Camel – Moonmadness

Siento añoranza de la época en que fui desvirgado por la música. Por los long-plays y los casetes (básicamente folclóricos o tradicionales, aunque con alguna espectacular sorpresa) del círculo familiar, por las adquisiciones propias (no demasiadas a causa de la escasez de sueldo), por las muchas grabaciones caseras (gracias al moderado precio de las TDK) y por los intercambios de material con los diversos hermanos mayores de mi entorno. Recuerdo, en especial, un preciso lote que me cedió un primo directo. Al hablarle de mi incipiente fascinación por dos canciones (insertadas en un recopilatorio del festival Reading Rock ‘82) de un peculiar grupo llamado Marillion, decidió pasarme algunos de sus álbumes de semejante estilo. Una selección en donde incluyó, aparte del Script for a Jester’s Tear (1983) (el esencial debut del quinteto capitaneado por el imponente escocés Fish) que acabó regalándome, variados vinilos de Jethro Tull,Genesis,The Alan Parsons Project y Camel. Entre ellos y de estos últimos, el notorio Moonmadness (1976).

Reconozco que mi primer contacto con este disco no resultó muy fructífero. De entrada, debido a mi embrionario y poco cultivado paladar, únicamente destaqué la breve y susurrante «Spirit of the Water», algunos de los solos de los componentes y el artwork de la cubierta. Pero también me provocó una estimulante curiosidad que me llevó a sumergirme en el resto de sus publicaciones. Empezando, en ese momento, con sus controvertidos trabajos de los 80 (sobresaliendo el injustamente infravalorado Pressure Points: Live in Concert (1984) y continuando con un enfrascado recorrido de su trayectoria a la inversa.

A partir de aquí, con la lección gustosamente aprendida, uno ya puede degustar las locuras lunares que fueron difundidas a principios de 1976. Y entonces el rebuscado título, la bella portada y los 7 cortes contenidos encajan a la perfección. Sumando la ideal producción de Rhett Davies (King Crimson, Roxy Music, Talk Talk). Exponiendo un insinuante carácter espacial, previamente diseñado, que aflora por todos los costados. Con toques pastorales, ensoñadores, atmosféricos e íntimos. Sin descuidar los típicos arrebatos potentes, rítmicos y virtuosos. Equilibrando su acreditada fusión de sinfonismo, progresivo y jazz de vanguardia. Consiguiendo una atrayente secuencia, lírica y sonora, desde el inicio trotón de la instrumental “Aristillus” hasta la planeadora suite final «Lunar Sea». Y pese a que se vislumbra el creciente liderazgo del vocalista, guitarrista y flautista Andrew Latimer, la interpretación del cuarteto es convincente, impecable, diestra y sin fisuras.

Por este conjunto de cualidades Moonmadness, a día de hoy, es el artefacto más escuchado y alabado de todo el catálogo de la banda. Y yo me he redimido de mi primeriza impresión.

Xavi Garriga Giol