). Este début fue editado directamente por RoadRunner, así que estaba bastante claro que la industria sabía muy bien que no estábamos hablando de unos don nadies. El público en general tampoco tardó mucho en descubrir que los componentes del grupo eran, en realidad, elementos más que conocidos de la escena metalera del momento, como Dino Cazares y Raymond Herrera de Fear Factory, Billy Gould de Faith No More o Shane Embury de Napalm Death, escondidos bajo pseudónimos como Asesino, Hongo o Greñudo. La voz del desconocido Juan Brujo, cafre, amenazadora y desafinada, ayudó mucho a darles el halo de credibilidad necesario para que realmente parecieran un grupo de criminales amateurs descargando su odio y su locura a través de violentas canciones compuestas en el tiempo libre que les quedaba entre asesinato y extorsión.

Tanto Juan Brujo como Dino Cazares y Raymond Herrera eran, a finales de los 80, miembros muy activos de la escena grindcore de la ciudad de Los Ángeles, desde donde surgió la idea de montar una banda para dar cierta voz a la comunidad hispana extrema de esa ciudad, numerosa pero poco presente en los escenarios. Contrariamente a lo que se pueda pensar, ninguno de los miembros de Brujeria es ni ha sido nunca mexicano, sino que son todos pochos. Este «pocho» del que habla el título del disco es el mote despectivo que reciben aquellos emigrantes de origen mexicano cuyos padres o abuelos marcharon a vivir a Estados Unidos y que, con su Spanglish, nunca han sido considerados mexicanos de primera división. Así, los pochos no tienen patria, repudiados por los habitantes de su tierra de origen e ignorados y despreciados en su país de acogida. El Aztlán, por otra parte, es la isla legendaria de la que, según su mitología, provienen los aztecas y su cultura. Así que, en una construcción gramatical más bien dudosa (muy pocha ella), me imagino que esto de «Pocho Aztlan» vendrá a referirse a un supuesto lugar mitológico en el que se originaron los pochos.

La macabra mascarada que envolvía a Brujeria durante sus primeros años fue clave para que la banda alcanzara una popularidad que quizás no hubieran tenido nunca de haber sido un grupo normal. Quizás soy yo, pero me da la sensación que la magia de esos tiempos, donde las canciones (algunas míticas) destilaban amenaza y peligro, ha desaparecido a lo largo de los años y la banda, con el tiempo, ha dejado de tomarse tan en serio y ha aceptado esta pose como una gran y cachonda broma. Los temas son muchas veces más divertidos que amenazadores, y la línea que los separa de la autoparodia es ciertamente delgada. Esto mismo es lo que me transmitieron cuando los vi en el Rock Fest BCN de 2015, donde ya tocaron algunos cortes de este disco, y donde no me acabé de creer según qué chunguismo sobreactuado. En su descarga, es cierto que quizás siempre han sido así y es mi perspectiva la que ha cambiado, y también es cierto que posiblemente un escenario tan grande a primera hora de la tarde no es el hábitat donde vayan a resultar más creíbles, así que acepto darles un generoso beneficio de la duda.

Lo que es innegable es que Brujeria fue una de las primeras bandas (y de las últimas, por desgracia) que «popularizó» (ehem) el metal extremo cantado en español, y en su momento, al menos aquí, tuvieron bastante repercusión. Desde siempre la música de la banda ha sido un death / grind con un sonido noventero (lo que vendría a ser una mezcla de Napalm Death y Fear Factory con un tío como Juan Brujo a las voces, vamos), y jamás se han movido ni un milímetro de ahí. Pocho Aztlan (2016) es el cuarto disco de los californianos, y llega 16 años después que su trabajo anterior, un Brujerizmo (2000) que no estaba mal pero que ya no tenía ese componente original y peligroso del que hablábamos antes. En este nuevo trabajo encontramos trece canciones compuestas durante los últimos diez años y que no se han podido grabar hasta ahora porque supongo que juntar a todos los miembros de la banda en un estudio durante varias semanas debe ser una misión complicada. El lineup de lujo que ha grabado este disco lo componen, entre otros, Juan Brujo y Pat Hoed a las voces, Shane Embury de Napalm Death a la guitarra, Jeff Walker de Carcass al bajo y Nick Barker, que ha pasado por un montón de grupos de metal extremo, desde Cradle of Filth a Dimmu Borgir o a Lock Up, a la batería.

La canción que da título al disco me parece, y ya me sabe mal decirlo, totalmente infumable. Un extraño groove moderno con una línea vocal que no acaba de encajar ni en métrica ni en rima ni en sentido con la música que la acompaña. Es cierto que este tipo de imperfecciones amateurs siempre han formado parte de la gracia de la banda, y lo acepto con gusto en otras canciones, pero aquí creo que se han pasado, y más aún siendo un tema con tanta exposición como el que abre y da título al disco. Una canción que acompañará a la irritante versión de la «Macarena» que hicieron hace unos años en el fondo de mi pozo de canciones repudiables de Brujeria. Por suerte, rápidamente se redimen con «No aceptan imitaciones», un temazo grindcore que podría haber firmado Napalm Death y que, al grito de «¡Atensión, cabrooneees!», dispara la adrenalina a mil y pone todo patas arriba. Esto ya es otra cosa.

Una poderosa y distorsionada línea de bajo nos introduce a «Profecía del Anticristo», con los gritos viperinos de Pat Hoed acompañando a la voz del Brujo. El rollo industrial que tiene no me acaba de convencer del todo, pero el estribillo sí que es curioso y divertido, y el tema en general me parece muy aprovechable. «Angel de la frontera», que ya sonó hace un par de veranos en el Rock Fest, es otro de los cortes a destacar. El principio vocal, no puedo evitarlo, me recuerda al «Poseso» de Gigatrón, pero la canción no está nada nada mal (bueno, a mí el «Poseso» ya me gusta, no lo puedo negar). La parte intermedia, incluso, con esos coros angelicales y mesiánicos, me parece brillante, inspirada y diferente a todo lo que habían hecho antes.

