Siempre he sentido una especial debilidad por una banda como Cancer Bats… y creo que ya sé porqué. Su estilo me encanta, a medio camino entre el punk, el hardcore, el metalcore, el rock sureño y el sludge. Ahí en medio de ese maremoto de estilos nadan los canadienses. Por citar solo unos ejemplos de las bandas de las que bebe o han bebido, ahí tenemos a Black Flag, Down, Led Zeppelin, Entombed y Black Sabbath.
Esta banda tiene de todo y para tod@s, así que porqué no ir a verles, y sacarme así la espinita de no haberles visto nunca en vivo. Joder, pero es que además tenían a The Wax como teloneros. Eso es un dos por uno en toda regla.
Total que salí del curro que me da de comer, no esta mierda de Science of Noise, y me dirigí, Rambla de Catalunya amunt, a encontrarme con mi compañero Beto, que estaba haciendo unos business en una tienda Abacus. Tras tomarme un donut del Boldú y un café con leche para hacer tiempo, nos encontramos y nos dirigimos hacia la Boveda, no sin antes hacer la parada (técnica) habitual en el Hoppiness para saciar nuestra sed de lúpulo. Aprovechamos la parada para hacer un segundo business en el que intervinieron una ausencia forzada y el segundo fan de Patton de Catalunya, muy a pesar de él.
The Wax
Poco antes de las 21:00, ya estábamos dentro de la sala y, cerveza en mano, tuvimos la ocasión de saludar y hacernos una foto con Liam, vocalista de Cancer Bats, un tipo cercano y muy simpático, la verdad.
A las 21:10, los de Navarcles tomaban las tablas con esa actitud que tanto les caracteriza, a medio caminos entre la calma chicha y la más virulenta de las tormentas. El inicio pausando, marcado por «Hex», dio pasó a «No Dawn», de su majestuoso A Place to Bury Our Sins Away (2018), uno de los mejores plásticos nacionales del pasado año.
Los primeros agradecimientos de la velada llegaron justo después de «Wasted», momento este en el que la banda, capitaneada por mi primo Aitor de Haro, aprovechó para dar las gracias a Cancer Bats por darles la oportunidad de abrir, no solo ese bolo, sino los anteriores en Zaragoza y Madrid. Tras este pequeño inciso, «Bèstia Ferida» nos hizo despertar a tod@s, porque es un temarral de tres pares de cojones, y porque a esas alturas del su set, la timidez de la banda ya se había escapado por la salida de emergencia de la sala, y pudimos empezar a ver a un Aitor desatado paseándose (todo un clásico de la Boveda, por cierto) por la barra del bar, ante la atónita (o quizá no tanto) mirada de la camarera. Y tras esto, la cosa no podía más que seguir ascendiendo. «The Year of the Snake» y «Dead City», primera incursión de la noche en su Don’t Belong de 2017, fueron un buen ejemplo de ello. La verdad es que los temas de su último trabajo son un auténtico pepino en directo, todo un misilazo a los cimientos del post… lo que sea.
Tras un molesto inicio marcado por un acople, el vocalista volvió a calzarse la Jaguar para acompañar a sus compañeros en «Rieder», y tras una última visita a la barra del bar, esta vez con hurto de rodaja de limón incluido, The Wax se despidieron de tod@s nosotr@s con la sensación de haber cumplido con creces con su(s) cometido(s): abrir con maestría para los canadienses y robarnos, una vez más, el aliento. Esta banda no hace más que seguir ganando puntos entre los miembros de la redacción de Science of Noise, y estoy segurísimo de que aquella noche se fueron a casa, no solo con la sensación de haberse dejado el alma allí arriba. Media hora para enmarcar.
Setlist The Wax:
Hex
No Dawn
Wasted
Black Death
Bèstia Ferida
The Year of the Snake
Dead City
Thousand Suns
Rieder
The Rambler
Cancer Bats
Cuando se trata de vibraciones positivas, hay pocas bandas que puedan igualar a Cancer Bats, y la noche del pasado 23 de mayo no fue una excepción.
Estos punks canadienses del hardcore se han convertido en una de las bandas más queridas de la escena, y cada vez que visitan nuestro país, la fiesta está asegurada. El carisma, el humor y el verbo fluido de su vocalista Liam Cormier, combinados con unas canciones absolutamente impactantes, hacen que una visita Cancer Bats tenga que ser siempre marcada en rojo en los calendarios de cualquier fan del underground.
Su sexto álbum de estudio,The Spark that Moves (2018), no hace más que re-re-re-reconfirmar su destreza como compositores, aprovechando un sonido crudo, frenético y unos pasajes a los que los fans ya estamos la mar de acostumbrados.
Los canadienses estaban dispuestos a patear unos cuantos culos, y pusieron la quinta ya de entrada. El setlist que escogieron para la ocasión fue bastante variado, haciendo especial hincapié en su más reciente obra. Tuvimos la ocasión de vibrar con las nuevas y contagiosas pistas «Can’t Sleep», que fue la primera en caer, o «Brightest Day», intercaladas con cortes más antiguos como la atronadora «R.A.T.S» de su álbum de 2012 Dead Set on Living. No hubo ni un solo instante para el aburrimiento, y el conjunto escogido hizo las delicias de los allí presentes, que ya llevábamos demasiados años sin verles el hocico por Barna.
Los riffs de Scott Middleton no hacían más que golpearnos la cabeza, como sucedió con la enorme «Pneumonia Hawk» o con la más reciente «Winterpeg». Cormier, que salió vistiendo una sudadera blanca que le duró puesta solo un tema, se desplaza por el escenario con el frenesí de un hombre en llamas, y eso se contagia a la multitud, que en ocasiones no era más que una amalgama de empujones y de furiosos puños que bramaban con cada una de sus palabras.
La ejecución consecutiva de «Butterscotch», durante la cual la banda nos recordó su primera visita a Barcelona, en aquella misma sala (Mephisto por aquel entonces), y la majestuosa «Hail Destroyer», convirtió la actual Boveda en todo un baño de sudor, y los resbalones de los más osados fueron sucediéndose, junto con algún que otro poco intento de afortunado stage diving. Las voces de Cormier aseguran subir la adrenalina de cualquiera y con la deliciosa «Shillelagh» y la que, posiblemente, sea la versión mejor parida de los Beastie Boys, «Sabotage», aquello ya no tenía vuelta atrás. Estábamos evocados al éxtasis mayúsculo.
Y como punto y final, pues no hubo bises, un crescendo épico con dos ingredientes: «Lucifer’s Rocking Chairr» y ese chugfest que es «Gatekeeper»; la canción que abre su más reciente incursión discográfica fue la elegida para poner el punto final al bolo.
El punk no está muerto, chavales. Los murciélagos del cáncer lo mantienen vivito y coleante.
Setlist Cancer Bats:
Can’t Sleep
Pneumonia Hawk
Sorceress
Winterpeg
Bricks & Montar
Arsenic in the Year of the Snake
Brightest Day
Butterscrotch
Hail Destroyer
Fear Will Kill Us All
R.A.T.S
Shillelagh
True Zero
Space and Time
Sabotage (Beastie Boys cover)
Lucifer’s Rocking Chair
Gatekeeper
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.