«Plata o plomo» es un mensaje cortado con machete filoso en la espalda de ciertos cadáveres decapitados, tal y como anuncia el boletín informativo que introduce la canción. Un tema muy noventero, con mucho groove y un estribillo muy agresivo que, aunque a mí no me parece especialmente memorable, ha sido el escogido para grabar el primer vídeo de este álbum. «Satongo» está dedicada a Shane Embury y su voluminoso peinado (parte hombre / parte hongo, y además satánico!). Una canción cachonda, veloz, infecciosa, trallera y cafre. La parte hablada del final es realmente hilarante si conoces algo del bueno de Shane: un tío, ciertamente, «más gordo, más pesado y más peludo» (eso es evidente) que «caga peyote y come camarón seco» (eso ya no lo sé).

«Isla de la fantasía», como os podéis imaginar, no tiene nada que ver con el parque acuático, y es un tema imprevisible, caótico, triposo y descontrolado. «Bruja», por su parte, es una canción de amor en la que Juan declara su devoción por una chulita de su juventud. Por desgracia, y aunque no acabo de entender demasiado por dónde va la historia, las cosas no acabaron del todo bien, y estoy seguro que alguien, no sé si la bruja misma o cualquier otro que pasaba por allí, acabó recibiendo su merecido machetazo. El tema es lento, repetitivo y recuerda a la «Macarena» (que ya sabemos que les gusta) y a latinadas por el estilo, así que tampoco es para tomárselo demasiado en serio. «Mexico campeón» es una extraña e inesperada canción futbolera y festiva que anima a la selección mexicana a ganar el Mundial. Es bastante divertida, con una línea vocal realmente histérica y hooligan.

La vocalista femenina Pititis, a la que invocaron hace ya muchos años, y que ya tuvo unas líneas en «Bruja», tiene su momento de protagonismo en «Culpan la mujer», una canción antipatriarcal tirando a normalilla con una parte final bastante excitante. «Códigos»; por su parte, es una épica histórica a lo Brujeria, lenta y poderosa, donde se trazan algunas similitudes entre mitos aztecas y judíos, y donde se recurre otra vez a esos coros angelicales que funcionaron tan bien unas canciones atrás, teniendo aquí también su gracia dramática. «Debilador» es otro de los temas destacables, violento, bruto y amenazador, con una letra incomprensible, una línea vocal muy divertida y un final lento, repetitivo y quizá prescindible.

El disco termina con una versión del clásico «California Über Alles» de Dead Kennedys, rebautizada aquí como «California Über Aztlan», que cantada en español tiene un pelín de deje al «Hotel California» de los Gypsy Kings. Ya echábamos en falta alguna excusa para atizarle duro a uno de los blancos predilectos de la banda, el ex congresista republicano Pete Wilson, rebautizado siempre por Brujeria como Pito Wilson. Este señor, racista anti-mexicano confeso y orgulloso, se ha llevado palos y machetazos en todos sus discos, y este no podía ser una excepción. La canción, mi favorita de los legendarios discípulos de Jello Biafra, tiene su gracia a pesar de algunas licencias líricas curiosas, pero está a años luz para mí de la original.

Me ha sorprendido bastante que en este disco no haya ninguna referencia a la nueva gran némesis de los inmigrantes mexicanos en los EE. UU., el más que posible nuevo presidente Donald Trump. Supongo que el hecho que todas estas canciones ya llevaran bastante tiempo escritas ha significado que no hubiera sitio para ello (aunque Trump ya lleva un par de años postulándose para la carrera presidencial y soltando perlitas sobre México). De hecho, hace unos meses Brujeria sacaron un single temático dedicado al interfecto, Viva Presidente Trump! (2016), y yo pensaba que se iba a tratar de un adelanto de este disco, pero finalmente el tema no está incluido aquí. Desgraciadamente, me da la sensación que van a tener ocasión de exprimir el tema Trump sobradamente en un futuro próximo.

Aunque estas canciones no aporten especialmente nada que no hayamos escuchado antes, no diré que este nuevo disco de Brujeria no sea bienvenido. Tampoco es que se prodiguen especialmente en estudio y se trata sin duda de una banda que ha tenido su relevancia en la historia reciente del metal. Este Pocho Aztlan, si obviamos el terrible primer tema y sí asumimos que son ahora más cachondos que peligrosos, es perfectamente escuchable y disfrutable. Bastante irregular, sin duda, pero algunos temas están realmente bien y en general siguen con un nivel de energía y rabia envidiable. Si te han gustado los discos anteriores de esta banda y te gusta el death / grind no hay motivos por los que no te vaya a gustar este álbum.

Este diciembre tendremos a Brujeria en una extensa gira por los escenarios españoles, donde van a tocar en ni más ni menos que en nueve ciudades. Es posible que, para resarcirme de la sensación agridulce con la que salí de su concierto en el Rock Fest me decida a asistir a su fecha en Barcelona, ya que estoy seguro que en sala pueden crear un ambiente mucho más acorde a la imagen y el espíritu que se espera de la banda. Solo rezo que, después de esta reseña no especialmente zalamera, el grandote y malhumorado Juan Brujo o la amenazadora Pititis no me reconozcan en primeras filas y me conviertan en blanco de sus machetazos.

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Sobre Albert Vila 954 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.